En este artículo se pretende exponer la eficacia del uso de la clase invertida (flipped classroom) con respecto a la clase tradicional. Para ello, se ha hecho referencia tanto a sus ventajas como a sus posibles inconvenientes, formas de afrontarlo y los principios que marcan la hoja de ruta para poner en práctica este método pedagógico que ha resultado ser beneficioso para aumentar el compromiso de los estudiantes en clase, así como la capacidad de retención de la información y un pronunciado desarrollo de su autonomía a partir de asumir un grado mayor de protagonismo en el aula.
Así, con estos resultados se pretende establecer un marco teórico claro y conciso sobre las características de este modelo, así como el rol que deberá jugar tanto el docente como los estudiantes para llevar a cabo la estructura de la clase invertida satisfactoriamente.
Palabras clave:
Clase invertida, compromiso, método pedagógico, innovación educativa
This article aims to explain the effectiveness of the use of the flipped classroom in comparison to the traditional method. To do so, reference has been made to both its advantages and its possible disadvantages, ways of dealing with it and the principles that mark the roadmap for implementing this pedagogical method that has proved beneficial in increasing students' commitment in class, as well as their capacity to retain information and a pronounced development of their autonomy by assuming a greater degree of protagonism in the classroom.
Thus, these results are intended to establish a clear and concise theoretical framework on the characteristics of this model, as well as the role that both teachers and students should play in order to successfully implement the flipped classroom structure.
Keywords:
Flipped classroom, engagement, pedagogical methodology, educative innovation
Resulta innegable pensar en el cambio masivo que ha supuesto para la vida de las personas la normalización en el uso de las tecnologías. Específicamente para las nuevas generaciones, que son criadas en entornos digitales donde la concepción de la realidad ha provocado cambios en todas las áreas de la vida, donde se puede destacar especialmente la educación, puesto que en este mundo de “nativos digitales” el aprendizaje memorístico o basado puramente en hacer exámenes para asegurar el dominio de una serie de conocimientos teóricos es cada vez menos efectivo (Prensky, 2011). Por ello, las nuevas generaciones demandan una revolución pedagógica basada en aprendizajes competenciales que les permitan ser competentes en la sociedad actual de la información.
Partiendo de esta premisa, la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación (en adelante TIC) a las aulas ha promovido la aparición de nuevas metodologías didácticas, tales como la clase invertida (flipped classroom), que constituye un modelo pedagógico que transfiere los contenidos teóricos fuera del aula y utiliza el tiempo de clase para potenciar otros procesos que permitan adquirir conocimientos y utilizar el conocimiento adquirido en situaciones prácticas en el aula. Así, la clase invertida se antoja como una metodología innovadora que puede favorecer la motivación del estudiante hacia el proceso de aprendizaje y, por ende, incrementar su rendimiento académico (Polat y Karabatak, 2022).
Si bien es cierto que la influencia de la clase invertida se ha magnificado en los últimos diez años en diferentes áreas de conocimiento (Idsardi et al., 2023; Naing et al., 2023), resulta fundamental averiguar si realmente presenta beneficios con respecto al modelo de clase tradicional, puesto que en esencia la clase invertida es un modelo que requiere un mayor coste de tiempo y recursos, dado que el profesorado debe preparar contenidos digitales (dígase videos, presentaciones y enlaces) para que el alumnado pueda trabajar un determinado tema previamente en casa para luego poner en práctica los contenidos estudiados en el aula, de tal manera que se pueda aprovechar con mayor eficacia el tiempo de clase. Sabiendo que este método requiere de un mayor coste económico y temporal se debe averiguar si realmente este promueve aspectos que con el método tradicional no se puedan conseguir. Así, se procederá a explicitar qué beneficios se han encontrado tanto docentes como estudiantes en su puesta en práctica para posteriormente concluir sobre la conveniencia de su aplicación.
La meta fundamental de cualquier metodología moderna es implementar el grado de motivación de los estudiantes con respecto a la tarea, pues esto supondrá un mayor compromiso, lo que resultará en un desarrollo más profundo del conocimiento adquirido y una mejora en la retención del conocimiento tanto a corto como a largo plazo (Bouwmeester et al., 2019). En esencia, los estudios que muestran la puesta en práctica de la clase invertida concluyen con la idea de que este modelo promueve la participación del alumnado e incrementa su grado de motivación con respecto a la tarea. En este sentido, la motivación intrínseca que presente el alumnado con respecto a la tarea juega un rol fundamental (Sergis et al., 2018), pues esta permitirá un mayor desarrollo de la autonomía y de la capacidad competente para afrontar la tarea.
Además, trabajar los contenidos teóricos en casa de forma previa habilita la utilización del tiempo de clase para actividades prácticas donde los estudiantes utilizarán los conocimientos teóricos adquiridos en situaciones reales y en colaboración con otros estudiantes. El hecho de generar este ambiente de aprendizaje posibilita al docente para proporcionar un feedback de mayor calidad al alumnado y detectar con precisión las posibles dificultades (pues tendrá mayor tiempo útil para corregir en el aula las imprecisiones que se puedan dar en la tarea) (Persky y McLaughlin, 2017). Para ello, resulta fundamental que el profesorado proponga actividades donde se pueda apreciar la puesta en práctica de los conocimientos teóricos, donde se puede utilizar desde actividades en pequeños grupos, resolución de problemas, presentaciones con diapositivas sobre un determinado aspecto e incluso quizzes interactivos (Akçayır y Akçayır, 2018). Si bien es cierto que también puede directamente el docente realizar cuestiones sobre la temática al alumnado en la fase presencial, esta técnica no permite el trabajo en grupo o el uso de herramientas digitales por sí sola, por lo que se estaría perdiendo parte de la riqueza que aporta la clase invertida, y de ahí que se prefiera apostar por el aprendizaje basado en proyectos en el aula (Lasso, 2023).
Por otro lado, el aumento del grado de participación en el alumnado cuando se utiliza la metodología de la clase invertida con respecto a la clase magistral tradicional es significativamente notoria. Bouwmeester et al. (2019) llevaron a cabo un estudio cuasiexperimental donde participaron 64 estudiantes de 23.6 años de media. Se dividieron en dos grupos, donde 28 estudiantes recibieron cinco clases con el método de la clase magistral y los otros 36 recibieron cinco clases centradas en la metodología de la clase invertida. Los resultados cosechados fueron francamente interesantes, específicamente en el ámbito de la participación en el aula, donde los estudiantes mostraron un mayor grado de participación mediante el método de la clase invertida, específicamente en tres aspectos:
Más allá de las ventajas expuestas hasta ahora, también resulta interesante poner el énfasis en el tiempo que invierten los estudiantes, así como el grado de estrés generado a la hora de afrontar una prueba de conocimientos en ambas metodologías, y es que en el modelo tradicional se tiende a centrar el estudio de la materia para un examen en los últimos días antes de la prueba, incrementando en ocasiones el grado de estrés sufrido por los estudiantes y damnificando la retención de conocimientos a largo plazo. En cambio, la clase invertida y su propuesta de utilización de los contenidos de forma práctica en el aula con cierto bagaje teórico ya traído de casa muestra unos resultados más favorables en cuestiones de salud psicológica del alumnado, ya que estos han puesto en práctica sus conocimientos en el día a día del aula, lo que les ha facilitado la adquisición gradual de los conocimientos de los que van a ser evaluados, consiguiendo además retener esa información durante un tiempo más prolongado (Ishak et al., 2013). En cierta medida, se puede ver la relación entre la presentación de los contenidos y la predisposición del estudiante hacia la tarea. En la clase invertida, al proponer actividades prácticas e interactivas donde se utiliza la teoría para una misión más enriquecedora que la simple memorización el estudiante se muestra proactivo hacia lo que se proponga, y ese uso de los conocimientos adquiridos de manera diaria permite al estudiante solidificar lo aprendido sin la necesidad de pasar largas horas memorizando ese contenido de manera monótona durante los días previos al examen.
A pesar de sus múltiples ventajas, la puesta en práctica de la clase invertida como método pedagógico presenta una serie de dificultades que se deben tener en cuenta, como la creación partiendo desde cero de los contendidos multimedia que se le pedirá al alumnado que visualice en sus hogares antes de asistir a la clase presencial. Independientemente de que se trate de videos, presentaciones, libros, artículos u otro tipo de material el docente deberá prepararlo, y eso requerirá de un mayor coste de tiempo e, incluso, en ocasiones, de dinero, por lo que esta carga extra de trabajo supondrá un esfuerzo mayor para el profesorado (Moffett, 2015; Sauls et al., 2012). Además, muchos docentes no poseen la suficiente cualificación para la puesta en práctica de la clase invertida, necesitando de una formación docente previa antes de plantear su puesta en práctica. Pero, especialmente, en este artículo se pretende hacer referencia al rol del estudiante en este método y las consecuencias de su no implicación en el mismo. El alumnado tiene la responsabilidad de visualizar los contenidos mandados por el docente en sus hogares, ya que la no visualización de estos contenidos damnificará significativamente la calidad de la fase presencial de este modelo (Sayeski et al., 2015), pues los estudiantes no tendrán la suficiente capacidad para responder a las actividades que les encomienden, y mucho menos para trabajar en grupo con el objetivo de realizar proyectos partiendo del conocimiento teórico adquirido. Aunque en cierta medida este problema podría estar vinculado con la excesiva carga de trabajo que se mandase para la fase no presencial de la metodología (Khanova et al., 2015), de modo que los docentes deben preparar concienzudamente el contenido que se va a pedir al alumnado que revise con el objetivo de este sea atractivo y, sobre todo, no excesivo.
No obstante, también se deben tener en cuenta una serie de aspectos positivos con respecto a estas dificultades: Si bien es cierto que la realización del contenido multimedia necesario para llevar a cabo la clase invertida puede suponer un mayor esfuerzo para el profesorado no deja de ser cierto que ese material puede ser reutilizado una vez creado, generando así una fuente de recursos que les permitirá a los docentes tener sus materiales para las clases ya preparados una vez lo hayan hecho por primera vez, únicamente modificándolo a la hora de actualizarlo. Por otro lado, en cuanto al problema de la insuficiente preparación, realmente hay que tener en cuenta que se trata de un modelo en auge que requiere del adecuado adiestramiento para su puesta en práctica. Por ello, múltiples colegios ya ofrecen en la actualidad cursos preparatorios para su profesorado en el conocimiento y puesta en práctica del aula invertida, de tal manera que estos puedan tener las capacidades necesarias para su ejecución. La idea es que los docentes de cada ciclo asistan al mismo tiempo a estos cursos para poder poner en práctica en un mismo ciclo de manera unísona en cada una de las clases.
Por último, como se ha dicho anteriormente, el problema fundamental que puede presentar este enfoque es la falta de compromiso por parte del alumnado, lo que puede mermar significativamente el proceso de aprendizaje. Por ello, los docentes deben ser capaces de incentivar la participación del alumnado en la fase no presencial, tanto con material que pueda resultar atractivo al alumnado como mediante mecanismos de evaluación en la fase presencial para los que sea necesario haber visualizado el contenido teórico. En este sentido, los quizzes han demostrado ser un potente recurso de ayuda (Kim et al., 2014), donde destacan aplicaciones como Kahoot, Plickers o Trivinet (Espeso, 2023). De esta manera, mediante la utilización de aplicaciones de evaluación interactivas se consigue averiguar, por un lado, si el alumnado ha revisado el contenido solicitado y, por otro, el grado de conocimiento adquirido, de forma que el docente sepa con mayor exactitud de donde parte para la puesta en práctica de las actividades interactivas.
Teniendo estas pautas en consideración, realmente se disminuye el porcentaje de “libre albedrío” que puede presentar el alumnado en la puesta en práctica de la clase invertida, y así se podría llevar a cabo con satisfacción tanto la fase no presencial, donde los estudiantes revisarían de manera previa en sus casas el contenido mandado por el docente, como la fase presencial donde se pondrían en práctica esos conocimientos de manera interactiva mediante trabajos grupales de presentación, creación y debate.
Teniendo en cuenta las ventajas que aporta la clase invertida, resulta innegable pensar que su aplicación práctica emerge como una necesidad. Para ello, se pueden sintetizar los principios que se deben tener en cuenta para su puesta en práctica en nueve mandatos que deben ser visibles en su aplicación, gracias a los cuales se hace presente y se potencia en el proceso de aprendizaje la figura del tutor, la del alumnado, la interacción social y la movilización de las funciones cognitivas, dejadas de lado en las clases magistrales que no ponen en práctica la teoría enseñada. Así, este modelo propone un incentivo a los estudiantes previo a la clase presencial, que sería la visualización del contenido teórico para poder aplicarlo en el aula, donde se evaluaría mediante herramientas que permitan al docente averiguar el grado de conocimiento adquirido por parte del estudiante y, especialmente, las lagunas, debilidades e inexactitudes que presente el alumnado con respecto a la teoría. Además, esos aspectos serían corregidos de manera individual o en grupos reducidos de trabajo gracias a las actividades propuestas en clase, que serán grupales para fomentar la participación social y el trabajo en equipo. Esto permitirá al docente centrarse en las ineficiencias de cada grupo, de manera que sea más fácil focalizarse en los aspectos a corregir. Además, los estudiantes acaban apreciando en gran medida el hecho de tener el contenido multimedia de cada tema disponible para repasar a lo largo del curso, así como tener más tiempo en clase para la resolución de problemas prácticos y dinámicos (Kim et al., 2014). Sabiendo esto, no se debe olvidar la importancia de adecuar la cantidad de contenido que se proponga para visualizar fuera del aula, de modo que se adecúe a un tiempo que no impida al estudiante encontrar dicha tarea imposible para compaginar en su rutina (Gannod et al., 2008).
Por otro lado, y en referencia al ámbito social que presenta la clase invertida, resulta fundamental que el docente plantee actividades en el aula donde los estudiantes deban trabajar en grupos reducidos con el objetivo de crear una comunidad social que permita a los estudiantes aprender uno de otro, enriqueciendo su conocimiento a partir del punto de vista del resto de sus compañeros y compañeras mediante la colaboración (So y Brush, 2008), especialmente en un mundo en el que el trabajo en equipo sigue siendo un desafío universal pero tan necesario para prácticamente cualquier trabajo que la negación a mejorar esta faceta puede generar problemas de ineficiencia laboral en el futuro para los estudiantes. Además, el alumnado de la sociedad actual, rodeado de un entorno digitalizado, presenta pocas dificultades a la hora de utilizar las tecnologías fuera del aula. No obstante, no deja de ser cierto que el profesorado debe ser capaz de aportar un contenido atractivo, pero de fácil acceso para que los estudiantes puedan utilizar las diferentes herramientas propuestas sin problemas, de tal manera que el difícil acceso a esos recursos no suponga un inconveniente en la fase de preparación para la clase presencial.
Con todo esto en mente, se entiende que la exposición del alumnado al contenido previo a la clase presencial supone un principio de referencia de la clase invertida que aporta dos grandes beneficios: Por un lado, la posibilidad de que el alumnado vaya a clase con un conocimiento de base formado a partir de las video-clases, presentaciones u otro tipo de materiales. Por otro, versatilidad, es decir, permitir que el alumnado se prepare la clase ajustando la visualización de los contenidos a su agenda, pues podrá revisar este contenido en cualquier momento, lo que supone un punto a favor de este método que no es tan palpable en la clase magistral tradicional. Así, la posibilidad de ver el contenido preparado por el docente en cualquier lugar y momento aporta un grado de flexibilidad que puede optimizar considerablemente el proceso de aprendizaje (Davies et al., 2013). Aquí se aprecia nuevamente cómo se establece una conexión directa entre el material visualizado fuera del aula y las actividades que se trabajan en clase. Con el método tradicional se corre el riesgo de que el alumnado no aplique los conocimientos aprendidos, sino que únicamente los aprenda a través de la memorización, no consiguiendo asentar estos conocimientos en su memoria a largo plazo. Sin embargo, en la clase invertida, esos conocimientos trabajos fuera del aula se aplican en clase mediante tareas interactivas en grupos reducidos, presentaciones (pueden ser formato digital o de creación y exposición, como los lapbooks) o debates que permiten al alumnado aplicar esos contenidos teóricos. Así, como se ha nombrado previamente, la puesta en práctica de esos conocimientos por parte del alumnado permite al docente corregir los posibles errores o ineficiencias que perciba al revisar los diferentes grupos mientras trabajan, de tal manera que puede centrarse en dar instrucciones o corregir esas facetas erróneas directamente, individualizando así el aprendizaje.
Estos nueve principios que se han explicado en este apartado se pueden ver resumidos en la Figura 4 (Kim et al., 2014).
Figura 1. Diseño de nueve principios de la clase invertida (traducido) (Kim et al., 2014)
Una de las responsabilidades más importantes que se le asigna al docente es la potenciación del desarrollo educativo de los estudiantes teniendo en cuenta el máximo de sus capacidades. En este sentido, para optimizar el proceso de aprendizaje resulta fundamental hacer énfasis en dos aspectos concretos que, en esencia, se ven representados mediante el enfoque pedagógico de la clase invertida: La creación de un ambiente de aprendizaje social y el desarrollo de la autonomía del alumnado. Evidentemente, uno de los objetivos de la educación es el desarrollo de la capacidad autónoma del alumnado para que este maneje su proceso de aprendizaje y adquiera un mayor grado de responsabilidad. Para que esto suceda, el papel que juega el docente dentro del aula es fundamental, ya que debe ser capaz de enfocar los contenidos de tal manera que resulten atractivos y beneficiosos para el desarrollo autónomo del alumnado. Así, debe diseñar los espacios pedagógicos que permitan al estudiante indagar las posibles soluciones a partir de herramientas aportadas por el docente y mediante la interacción con otros estudiantes, proporcionando así múltiples formas de llegar a un resultado final (Brenner, 2022). Por su parte, ese desarrollo de la autonomía va ligado a la exposición del alumnado a un ambiente de aprendizaje social puesto que la interacción con el resto de iguales permitirá al individuo reconstruir su propio conocimiento a partir de aportaciones de otras personas, generando así un contexto donde el estudiante presente un mayor grado de involucración, motivación intrínseca, autoconfianza y bienestar dentro del aula (Reeve et al., 2018; Ryan y Deci, 2017).
No cabe duda de que el papel que el docente juega en el aula posee una influencia significativa en el proceso de aprendizaje del alumnado, así como en el éxito escolar de sus pupilos. Así, la exposición de éstos a actividades donde puedan desarrollar competencias autónomas mediante la interacción con el resto del alumnado permitirá generar un grado mayor de motivación intrínseca en ellos, adquiriendo rutinas de trabajo y pensamientos que les permitan ser competentes en el entorno que les rodea, donde el uso de las tecnologías y el trabajo en equipo marcan la hoja de ruta a seguir en la mayoría de las áreas de trabajo.
En realidad, según la teoría de la autodeterminación (Deci y Ryan, 2000), los discentes son por naturaleza activos, comprometidos e intrínsecamente motivados al aprendizaje, pero estas características únicamente son activadas cuando se le expone a un ambiente prolífero para desarrollarlas, pues no se trata de facetas que se manifiesten de forma automática (aun siendo intrínsecas) (Ryan y Deci, 2017), y es ahí donde adquiere especial relevancia el papel del docente, que debe utilizar un enfoque de actividades donde se respeten las tres principales necesidades psicológicas del alumnado (autonomía, competencia y socialización) (Brandisauskiene et al., 2023), y es que el respeto hacia estos factores supone la precondición para el desarrollo de la motivación intrínseca del alumnado hacia el aprendizaje. Así, sabiendo que el desarrollo de la autonomía y la relación social con sus iguales influye directamente sobre el éxito escolar de los estudiantes, el uso de la clase invertida supone la piedra angular para los docentes que pretendan alcanzar los contenidos previamente nombrados, y es que ya se ha nombrado las posibilidades de aprendizaje que abre este método, permitiendo las creación de actividades en el aula que fomenten el desarrollo autónomo y la interacción del estudiante con sus iguales en trabajos de grupos reducidos donde deben compartir sus habilidades para llegar a un objetivo común. Además, gracias a la clase invertida, el docente relega parte de su protagonismo al alumnado, permitiendo que exista una mayor interacción entre docente y estudiante, proponiendo desafíos y actividades que aumentan el nivel de compromiso de los pupilos (Pianta et al., 2012). Esto concuerda directamente con la idea expuesta por varios autores sobre el papel clave del docente, y es que los estudiantes cuyos docentes muestran un mayor grado de sensibilidad, respuesta adaptada y feedback presentan un mayor grado de motivación, compromiso y rendimiento, así como un porcentaje menor de conflicto o resistencia hacia las actividades (LoCasale-Crouch et al., 2018).
Por último, teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora, se puede confirmar la idea de (Grazia et al., 2021): Cuando el docente motiva el desarrollo autónomo de los estudiantes estos se muestran proactivos a la tarea y presentan un mayor grado de responsabilidad en el proceso de aprendizaje. Esto sucede porque aquellos estudiantes motivados a pensar autónomamente y a utilizar el contenido teórico de forma práctica tienden a mostrar un mayor compromiso y, sobre todo, un menor grado de ansiedad (Hinnersmann et al., 2020). Así, la estructura de la clase invertida y el papel que juega el docente en esta metodología permite a los estudiantes sentirse menos ansiosos y más preparados (dada la progresividad de las actividades y evitar el estudio de todo el contenido los días antes del examen) para las pruebas de conocimientos.
Conclusiones
Con este artículo se ha querido poner el énfasis en la importancia de adoptar metodologías innovadoras en el aula que permitan potenciar tanto las competencias del alumnado, como su grado de autonomía y de relación con el resto de iguales, así como con el docente. El método pedagógico de la clase invertida, a través de la trasferencia del aprendizaje teórico fuera del aula, permite la creación de un entorno de aprendizaje que empodera a los estudiantes para participar más activamente en el aula, mediante actividades que permiten la adquisición progresiva de conocimientos y su puesta en práctica de manera coherentemente conectada.
Si bien es cierto que este método supone una responsabilidad mayor por parte del docente, no deja de ser cierto que los beneficios que aporta superan con creces al método tradicional de clase magistral que, más allá de estar desfasado, no da pie a la puesta en práctica de los conocimientos ni permite centrarse en las debilidades de cada estudiante, olvidándose así de la individualización del aprendizaje.
Por ende, teniendo en cuenta los beneficios de la clase invertida, ¿se puede permitir la sociedad educativa española dejar de lado un método pedagógico que está cambiando la educación de los países punteros en educación? ¿Se debe desaprovechar su uso sabiendo que representa los principios de la LOMLOE en referencia a la autonomía del alumnado, uso de las TIC y trabajo en equipo? El deber de la educación es potenciar al máximo el proceso de enseñanza-aprendizaje en función de sus posibilidades, y eso, sin el uso de la clase invertida, se antoja como un hito inalcanzable.
REFERENCIAS