La consecución de cada una de estas competencias recogidas en la legislación actual contribuye a su vez al logro de las demás. El objetivo conjunto de todas ellas es dotar al alumno de las habilidades necesarias con vistas a un futuro académico, laboral y social que le permita ejercer sus derechos y obligaciones de forma adecuada.
Destacamos la competencia personal, social y de aprender a aprender por desarrollar las capacidades de autoconocerse, ser resilientes ante la incertidumbre y la complejidad, adaptarse a los cambios contextuales o la habilidad para cuidarse uno mismo y a lo que nos rodean.
Este complejo proceso de aprendizaje permite al alumno alcanzar un desarrollo personal que, transferido al ámbito educativo, se presenta un eje vertebrador que precisa de un motor que es la motivación, y que emerge siempre que haya un equilibrio entre las expectativas del alumno y los resultados que logran en ese momento.
Palabras clave: Autoconocimiento, rendimiento académico, resiliencia, aprender a aprender, motivación.
The achievement of each of these competencies included in current legislation contributes in turn to the achievement of the others. The joint objective of all of them is to provide the student with the necessary skills with a view to an academic, work and social future that allows them to exercise their rights and obligations appropriately.
We highlight personal and social competence and learning to learn by developing the capabilities of knowing oneself, being resilient in the face of uncertainty and complexity, adapting to contextual changes or the ability to take care of oneself and those around us.
This complex learning process allows the student to achieve personal development that, transferred to the educational field, presents a backbone that requires an engine that is motivation, and that emerges whenever there is a balance between the student's expectations and the results that they achieved at that time.
Keywords: Self-knowledge, academic performance, resilience, learning to learn, motivation.
1. INTRODUCCIÓN
La finalidad de la Educación Secundaria Obligatoria consiste en lograr que los alumnos y alumnas adquieran los elementos básicos de la cultura, especialmente en sus aspectos humanístico, artístico, científico-tecnológico y motor; desarrollar y consolidar los hábitos de estudio y de trabajo, así como hábitos de vida saludables, preparándolos para su incorporación a estudios posteriores y para su inserción laboral; y formarlos para el ejercicio de sus derechos y obligaciones de la vida como ciudadanos y ciudadanas.
El Real Decreto 217/2022, del 29 de marzo, por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria, define las competencias clave como los desempeños que se consideran imprescindibles para que el alumnado pueda progresar con garantías de éxito en su itinerario formativo y afrontar los principales retos y desafíos globales y locales.
Estas competencias clave aparecen recogidas en el Perfil de salida del alumnado al término de la enseñanza básica y son la adaptación al sistema educativo español de las competencias clave establecidas en la Recomendación del Consejo de la Unión Europea de 22 de mayo de 2018 relativa a las competencias clave para el aprendizaje permanente.
2. Competencias clave y perfil de salida
A efectos del Real Decreto referido en la introducción, debemos empezar por enunciar las competencias clave:
En relación con ellas hemos de decir que la adquisición de cada una contribuye a la consecución de todas las demás. No existe jerarquía entre ellas, ni puede establecerse una correspondencia exclusiva con una única área, ámbito o materia, sino que todas se concretan en los aprendizajes de las distintas áreas, ámbitos o materias y, a su vez, se adquieren y desarrollan a partir de los aprendizajes que se producen en el conjunto de estas.
Respecto al Perfil de salida, decir que este parte de una visión estructural y funcional de estas competencias que desde la Recomendación europea se han vinculado con los principales retos y desafíos globales del siglo XXI a los que el alumnado va a verse confrontado y ante los que necesitará desplegar esas mismas competencias clave. Del mismo modo, se han incorporado también los retos recogidos en el documento Key Drivers of Curricula Change in the 21st Century de la Oficina Internacional de Educación de la UNESCO, así como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015.
La vinculación entre competencias clave y retos del siglo XXI es la que dará sentido a los aprendizajes, al acercar la escuela a situaciones, cuestiones y problemas reales de la vida cotidiana, lo que, a su vez, proporcionará el necesario punto de apoyo para favorecer situaciones de aprendizaje significativas y relevantes, tanto para el alumnado como para el personal docente. Se quiere garantizar que todo alumno o alumna que supere con éxito la enseñanza básica y, por tanto, alcance el Perfil de salida, sepa activar los aprendizajes adquiridos para responder a los principales desafíos a los que deberá hacer frente a lo largo de su vida:
La respuesta a estos y otros desafíos –entre los que existe una absoluta interdependencia– necesita de los conocimientos, destrezas y actitudes que subyacen a las competencias clave y son abordados en las distintas áreas, ámbitos y materias que componen el currículo. Estos contenidos disciplinares son imprescindibles, porque sin ellos el alumnado no entendería lo que ocurre a su alrededor y, por tanto, no podría valorar críticamente la situación ni, mucho menos, responder adecuadamente. Lo esencial de la integración de los retos en el Perfil de salida radica en que añaden una exigencia de actuación, la cual conecta con el enfoque competencial del currículo: la meta no es la mera adquisición de contenidos, sino aprender a utilizarlos para solucionar necesidades presentes en la realidad.
Estos desafíos implican adoptar una posición ética exigente, ya que suponen articular la búsqueda legítima del bienestar personal respetando el bien común. Requieren, además, trascender la mirada local para analizar y comprometerse también con los problemas globales. Todo ello exige, por una parte, una mente compleja, capaz de pensar en términos sistémicos, abiertos y con un alto nivel de incertidumbre, y, por otra, la capacidad de empatizar con aspectos relevantes, aunque no nos afecten de manera directa, lo que implica asumir los valores de justicia social, equidad y democracia, así como desarrollar un espíritu crítico y proactivo hacia las situaciones de injusticia, inequidad y exclusión.
3. Competencia personal, social y de aprender a aprender
De todas las competencias anteriormente definidas, vamos a centrarnos en la competencia personal, social y de aprender a aprender que implica la capacidad de reflexionar sobre uno mismo para autoconocerse, aceptarse y promover un crecimiento personal constante; gestionar el tiempo y la información eficazmente; colaborar con otros de forma constructiva; mantener la resiliencia; y gestionar el aprendizaje a lo largo de la vida. Incluye también la capacidad de hacer frente a la incertidumbre y a la complejidad; adaptarse a los cambios; aprender a gestionar los procesos metacognitivos; identificar conductas contrarias a la convivencia y desarrollar estrategias para abordarlas; contribuir al bienestar físico, mental y emocional propio y de las demás personas, desarrollando habilidades para cuidarse a sí mismo y a quienes lo rodean a través de la corresponsabilidad; ser capaz de llevar una vida orientada al futuro; así como expresar empatía y abordar los conflictos en un contexto integrador y de apoyo.
Gargallo López, B., Almerich Cerveró, G., Sarriá Chust, B., Benavent Garcés, A., & Cebrià I Iranzo, M. Àngels (2023) en referencia a la competencia de aprender a aprender y su relación con el rendimiento académico en alumnado de ciencias de la salud citan que se trata de una competencia extraordinariamente potente, una metacompetencia o competencia de competencias, cuya adquisición es absolutamente necesaria para que los/as alumnos/as se desarrollen plenamente a nivel personal y social, como personas educadas, aptas para manejarse en una sociedad dinámica sujeta a cambios poderosos (Safstrom, 2018), en que muchos de los actuales empleos desaparecerán y aparecerán otros, para lo que serán necesarias nuevas competencias y habilidades (Caena, 2019).
De acuerdo con esto, emana la pregunta cuya respuesta está perfectamente definida en la LOMLOE: ¿Cuáles serán los indicadores que nos permitirán evaluar el grado de consecución de esta competencia? De esta cuestión emana el concepto de descriptores operativos, que podemos dividir en las dos etapas obligatorias de nuestro sistema educativo:
Al completar la Educación Primaria, el alumno o la alumna… |
Al completar la enseñanza básica, el alumno o la alumna… |
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CPSAA1. Es consciente de las propias emociones, ideas y comportamientos personales y emplea estrategias para gestionarlas en situaciones de tensión o conflicto, adaptándose a los cambios y armonizándolos para alcanzar sus propios objetivos. |
CPSAA1. Regula y expresa sus emociones, fortaleciendo el optimismo, la resiliencia, la autoeficacia y la búsqueda de propósito y motivación hacia el aprendizaje, para gestionar los retos y cambios y armonizarlos con sus propios objetivos. |
CPSAA2. Conoce los riesgos más relevantes y los principales activos para la salud, adopta estilos de vida saludables para su bienestar físico y mental, y detecta y busca apoyo ante situaciones violentas o discriminatorias. |
CPSAA2. Comprende los riesgos para la salud relacionados con factores sociales, consolida estilos de vida saludable a nivel físico y mental, reconoce conductas contrarias a la convivencia y aplica estrategias para abordarlas. |
CPSAA3. Reconoce y respeta las emociones y experiencias de las demás personas, participa activamente en el trabajo en grupo, asume las responsabilidades individuales asignadas y emplea estrategias cooperativas dirigidas a la consecución de objetivos compartidos. |
CPSAA3. Comprende proactivamente las perspectivas y las experiencias de las demás personas y las incorpora a su aprendizaje, para participar en el trabajo en grupo, distribuyendo y aceptando tareas y responsabilidades de manera equitativa y empleando estrategias cooperativas. |
CPSAA4. Reconoce el valor del esfuerzo y la dedicación personal para la mejora de su aprendizaje y adopta posturas críticas en procesos de reflexión guiados. |
CPSAA4. Realiza autoevaluaciones sobre su proceso de aprendizaje, buscando fuentes fiables para validar, sustentar y contrastar la información y para obtener conclusiones relevantes. |
CPSAA5. Planea objetivos a corto plazo, utiliza estrategias de aprendizaje autorregulado y participa en procesos de auto y coevaluación, reconociendo sus limitaciones y sabiendo buscar ayuda en el proceso de construcción del conocimiento. |
CPSAA5. Planea objetivos a medio plazo y desarrolla procesos metacognitivos de retroalimentación para aprender de sus errores en el proceso de construcción del conocimiento. |
De todos estos descriptores, vamos a centrarnos en el descriptor operativo CPSAA1, relativo a la regulación y expresión de las emociones del alumno y alumnas, fortaleciendo el optimismo, la resiliencia, la autoeficacia y la búsqueda de propósito y motivación hacia el aprendizaje, para gestionar los retos y cambios y armonizarlos con sus propios objetivos. Del mismo surge un nuevo interrogante:
¿Está relacionado este descriptor operativo con el rendimiento académico del alumno?
Está demostrado que el aprendizaje humano está vinculado con el desarrollo personal de cada individuo y sucede en aquellos momentos cuando se está motivado, es decir, cuando la persona tiene verdaderas ganas de aprender y se esfuerza por conseguir y alcanzar sus metas. Esta competencia implica habilidades esenciales para el desarrollo integral de los estudiantes. De forma más detallada diremos que:
En resumen, el CPSAA1 está estrechamente relacionado con el rendimiento académico, ya que influye en la actitud, la resiliencia y la motivación de los alumnos. Es un aspecto clave para su éxito educativo.
4. ¿CÓMO SE VINCULA EL APRENDIZAJE CON EL DESARROLLO PERSONAL?
El aprendizaje es conceptualizado como un proceso en el cual se incrementa los conocimientos, se adquieren experiencias, se desarrollan los procesos cognitivos, afectivos y volitivos, así como se modifica la conducta (González, 1997; García, 2015; Hernández, 2020). En este sentido destaca la complejidad del aprendizaje debido a que involucra a todos los procesos mentales, es continuo y se manifiesta mediante el comportamiento (Tinta, 2020; Palomino et al., 2020).
El aprendizaje continuo no solo se limita al ámbito profesional, sino que también tiene un impacto significativo en nuestro crecimiento personal. Al aprender nuevas habilidades, enfrentar desafíos y superar obstáculos, desarrollamos nuestra autoconfianza y autoestima. Este proceso de desarrollo personal nos permite alcanzar nuestras metas y aspiraciones, y nos impulsa a perseguir nuevos desafíos con determinación.
Como describe la Comisión Europea, aprender a aprender significa que los estudiantes se comprometan a construir su conocimiento a partir de sus aprendizajes y experiencias vitales anteriores con el fin reutilizar y aplicar el conocimiento y las habilidades en una variedad de contextos: en casa, en el trabajo, en la educación y la instrucción. En la competencia de la persona son cruciales la motivación, la confianza y, en definitiva, la generación de actitudes positivas hacia el aprendizaje.
¿Cómo fomentar las actitudes positivas hacia el aprendizaje?
Los pensamientos positivos ayudan a mejorar la autoestima y el comportamiento de los alumnos para que desarrollen todo su potencial intelectual. La importancia de fomentar las actitudes positivas de los estudiantes en el aula de clase radica en su progreso en el proceso de aprendizaje. Es decir, cuando un estudiante tiene una actitud positiva hacia los estudios, le es mucho más fácil desarrollar conocimientos y habilidades en su paso por una institución educativa.
Motivar a los alumnos a través de distintos mecanismos de aprendizaje, contribuye a que tengan buenas calificaciones y a su vez, que su desarrollo intelectual sea más eficaz.
Según se dice en https://www.euroinnova.edu.es/blog/como-fomentar-las-actitudes-positivas-hacia-el-aprendizaje los pensamientos positivos suelen tener resultados positivos, precisamente por esto, los docentes deben modelar una actitud positiva y alentadora en todo momento. Cuando los docentes se muestran optimistas logran crear un ambiente ideal para que la positividad fluya en el aula de clases, ya que los alumnos suelen copiar patrones de comportamiento.
En ocasiones los alumnos suelen condicionar su comportamiento desde la negatividad, como consecuencia se sienten incapaces de lograr algún objetivo. En la mayoría de los casos, los alumnos usan con frecuencia la frase “no puedo”; en estas situaciones se les debe alentar para que reemplacen esos pensamientos desfavorables por otros que les proyecten hacia sus fortalezas y que afiancen su autoestima.
Su misión no solo implica enseñar o guiar a los alumnos en sus procesos de aprendizaje, sino que también contribuye al fortalecimiento de las aptitudes personales. Es decir, que la importancia de la relación docente-alumno, va mucho más allá de un vínculo educativo; debido a que para el alumnado habitualmente esa relación no se ve limitada solo a lo académico, incluso con los niños más pequeños es una relación principalmente afectiva antes que educativa.
De todo lo comentado anteriormente se desprende que la motivación se convierte en un vehículo fundamental para conseguir generar una predisposición hacia el aprendizaje. Siguiendo a Pérez Solís (2003) la motivación se concibe como un proceso psicológico que desde el interior impulsa a la acción y determina la realización de actitudes y tareas educativas, que contribuye a que el alumno participe en ellas de forma activa y persistente, posibilitando el aprendizaje y la adquisición de conocimientos y destrezas y el desarrollo de la competencia.
La motivación es definida como la fuerza o motor que mueve la conducta humana mediante componentes de tipo fisiológico y psicológico (Carrillo et al., 2009; Cádiz et al., 2021). Este proceso involucrando un ciclo que cuenta con una necesidad, la tensión que esta genera, el estímulo, la acción, la satisfacción y el equilibrio (Trigueros y Navarro, 2019; Vásquez et al., 2021). Por lo que destaca los elementos que permiten la activación del proceso motivacional los cuales permiten al individuo desarrollar una conducta para lograr su bienestar y equilibrio a nivel corporal y mental.
A partir de estos conceptos dados se puede afirmar que la motivación es aquella fuerza que orienta y dirige la conducta humana, mientras que el aprendizaje es un proceso complejo que permite el desarrollo de las dimensiones psicosociales del individuo y la modificación de su conducta.
Entre las teorías que permiten comprender la motivación están: La teoría sobre la motivación intrínseca y extrínseca de Reeve (2012) plantea que la fuerza que orienta e impulsa al individuo a realizar determinadas acciones pude ser activada y maneja desde el interior de la mente o puede depender de motivos externos o del ambiente. Llevada está teoría al proceso educativo nos permite entender la importancia de fortalecer en los estudiantes su motivación intrínseca expresada en un fuerte deseo de aprender y en el desarrollo de su autonomía, así como también fortalecer su motivación extrínseca para lo cual la familia, el centro educativo y los docentes deben brindar las condiciones necesarias para que el estudiante se sienta motivado por sus estudios.
La teoría del establecimiento de metas de Locke y Latham (2004) considera que la fuerza que activa y dirige la conducta del individuo está en función a las metas que se propone ya que estas dirigen su atención, movilizan sus esfuerzos, aumentan su nivel de persistencia y promueven el pensamiento estratégico. Esta teoría es importante para desarrollar la motivación de los estudiantes considerando la elaboración de su proyecto de vida en la cual se proponen lograr metas a corto y largo plazo diseñando y aplicando estrategias de modo autónomo y creativo.
La teoría de las expectativas de Vroom (2004) plantea que el sujeto se motiva en base las creencias que posee sobre los buenos resultados que va a alcanzar en las acciones que desarrolla, esperando un adecuado reconocimiento y valoración de su esfuerzo. En el terreno educativo esta teoría permite comprender la importancia de motivar a los estudiantes mediante palabras constructivas que le den confianza en poder lograr buenos resultados de aprendizaje, así como reconociendo de manera justa su dedicación y esfuerzo.
Se puede afirmar que las tres teorías de la motivación antes descritas plantean que la motivación puede depender de factores internos y externos, de las metas que se propone el sujeto y de las expectativas o creencias que este tiene con respecto al esfuerzo y logros que puede alcanzar.
Una característica de la última década y que se ha ido haciendo presente cada vez más es la incorporación de las tecnologías digitales, abarcando la mayoría de los aspectos de la vida y haciéndose presente en la educación de manera cada vez mayor. En ese sentido tal como plantean Salas et al., (2020), Trigueros y Navarro (2019) se vuelve importante comprenderlas y entender su rol dentro de la formación educativa del estudiante, dentro de su familia y el rol que las mismas cumplen como factor motivante y funcional del aprendizaje. Por lo que en un contexto de educación híbrida donde el proceso educativo tiene lugar en escenarios presenciales y virtuales la motivación del estudiante va a depender de factores intrínsecos como el deseo de lograr sus metas y de factores extrínsecos como contar con los recursos físicos y digitales que le permitan aprender. En este sentido como plantean Rugeles et al., (2015), González (2020) y Villalobos (2021) resulta una preocupación creciente el conocer la influencia de las tecnologías sobre la eficiencia del aprendizaje. Se explica entonces que los principales fenómenos influyentes en el proceso educativo son la motivación y la relación que esta guarda con el aprendizaje lo cual puede darse de manera física o virtual.
Según Medrano et al., (2014), Vilela et al., (2021) y García et al., (2021) es ideal para la motivación en el aprendizaje que los estudiantes lleguen a un bienestar psicológico deseable al comparar los resultados a los que aspiraban con sus logros actuales. Por lo que es importante que los estudiantes tengan altas expectativas, confianza y creencias sobre su potencial de aprendizaje, así como la satisfacción de ver que su esfuerzo es debidamente reconocido. Para Giannini (2020), Astudillo et al., (2021) y Lara et al., (2021) resulta importante además considerar dentro de una educación presencial o remota a las herramientas virtuales, para motivar y despertar la participación de los estudiantes en el desarrollo de sus actividades de aprendizaje. Para que esto sea un éxito el docente y los estudiantes deben estar capacitados en manejo de herramientas virtuales y la institución educativa debe contar con estos recursos.
Existen diferentes estudios que analizan la motivación como elemento fundamental para la construcción del aprendizaje (Carrillo et al., 2009; Reyes et al., 2014; Corredor y Bailey, 2020); sin embargo, una visión más amplia del proceso educativo implica percepciones de competencia, eficacia, y pensamientos sobre la previsualización de las metas y el éxito al que se espera llegar, este conjunto de característica en torno a la motivación nos permiten tener una visión más compleja del aprendizaje del estudiante (Garbanzo, 2013; Oliva y Gloria, 2013). Queda claro que una visión más completa del proceso de aprendizaje involucra a la motivación y la satisfacción académica, que fortalecen y permiten reforzar los procesos cognitivos del aprendizaje.
Conclusiones
A lo largo del artículo hemos hecho mención a las competencias clave como el vehículo fundamental para construir un proyecto de futuro en nuestros alumnos. Si nos referimos a la competencia social, personal y de aprender a aprender, podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos, que supone un aprendizaje que repercute en el desarrollo del individuo a todos los niveles (personal, emocional y social). Pero para que ello se dé, es necesario que los profesores generen actitudes positivas hacia el aprendizaje, proyectando optimismo en el afrontamiento de las vicisitudes cotidianas y ajustando con mucho tino las expectativas propias de cada alumno y los resultados que obtienen a tiempo real. De este modo, emergerán unos valores de motivación que permitirán que el proceso fluya de forma deliberada y que, en última instancia, el rendimiento académico se vea óptimamente repercutido.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS