El presente artículo tiene como objetivo principal exponer tres ambientes de enseñanza-aprendizaje alternativos o complementarios a las tradicionales clases magistrales en asignaturas como Biología y Geología, siendo estos el uso del laboratorio escolar, las salidas de campo o salidas didácticas y el huerto escolar.
Estos ambientes didácticos van a facilitar a los alumnos la posibilidad de integrar los contenidos teóricos de dicha asignatura de una forma más consciente y dinámica, ya que lo que se pretende es, utilizando el mundo que nos rodea como escenario, la puesta a prueba de los conceptos vistos a lo largo de las lecciones. Como se observará a lo largo del artículo, las estrategias propuestas son realistas y aptas para la mayor parte de los centros educativos, pues no requieren infraestructuras o materiales extraordinarios para poder llevarlas a cabo.
Palabras clave:
Laboratorio escolar, salidas de campo, huerto escolar, ambiente, enseñanza- aprendizaje.
The main objective of this article is to expose three alternative or complementary teaching-learning environments to the traditional master classes in subjects such as Biology and Geology, these being the use of the school laboratory, field trips or didactic outings and the school vegetable garden.
These didactic environments are going to offer students the possibility of integrating the theoretical contents of said subject in a more conscious and dynamic way, since what is intended is, using the world around us as a scenario, the testing of the concepts seen throughout the lessons. As will be seen throughout the article, the proposed strategies are realistic and suitable for most educational centers, since they do not require extraordinary infrastructure or materials to be able to carry them out.
Keywords:
School laboratory, field trips, school vegetable garden, environment, teaching-learning.
1. Introducción
Las ciencias naturales se caracterizan por utilizar, sobre la base de un marco teórico, la observación del mundo natural y la experimentación con él. Debido a ello, la actividad experimental resulta clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje de dichas materias, ya que ubica en la práctica los aspectos teóricos que nuestros alumnos han estudiado a lo largo de las sesiones magistrales (Grilli, 2017).
La asignatura de Biología y Geología engloba, de forma general, al estudio de la vida y de la Tierra, debido a ello resulta complicado llegar a comprender dicha materia sin que haya una relación directa con nuestro medio. Este objetivo se puede lograr con la puesta en marcha de diferentes ambientes de enseñanza-aprendizaje que faciliten a los alumnos la posibilidad de integrar los contenidos teóricos de la asignatura de una forma más activa con el mundo que les rodea.
De forma general la asignatura de Biología y Geología se centra en el estudio de los seres vivos y de la Tierra. Este estudio engloba desde los niveles más sencillos de organización de la materia hasta los más complejos, pasando por cómo es el planeta que los alberga, cuál es su comportamiento y cómo se relacionan con él. El contenido de esta asignatura, como se puede percibir, es muy amplio y diverso y por ello resulta complejo que nuestros alumnos lo integren y vinculen con el día a día sin relacionarse directamente con él de una forma más práctica y visual.
Con el fin de llevar a cabo la transmisión de los conceptos relacionados con esta asignatura de una forma más práctica y activa, se van a presentar tres ambientes didácticos complementarios al aula tradicional encaminados a facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje, dichos ambientes son el laboratorio escolar, las salidas de campo o salidas didácticas y el huerto escolar, todos ellos están orientados a conectar a los alumnos con el mundo que les rodea y mostrarles que los conceptos vistos teóricamente son aplicables y observables en la vida real.
Antes de exponer dichas propuestas, con el fin de asentar las bases de este artículo, vamos a explicar qué son los ambientes de aprendizaje y por qué son tan importantes.
Actualmente, uno de los grandes desafíos de esta sociedad es mejorar la calidad de la educación. Uno de los objetivos principales, tanto de los docentes de forma individual, como de las instituciones educativas en general, es guiar a los estudiantes en su aprendizaje facilitándoles diferentes recursos encaminados a ayudarles a dar sentido a sus ideas y proveerles de herramientas que les permitan obtener soluciones significativas para los problemas que puedan ir surgiendo a lo largo de este camino. Para lograr dicho fin, resulta necesario que los alumnos puedan contar con diferentes ambientes educativos dotados de una serie de condiciones que fomenten habilidades relacionadas con el proceso de aprendizaje (Daza et al., 2015).
De forma general, debido a los prejuicios epistemológicos que no nos permiten ver más allá, cuando nos hablan de ambiente educativo lo primero que se nos viene a la cabeza es un aula llena de pupitres en la que se imparten clases magistrales. Sin embargo, el medio ambiente escolar debe de ser diverso, por lo que tenemos que alejarnos de esa idea de que todo aprendizaje se tiene que desarrollar entre las cuatro paredes que forman un aula y ofrecer a los estudiantes escenarios distintos, ya sean construidos o naturales, que les faciliten las condiciones necesarias para descubrir, comprender, problematizar y asimilar los temas educativos, proporcionándoles elementos y herramientas esenciales que fomenten una enseñanza encaminada al desarrollo de habilidades y competencias valiosas para toda la vida (Duarte, 2003).
Una vez que ya conocemos el término de ambiente escolar y cuál es su importancia en el proceso de enseñanza aprendizaje de los alumnos, vamos a pasar a exponer los tres escenarios escogidos en este artículo para el desarrollo de la asignatura de Biología y Geología fuera del aula tradicional. Estos escenarios corresponden a un ambiente construido, el laboratorio escolar, y dos naturales, representados a través de las salidas de campo o salidas didácticas y el huerto escolar.
Un laboratorio escolar tradicional es un aula dotada con materiales, equipos e instrumentos de experimentación encaminados a que los estudiantes puedan poner en práctica los conocimientos adquiridos en las clases magistrales (Vázquez, 2009).
Por muy sencillos que sean los experimentos que se realicen, estos van a permitir a los alumnos profundizar en el conocimiento de un fenómeno concreto, tanto de una manera teórica como experimental, favoreciendo en ellos el desarrollo de habilidades y actitudes propias de los investigadores.
Debido a todo lo anterior, las prácticas de laboratorio como instrumento educativo permiten integrar los conocimientos tanto de conceptos, como de procedimientos y actitudes en la enseñanza y aprendizaje de las ciencias, pues logran motivar a los estudiantes favoreciendo en ellos el desarrollo de habilidades científicas, como son la observación de los diferentes fenómenos, la formulación de hipótesis dentro de un proceso investigativo y el planteamiento y resolución de problemas, entre otras (Agudelo, 2010).
Estas actividades de experimentación van a favorecer y promover que los estudiantes se planteen problemas propios y traten de abordarlos con el fin de fortalecer la capacidad de interpretación, argumento y reflexión sobre los resultados que obtienen, creando en ellos un sentido crítico frente a lo que están aprendiendo (Espinosa-Ríos et al., 2015).
Este tipo de laboratorios, definidos anteriormente como laboratorios escolares tradicionales, con todos sus utensilios, dispositivos y reactivos químicos han sido, y siguen siendo en la mayoría de los centros educativos, el lugar predilecto para el desarrollo de las prácticas. Sin embargo, debemos tener en cuenta que los modelos educativos se están volviendo cada vez más flexibles y enfocados hacia las competencias entre las cuales, relacionado con los que se va a exponer a continuación, destaca el uso y manejo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). La inclusión de las TIC en el ambiente escolar ha cambiado de forma radical el concepto de espacio físico, haciendo patentes diferentes limitaciones ya que, a pesar de la enorme relevancia que tiene éste para el proceso de enseñanza-aprendizaje, no puede ofrecer la versatilidad que se necesita y busca en la actualidad (Infante, 2014).
El laboratorio tradicional, a pesar de ser el lugar idóneo para llevar a cabo las actividades de experimentación, presenta una serie de inconvenientes como son, entre otros, el costo inicial que supone equipar un aula de estas características, el mantenimiento de los dispositivos, el consumo de energía y las restricciones de espacio ya que, en la mayoría de los casos, debido al alto ratio de alumnos por aula se hace necesario realizar un desdoble pues no hay espacio ni material suficiente para que todos ellos realicen las actividades de experimentación a la vez (Lorandi et al., 2011). Además, en términos generales, la experimentación con ejemplares o materiales reales suele ser costosa tanto en tiempo, como en dinero y energía, pues requiere la puesta a punto de ciertos dispositivos e infraestructuras que son difíciles de mantener en buenas condiciones y que, lo más probable, es que permanezcan infrautilizados debido al escaso tiempo que los estudiantes las van a utilizar (Calvo et al., 2008).
Los enfoques actuales encaminados a mejorar la educación y en concreto este tipo de situaciones, se apoyan en el uso de tecnología multimedia e interactiva, de forma que los ambientes de aprendizaje basados en ese uso se están haciendo muy populares, siendo el laboratorio virtual uno de los recursos pedagógicos más importantes, pues permite a los alumnos acceder con mayor facilidad a una gran variedad de herramientas a través de una interfaz interactiva (Infante, 2014). Se podría decir que este tipo de laboratorios supone una opción creativa, moderna y económica para los centros educativos, logrando con su aplicación dos importantes objetivos didácticos, por una parte, que los estudiantes puedan llevar a cabo prácticas, en este caso relacionadas con la asignatura de Biología y Geología, y por otro lado, que se puedan formar en el uso de las TIC (Calvo et al., 2008).
Desde el punto de vista conductual, y relacionado con el hilo conductor de este artículo, los laboratorios virtuales proporcionan a cada alumno su propio ambiente de aprendizaje, fomentando la participación de aquellos más tímidos, pues disponen en este caso de la posibilidad de explorar dichas experiencias a su ritmo, incrementando la probabilidad de conseguir las competencias deseadas. Los estudiantes van a poder ir aprendiendo los conceptos mediante prueba y error, sin temor a provocar o sufrir ningún tipo de accidente y sin avergonzarse de tener que realizar varias veces la misma práctica, ya que pueden hacerlo sin límite, sin miedo a estropear o dañar alguna herramienta o dispositivo (Rosado et al., 2009).
Las salidas pedagógicas podrían definirse como un instrumento didáctico encaminado a ayudar a los alumnos a conocer su entorno, sin que esto suponga o implique ninguna pérdida en la calidad del aprendizaje, puesto que durante todo el proceso se mantendrá el contacto con la realidad que se quiera aprender. Durante estas salidas, lo que se pretende es que los docentes solo intervengan para resolver aquellas dudas que puedan surgir durante el proceso de captación de la realidad, dejando que sean los propios estudiantes quienes soporten el proceso lógico de aprendizaje (Mohamed, 2017). Diferentes investigaciones han demostrado que los alumnos muestran una actitud favorable frente a este tipo de actividades que se desarrollan fuera del aula tradicional, donde el uso de diversas estrategias potencian su aprendizaje en este tipo de ambientes (Orion, 1994).
Un tipo concreto de salidas pedagógicas, centradas en las asignaturas del ámbito científico y llevadas a cabo en ambientes naturales, son las denominadas salidas de campo. Estas salidas suponen una estrategia educativa de gran importancia y valor en el proceso de enseñanza y aprendizaje de materias vinculadas con la rama científica, como Biología y Geología (Godoy et al., 2007, Legarralde et al., 2009). Este tipo de estrategias educativas permiten a los docentes realizar múltiples actividades con diversos fines, aunque todos ellos relacionados con el fomento del vínculo alumno-medio natural.
En este caso concreto vamos a resaltar el valor que tiene, en este tipo de actividad, el acopio de información a través de la colecta de material natural, la filmación y el fotografiado de diferentes organismos y estructuras, para su posterior utilización, ya sea en el ya mencionado laboratorio escolar como en el aula tradicional, con el fin de fortalecer y hacer más visibles los contenidos vistos a lo largo de las clases magistrales y descubrir a nuestros alumnos un nuevo ambiente didáctico muy próximo y accesible a ellos, el medio natural.
La observación de organismos en espacios naturales y su posterior fotografiado y filmación resulta ser una actividad didáctica de gran valor. Este tipo de acciones nos permite extraer información de aquello que estamos viendo sin alterarlo directamente, puesto que podemos analizarlo en profundidad y sacar diferentes conclusiones sin implicar ninguna consecuencia negativa, alteración o sufrimiento de los organismos o estructuras objeto de estudio. Además, el material recabado a lo largo de estas salidas podrá ser utilizado para elaborar una videoteca de aula, en la cual los estudiantes vayan depositando sus fotografías y vídeos para, posteriormente, analizarlos de forma conjunta y sacar conclusiones acerca de lo observado a lo largo de dichas actividades.
Otra de las actividades que se puede realizar a través de las salidas de campo es la recolecta de cierto material natural, resulta de gran importancia que destaquemos que dicho material estará representado por aquellas partes desechadas o abandonadas por los organismos, como exuvias, ootecas y crisálidas vacías de artrópodos, nidos viejos, mudas de ofidios, plumas desprendidas y restos óseos, entre otros. Al igual que en el caso de las fotografías y videos, todo este material recolectado será analizado y comentado ya sea en el laboratorio o en el aula de la asignatura.
Todos los elementos obtenidos en las salidas de campo suponen un gran valor educativo como recursos didácticos, ya que pueden ser incorporados a las colecciones biológicas de los centros docentes. Estas colecciones pueden ser definidas como bancos de datos, en este caso, a pequeña escala, que nos aportan conocimiento e información sobre la biodiversidad, representando un recurso muy valioso para la enseñanza y aprendizaje de la Biología y la Geología (Simmons et al., 2005, Ibeth et al., 2009).
“Las actividades que se realizan y las experiencias que se viven en torno al huerto despiertan facetas y potencialidades que difícilmente se pueden activar simplemente recurriendo a los libros o a las nuevas tecnologías de comunicación o docentes” (Escutia, 2009). Esta frase puede ayudarnos a abrir los ojos y corroborar lo importante que resulta que proveamos a los alumnos de diferentes ambientes didácticos para fomentar todo tipo de características vinculadas con el proceso de aprendizaje.
Un huerto escolar podría definirse como una porción de terreno que emplean los centros educativos para sembrar una serie de vegetales, cultivarlos y recolectarlos. Esta actividad resulta ser muy accesible para la mayoría de los centros docentes, ya que no se necesita tener una zona de cultivo preparada o definida como tal, sino que se pueden habilitar ciertos elementos como cajas y pallets con dicho fin. Los centros deberían proveer a los docentes y alumnos de ciertas herramientas relacionadas con la agricultura como palas, tijeras, guantes, regaderas, mangueras y rastrillos, entre otras. Si bien es cierto, debido a asuntos relacionados con el presupuesto en algunos casos esto no es posible, sin embargo, el acopio de este material no resulta complicado de llevarse a cabo de forma conjunta entre todas las personas involucradas en este proyecto.
Las acciones llevadas a cabo para elaborar las estructuras para el sembrado, así como el cultivo y la recolecta, constituyen una serie de actividades vivenciales que remarcan en los alumnos la importancia y valor que tienen sectores como la agricultura, así como el fomento por el trabajo en equipo y la sensibilización con el medio que nos rodea.
Para que este tipo de proyectos se normalicen en la comunidad educativa, los huertos escolares deberían estar considerados como un elemento más del ambiente escolar, como lo son el aula de música, la de informática, la biblioteca, el comedor o el patio (Escutia, 2009). Estos huertos son una herramienta más que ayudan en el aprendizaje del alumnado, no solo a nivel conceptual en asignaturas como Biología o Geología, sino también a nivel social y humano.
Algunos de los beneficios más relevantes que aportan este tipo de huertos a los estudiantes son los siguientes (Muñoz, 2014):
Conclusiones
Asignaturas relacionadas con la rama científica, como lo es Biología y Geología, aparte de impartirse en las aulas de forma tradicional, deben poder desarrollarse en otros ambientes que permitan a los alumnos poner en práctica y relacionar todos aquellos conceptos vistos en los libros de texto con la vida real. De esta forma los estudiantes podrán ir fortaleciendo su vínculo con el mundo que les rodea fomentando tanto el desarrollo intelectual como el social y cívico.
Estos ambientes de desarrollo, referidos al laboratorio escolar, o a nuestro propio planeta, ya sea a través de las salidas de campo o el huerto escolar, van a permitir a los alumnos relacionarse directamente con el medio natural y conocerlo de una forma más personal de lo que se llega a percibir recibiendo teoría encerrados en las aulas.
Como conclusión final, cabría destacar la importancia que tiene el vínculo de los contenidos teóricos con la realidad, no solo en las materias relacionadas con la rama científica, sino también con el resto de ámbitos de estudio. En numerosas ocasiones la enseñanza de las materias que componen el currículo resulta ser demasiado teórica, olvidándonos de que lo que estamos explicando lo tenemos ahí fuera, en nuestras calles, parques, campos, ríos, etc. Por eso, con este artículo me gustaría animar a los docentes a que salgan con sus alumnos y les muestren como están representados en su día a día los contenidos que han visto en clase, promoviendo en ellos el gusto por aprender, pues les permitirá comprender y percibir de una forma más consciente el mundo que les rodea.
REFERENCIAS
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