Se trata el tema de la ‘educación de calidad’, de tanta actualidad en el ámbito docente, y, consecuente-mente, en el político-social. Se analiza críticamente el contenido de la caracterización predominante en el momento presente basada en el edificio y en la dedicación a los idiomas. Se hace una síntesis de las ideas que se consideran relevantes para hacer realidad una calidad educativa orientada a la formación integral del niño como persona humana, intrínseca a su personalidad en formación y, respectivamente, con la sociedad en la que está inmerso y de la que participa. En la formación deseada se presta una atención especial al uso del lenguaje propio poniendo el acento, como ejemplo, en el trato con las personas con distintos tipos de discapacidad. En síntesis, se señalan los considerados como principales factores que participan en una educación de calidad: personas, relaciones interpersonales, factores internos del centro y de su profesorado, factores externos -familia, condición socioeconómica, vivienda- y resultados.

Palabras clave:

Educación de calidad, crecimiento personal, sociedad, idiomas.


 

This article examines “quality education”, currently a key topic in teaching, and consequently, in social and political understanding.  It analyzes critically the current, predominant characterizations of language building and dedication, and presents a synthesis of the primary factors in achieving quality education through the development of the child as a human being, intrinsic to the child’s personality and respective to the society in which the child lives and participates.  The article asserts that optimum instructional training should include special attention to the use of one’s own language, highlighting, for example, the act of serving people who have various disabilities.  It concludes by identifying critical factors in a quality education: people, relationships, internal factors, external factors, and results.

Keywords:

Quality education, personal growth, society, languages.


1. Introducción

El tema -mejor, problema- de la educación es uno de los asuntos sociales, políticos e informativos de permanente actualidad. El proceso de progresiva evolución social ha impulsado la necesidad de cambios que hace precisa una atención legislativa que abarca a los diferentes niveles. Entre los distintos asuntos del problema general, hoy ha adquirido una especial relevancia la cuestión de la calidad de la educación, en sus diferentes etapas, objeto de nuestra atención.

Así, organizaremos este estudio abarcando las siguientes cuestiones: 1) Intento de definición del concepto ‘educación de calidad’; 2) Establecimiento de un marco con unas dimensiones apropiadas para el tratamiento de un sistema de naturaleza bastante compleja; 3) Establecimiento de unos indicadores que faciliten la estimación de índices de calidad de la educación; y 4) Finalmente, a modo de cierre, hacer unas consideraciones complementarias.

2. Acerca de la idea de «educación de calidad»

Ciertamente, si nos paramos a analizar con detenimiento la evolución de la educación en estas últimas décadas, puede deducirse que tanto la función educativa como la sociedad en su conjunto han experimentado una transformación harto significativa. No obstante, cabría preguntarse: ¿cómo se concibe esa educación en nuestros días? Considero de suma importancia la ‘definición’ que acerca de la educación ofrece la Ley General de Educación española (LGE), en su Artículo 2º: «La educación es el proceso de aprendizaje permanente que abarca las distintas etapas de la vida de las personas y que tiene como finalidad alcanzar su desarrollo espiritual, ético, moral, afectivo, intelectual, artístico y físico, mediante la transmisión y el cultivo de valores, conocimientos y destrezas. Se enmarca en el respeto y valoración de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, de la diversidad multicultural y de la paz, y de nuestra identidad nacional, capacitando a las personas para conducir su vida en forma plena, para convivir y participar en forma responsable, tolerante, solidaria, democrática y activa en la comunidad, y para trabajar y contribuir al desarrollo del país».

Bien, pero la pregunta central de nuestro objeto ¿Qué es una educación de calidad? es una de las más frecuentes en el continuado debate educativo. La condición hoy primera, de excepcional relevancia en el presente, es la consideración de ‘inclusiva’.

Pero no es fácil definir qué es calidad, ya que tiene significaciones diversas en los distintos países y épocas, de manera que se establecen diferentes definiciones. No obstante, existe una especie de consenso en algunos principios generales, tales como sugiere la UNESCO (2005):

  1. La necesidad de destacar la relevancia de la educación.
  2. La equidad de acceso para todas las personas.
  3. El cumplimiento de los derechos individuales.

El documento de la Unesco afirma: “La educación de calidad, en tanto que derecho fundamental de todas las personas, tiene como cualidades esenciales el respeto de los derechos, la equidad, la relevancia y la pertinencia; y dos elementos de carácter operativos: la eficacia y la eficiencia”.

En la actualidad, la condición de calidad en la educación ‘adquirida’ por los educados no se concentra en el interés por la adquisición de numerosos conocimientos de las distintas disciplinas de la programación general, sino más bien en la adquisición de estructuras mentales, de capacidad de raciocinio, de equilibrio vital, de valores sociales, y de preparación para la ciudadanía responsable.

Un campo significativo de la calidad de educación recae en el reconocimiento y aceptación de la diversidad en sus múltiples manifestaciones, de modo que se respete el derecho al aprendizaje en la propia lengua y en los valores de la propia cultura.

Puede considerarse que, para los máximos representantes de nuestro país, así como para los dirigentes de muchas otras naciones, se entiende por «educación de calidad» aquella que imparten instituciones que se orientan o se sustentan sobre las siguientes aserciones.

En primer lugar, su juicio, a veces falto de rigor, parece basarse -en un sinfín de ocasiones- en la mera apariencia del centro, es decir, en el aspecto arquitectónico del edificio y su propia infraestructura, pues entienden que si la edificación del mismo es estrictamente moderna, la educación que se imparte en su interior será cuanto menos satisfactoria o aceptable; mientras que, por el contrario, si el edificio ostenta un perfil arcaico o la enseñanza se desarrolla al aire libre, es necesariamente de inferior calidad. Pero ¿de verdad es así?

En segundo lugar, suele considerarse -o, en ocasiones, confundirse- como «buena institución» aquella que prepondera o se distingue por impartir diferentes idiomas (incluso cuantos más sean estos, mayor será su reconocimiento). Tanto es así que actualmente la mayoría de los centros educativos ofertan como idiomas obligatorios el inglés, el francés, el chino e incluso el alemán, inculcándolos desde la primera infancia. Pero ¿en qué lugar queda tu propia lengua?, ¿y la cultura?, ¿se enseñan de la misma manera?

Deben destacarse otros aspectos. Aún hoy, hay quien concibe la calidad de la educación como el aprendizaje de los estudiantes, pues se tiende a asumir que los mejores sistemas educativos son aquellos en los que se logra que los alumnos obtengan unas descollantes calificaciones en las diferentes pruebas académicas realizadas a lo largo del curso. No obstante, ¿debe olvidarse el peso de todo el proceso?

Otro aspecto que ha de tenerse en cuenta es el problema de «la evaluación», pues considero que, lejos de cualquier favor, se tiende a ubicar ésta en un pedestal. Así, multitud de docentes, directores escolares, padres, tutores e incluso alumnos consideran proporcional la relación calificación-educación, ya que interpretan que cuanto mejores sean las calificaciones (entendidas en términos de evaluación o puntuación) obtenidas por parte del alumnado, del profesorado o del centro en cuestión, mejor será la educación de éstos. Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: ¿los modos y criterios de evaluación que se llevan a cabo son los idóneos y de veras reflejan la educación de estos?

Tampoco se debe olvidar, a mi juicio, la tendencia, en ocasiones injusta, de considerar que la buena enseñanza reside únicamente en la calidad de los profesores, llegando a ignorar los esfuerzos y el valor del alumnado. ¿Acaso todo el mérito descansa en la labor de los docentes?

3. Espacio de referencia o dimensiones de la educación

Para facilitar el calibrado, o método de medida, de la calidad de un sistema tan complejo como el de la educación parece conveniente, si no estrictamente necesario, el conocimiento previo de las dimensiones del problema, es decir, de las variables que deben considerarse para un mejor conocimiento. Así, quizás la pregunta que debe hacerse a continuación sea: ¿Cuáles son las dimensiones del proceso educativo o los elementos que deben tenerse en cuenta?

En la búsqueda de respuesta recurrimos al marco que presenta la UNESCO (2005) sobre las variables de la calidad educativa. Considera que posee cinco dimensiones o coordenadas de suma relevancia.

1. El alumno. Elemento del sistema educativo, por sí mismo, muy complejo: condiciones y características del alumno: sus aptitudes, conocimientos previos, disposición para ir a la escuela, constancia.

2. El contexto vital del alumno, en el que, a su vez, puede establecerse un subsistema de coordenadas de sumo interés, entre los que pueden destacarse los siguientes:

a. Los recursos públicos destinados a la educación.

b. El respaldo parental.

c. Los factores socioculturales y religiosos.

d. El tiempo disponible para la escolarización y para hacer los deberes.

3. Los denominados insumos capacitadores que incluyen, entre otros elementos:

a. La estructura física y las instalaciones de la escuela.

b. Los materiales de enseñanza y aprendizaje.

c. Los recursos humanos.

4. El proceso de la enseñanza y aprendizaje, en el que también pueden señalarse diferentes aspectos tales como:

a. El tiempo de aprendizaje.

b. Los métodos de enseñanza.

c. El tamaño del aula y número de alumnos en ella.

d. El sistema de evaluación.

5. Los resultados adquiridos que pueden expresarse por:

a. Las destrezas numéricas.

b. La comprensión en lectoescritura.

c. La adquisición de valores.

d. Las habilidades para la vida cotidiana.

Sobre cada uno de estos elementos, dimensiones o coordenadas pueden establecerse unidades de medida que permitan calibrar la calidad global de un determinado sistema de educación, estimando los valores correspondientes a cada coordenada.

4. En torno a los ‘indicadores’ de educación de calidad

El sistema del espacio de referencia anterior de 5 dimensiones se presenta por su extensión e intensión como demasiado complejo para su medición. Otro camino de mayor facilidad es el denominado de los ‘indicadores’ que tendría una más sencilla aplicación para efectuar ‘medidas’ o dar valores aritméticos a las variables en cuestión. Por supuesto que, como en el caso anterior, las valoraciones dependerían de los jueces encargados de otorgar las valoraciones, por la dificultad intrínseca de una baremación universal, de manera que se producirían diferentes resultados en análisis internacionales, nacionales o regionales.

En resumen, aunque fuera de menor relevancia puede considerarse más útil el sistema denominado de los ‘indicadores’ que, a su vez, puede relacionarse con el precedente para facilitar la medición.

Aclaremos el concepto de indicador. Puede considerarse como un instrumento que provee información cuantitativa de una determinada condición o variable de un sistema complejo objeto de tratamiento. Con esta finalidad, un indicador necesariamente debe representar una relación entre valores de una variable. En el ámbito de los fundamentos de física se introducen los conceptos de magnitud, cantidad, unidad y medida. Esta conceptualización básica se completa con el denominado ‘Postulado de Comparación’ por el cual se acepta que la comparación entre cantidades de una misma magnitud física siempre es posible y que si se elige una cantidad determinada como unidad, la comparación de las demás con ésta da la medida de la cantidad de esa magnitud respecto de dicha unidad, o punto de comparación. Así se facilita el conocimiento de los posibles cambios de mejora o retroceso en el proceso de evolución de un determinado sistema; y análogamente se facilita la comparación de unos sistemas con otros.

Establecido el concepto general de indicador para cuestiones sociales, hemos de concentrar la atención en los considerados ‘indicadores educativos’ que, deducibles del carácter general para su concreción, pueden definirse como instrumentos que permiten conocer, medir y valorar el sistema de enseñanza de los diferentes centros, regiones y países; así como, mediante un seguimiento histórico, estudiar la tendencia del sistema orientado por unas acciones educativas o indicar la conveniencia de la realización de otras acciones. De ordinario se establecen unas metas y respecto de ellas se procede al análisis de la evolución y, en su caso, al establecimiento de medidas correctoras. En resumen, se dispondría de un medio cuantitativo para analizar y, en su caso, modificar algunos elementos como planteamiento de previsiones sobre la evolución futura de los fenómenos del sistema educativo.

De ordinario, los indicadores se clasifican en cuatro grandes tipos:

  1. Indicadores de resultados del aprendizaje.
  2. Indicadores de recursos económicos y humanos.
  3. Indicadores de acceso a la educación, participación y promoción.
  4. Indicadores de contexto pedagógico y organización escolar.

5. Medida de la Calidad

Conocidos los fundamentos teóricos del posible uso de sistemas de referencia y de su concreción en un conjunto seleccionado de indicadores, como marco e instrumento respectivamente, se ha de proceder a la medida de los valores correspondientes a cada uno de los indicadores establecidos. La valoración general puede realizarse de manera que los diferentes indicadores puedan, a su vez, ofrecer distintas valoraciones.

Estas medidas, extendidas durante un determinado número de años, permitirán conocer la evolución del proceso de la educación.

Así la calidad de un sistema educativo será medida por el conjunto de valores adquiridos por los respectivos indicadores a los que podrá seguirse su evolución en el interés de su paulatina progresión, en el caso deseado de que se esté produciendo la mejora programada.

La medida de los resultados del aprendizaje, de los recursos, de las facilidades para el acceso, participación y promoción, así como de las condiciones de contexto, permiten valorar la calidad del sistema educativo.

El empleo de estos indicadores no es sencillo. Precisa de un sistema general de valoración y de unas personas capacitadas para su calibración: pruebas empíricas y personal cualificado, que entiendan el sistema académico y la valoración de los indicadores, de modo que le permitan seguir la evolución de las condiciones objeto de análisis y comparación, reuniendo la información necesaria a lo largo del tiempo.

De esta manera, se precisa de un sistema de evaluación que facilite la observación de los valores de los indicadores monitoreando la sociedad educativa.

La medición de los indicadores relevantes permitirá el seguimiento del progreso o deterioro de los programas y estrategias concebidas para su mejora.

En todo caso no puede prescindirse del importante papel que juegan las decisiones políticas y las ideologías dominantes en la sociedad.

Los indicadores de calidad de la educación seleccionados suelen ser establecidos por decisiones políticas y la valoración que se les conceda, a su vez, tienen implicaciones políticas y sociales. Los indicadores, así como sus valores, permiten hacer comparaciones a lo largo del tiempo, entre diferentes lugares y distintos contextos, contrastando resultados particulares con unos criterios globales que se tomen como referencia. Hoy existen diferentes modos de establecer rankings de calidad de la enseñanza escolar, media y universitaria en los diferentes países y regiones, entre las enseñanzas públicas y privadas, laicas y religiosas, etc.

De forma específica, los indicadores establecidos en cada país o región facilitan a los responsables de la política general y especialmente de la enseñanza la toma de decisiones para la mejora del sistema educativo. Entre los aspectos más comunes a considerar en las decisiones y procesos se pueden señalar los siguientes.

  1. El currículo, en el marco de las condiciones horarias y de las dedicaciones globales para el desempeño estudiantil.
  2. La comparación del sistema propio con otros sistemas de otras regiones u otros países.
  3. Mediciones del impacto de las reformas anteriormente introducidas.
  4. Determinación, en su caso, de los subsistemas (nivel educativo, programación general, partes del currículo, …) que precisan correcciones o cambios.
  5. Focalizar la atención en problemas específicos exigidos por la noción de la equidad, como pueden ser los relativos a los grupos diferentes. En la actualidad se centra la atención en los emigrantes, los de menor poder adquisitivo, los que padecen discapacidades y, en particular, las niñas.

La medición de la equidad, como en general las de todos los indicadores, no es tarea fácil y exigen la adopción de unos criterios, determinados, aunque no sean de valor absoluto. Se hace necesario que los responsables de la planificación sepan y puedan desagregar los valores globales por diferentes grupos de población para facilitar así el seguimiento de las correspondientes evoluciones. De manera especial, en este análisis desagregado de los valores de los indicadores para alcanzar una buena equidad, pueden separarse los grupos relativos a: género; discapacidad; desplazamiento obligado; inmigración; diversidad cultural, lingüística y étnica; y pobreza.

Un asunto de especial relevancia, al que no se concede en general la atención que merece, es el de la formación de los docentes y su carrera profesional: qué formación requieren los maestros y profesores, qué competencias necesitan desarrollar y dónde, cómo y cuándo adquirirlas. Y todo esto, teniendo en cuenta la singularidad de la profesión docente.

6. La realidad de la calidad educativa. Consideraciones complementarias

García Hoz (1982) sostiene que la calidad de la educación viene determinada por dos componentes: por una parte, la disposición en la que se incluyen las condiciones de integridad y coherencia; y, por otra, la eficacia. En este marco el autor define la calidad educativa como «...el modo de ser de la educación que reúne las condiciones de integridad, coherencia y eficacia. En otras palabras, una educación tiene calidad en la medida en que es completa, coherente y eficaz».

No obstante, a este tenor, desde mi punto de vista, considero la educación como una parte fundamental de la formación personal del individuo, siendo ésta, además, de una superior calidad cuando logra la satisfacción de la persona en formación, y, a su vez, por su respectividad, la de la sociedad en la que se encuentra inmerso y de la que participa de manera activa y directa.

Igualmente, a mi parecer, las bases y la estructura del edificio son determinantes a la hora de recibir cualquier tipo de aprendizaje y desarrollar cualquier clase de formación, pero, desde mi punto de vista, lo más importante se exhibe ciertamente en su interior. Pues lo que favorece que un aprendizaje sea de calidad son, a fin de cuentas, las herramientas, los recursos y los materiales con los que los estudiantes se disponen a trabajar. Además, queda demostrado que esos métodos de enseñanza efectuados al aire, que mencionábamos con anterioridad, favorecen el aprendizaje y la evolución personal de cada uno de los alumnos, puesto que en los primeros años de vida es fundamental para toda persona experimentar, comprender y relacionarse con el entorno, el mundo en el que se vive. Tocar y descubrir los entresijos de la naturaleza, distinguir colores y formas, conocer y sentir nuevas texturas, familiarizarse con diversos olores y demás placeres que nos posibilitan los sentidos.

Sin ningún género de dudas, considero que la impartición de idiomas no sólo es importante, sino evidentemente fundamental para la vida actual.

También me gustaría hacer mención, en este apartado, al lenguaje que se usa para referirnos a personas con discapacidad. ¿Por qué no se estudia esto desde pequeños? No somos conscientes de que cuando usamos un lenguaje considerado “normal” podemos hacer daño. Creo que debemos evolucionar e integrar a todo el mundo por igual en esta sociedad. Siempre la persona va a ser lo más importante, más que su enfermedad o discapacidad, por lo que debemos anteponerlos a ellos. Para esto debemos analizar y ser conscientes de cómo nos expresamos. Lamentablemente esto no se enseña, en general, en las escuelas. He aquí un catálogo comparado de expresiones lingüísticas recomendables frente a las tradicionales.

 

Frases afirmativas

Frases negativas

 Persona con una discapacidad intelectual,   cognitiva o del desarrollo.

 Retraso mental.

 Persona ciega.

 Persona con discapacidad visual.

 El ciego.

 Persona con discapacidad.

 Persona discapacitada.

 Persona que es sorda.

 El sordo o sordomudo.

 Persona con problemas de audición.

 Sufre una pérdida auditiva.

 Persona con epilepsia.

 Persona con retraso compulsivo.

 El epiléptico.

 Persona que usa silla de ruedas.

 El de la silla de ruedas.

 Confinado a la silla de ruedas.

 Persona que tiene esclerosis múltiple.

 Afectado por EM.

 Persona con parálisis cerebral.

 Víctima de PC.

 Persona con discapacidad física.

 Cojo.

 Lisiado.

 Deformado.

 Persona que no puede hablar.

 Persona que usa habla sintética.

 Mudo.

 Persona con discapacidad psiquiátrica.

 Loca.

 Persona con autismo.

 Autista.

 Persona exitosa, productiva.

 Ha superado su discapacidad.

 Es valiente (cuando implica que la persona tiene   valor por tener una discapacidad).

 

Además, como bien sabemos, el aprendizaje de los estudiantes, así como su evolución y su esfuerzo, se evalúan a través de una serie de pruebas o controles, pero no debe olvidarse que lo que hace que ese aprendizaje sea de calidad, así como que la evolución del alumno sea positiva y su esfuerzo no haya sido en vano, es el proceso; aspecto este que en pocas ocasiones se tiene en cuenta. Debemos recordar que cada estudiante porta consigo un vasto conjunto de carencias, zozobras y modos de asimilar las diferentes lecciones -tanto académicas como psicoemocionales-, por lo que dicha enseñanza ha de ser flexible para que la totalidad del alumnado goce de las mismas oportunidades y así evitar que puedan sentirse excluidos.

Asimismo, a modo de consideración final, es evidente que la calidad de los profesores juega un papel importante en la educación de los niños, pues los docentes se presentan como el pilar principal de los alumnos fuera del entorno familiar; razón por la que su preparación ha de ser lo más cabal y estricta, y los centros educativos deben seleccionar con sumo rigor y justicia a docentes bien cualificados, respetados, correctamente recompensados, abiertos a un aprendizaje permanente, autónomos, social y políticamente valorados, satisfechos y orgullosos con su tarea. No obstante, cabe reconocer que en los docentes no reside todo el peso de la enseñanza, pues se debe trabajar -en base a la evaluación- la calidad de las políticas, de la gestión, de la investigación, de la asesoría, de la infraestructura, del currículum, del gasto, de la formación docente y de la participación ciudadana (familias).

Conclusiones

Considero oportuno, a modo de conclusiones, destacar que una educación de calidad, centrando la atención en un contexto estrictamente escolar, depende de una variedad de factores, entre los que pueden señalarse los siguientes.

Las personas: tanto los estudiantes, como los educadores, las familias y la comunidad educativa desempeñan papeles fundamentales en el ámbito educativo, y todos deben atender a sus correspondientes ocupaciones y ser valorados por ello.

Las relaciones: todas las personas implicadas deben trabajar en consonancia, ha de haber un buen ambiente de confianza y seguridad, así como una satisfacción con el trabajo realizado. Cuando todas trabajan al unísono, todos forman parte de la evolución y crecimiento del niño y se puede lograr un proceso de enseñanza-aprendizaje de calidad. Asimismo, debemos tener en cuenta que las relaciones autoritarias o jerárquicas no ayudan en el proceso. Se deberán celebrar reuniones comunes e individualizadas donde se ha de comentar la relación pedagógica llevada a cabo, métodos y estrategias de enseñanza, aprendizaje y evaluación, usos del espacio y del tiempo, alimentación escolar, seguridad, clima de aula y clima escolar, facilidades para personas con discapacidad, organización de los grupos, normas, deberes y pruebas.

Los factores internos: tanto los recursos educativos, como las infraestructuras, el material disponible, el mobiliario, la organización espacio-temporal y la relación de enseñanza-aprendizaje son aspectos determinantes para una educación de calidad.

Los factores externos: también debe atenderse a todas aquellas circunstancias y situaciones que acontecen en las afueras del aula -en el ámbito familiar, profesional, extraescolar, etc.-, tratando de educar en una buena alimentación, salud, cuidado del sueño, bienestar personal y armonía familiar.

Los resultados, tanto cognitivos como sociales y emocionales. Aprender a aprender, desarrollo de la curiosidad y creatividad, gusto por la lectura y escritura, autonomía personal, pensamiento crítico y reflexivo y aprecio por la investigación y experimentación.

REFERENCIAS:

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  • GOLEMAN, D. (1995). Inteligencia emocional.  Barcelona: Paidós.
  • GUTIERREZ MARTÍN, A. (2003). Alfabetización Digital. Algo más que ratones y teclas. Barcelona: Gedisa.
  • LÓPEZ, F. (1995). Necesidades de la infancia y protección infantil. Fundamentaciones teóricas, clasificación y criterios educativos. Madrid: Ministerio de asuntos sociales.
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  • MORENO, A. (2020). Personalizar, un modelo para una educación de calidad en el siglo XXI. Informe Delphi de Expertos. Barcelona: Impuls Educació. 77 pp.
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  • UNESCO (2019). Informe de seguimiento de la educación en el mundo. París: UNESCO.

 
 
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