La situación actual del educador de museos requiere una revisión de esta figura profesional. De igual manera, los programas educativos en los museos han crecido exponencialmente en los últimos años siendo más divertidos y variados, ofertando actividades que hacen de los museos una extensión de los centros educativos donde los colegios y centros de enseñanza incluyen en sus programaciones anuales visitas a museos como una manera de profundizar en la educación de los alumnos.
A través de este artículo realizaremos un acercamiento a la educación en los museos y a su importancia en la sociedad actual. En primer lugar, analizaremos la educación como concepto para pasar a valorar qué y cómo se enseña en la sociedad actual. Tras ello, describiremos la educación en museos y nos centraremos en las estrategias empleadas para aprender en los museos, focalizándonos en la práctica reflexiva, para acabar valorando la figura del educador de museos.
La educación en los museos
Palabras clave:
Educación, museos, educadores, Visual Thinking Stratategies.
The current situation of the professional in charge of educational programmes in museums needs revisiting.
In the same way, educational programmes have exponentially increased over the last years, becoming more entertaining and varied, offering activities which make museums an extension of education centres, which include in their anual programmes visits to different museums as a way to deepen students’ education.
Throughout this essay, we will approach education in museums and its relevance for current society. To start with, we will analyse education as a concept; after that, we will describe education in museums and we will centre on strategies to learn in museums, focusing on reflexive practice. Finally, we will highlight the importance of the figure of educator in museums.
Keywords:
Education, museums, educators, visual thinking strategies.
Los museos tienen el importante deber de fomentar su función educativa y atraer a un público más amplio procedente de la comunidad, de la localidad o del grupo a cuyo servicio está. La interacción con la comunidad y la promoción de su patrimonio forman parte integrante de la función educativa del museo. ICOM
Actualmente, la labor educadora en los museos es una pieza clave para el desarrollo del mismo, siempre a través de los objetos expuestos y de las diferentes metodologías para su difusión. Entre las definiciones de “Educar”, según la RAE. encontramos:
Con esto, podríamos definir la educación como el proceso mediante el cual se anima a un individuo a explotar sus facultades y sus capacidades proporcionándole los medios para desarrollarlos.
Sin embargo, el concepto de educación ha sufrido variaciones a lo largo de la historia. Etimológicamente se consideran diferentes teorías que apuntan que educar proviene de un verbo latino “educo-as-are” que significa criar, amamantar, alimentar. Otros se inclinan a pensar que procede de otro verbo latino, “educo-is-ere” que significa extraer de dentro, sacar de dentro a fuera. Estas dos acepciones son susceptibles de analizar pues interesa la idea del primero, en el cual la acción de educar se entiende más como una acción exterior a la persona, donde otro individuo tiene la responsabilidad de poner en el sujeto determinados agentes de los cuales carece. Se contrapone con la segunda acepción, que considera a la persona como ente lleno, es decir, el individuo posee cierta información en sí que hay que potenciar de manera que la educación consistiría en desarrollar las capacidades innatas y encauzarlas.
Centrándonos en la concepción de educación a través de los diferentes momentos históricos, la educación primitiva no dejaba de ser un proceso natural sin intencionalidad, sino que era más bien espontáneo. En otras culturas antiguas como Egipto, India o China vienen determinadas por los libros sagrados y, a su vez, por grandes personalidades como Buda, Moisés y Confucio entre otros.
Fue sin embargo en la cultura Clásica de Grecia y Roma donde se comienza a educar en torno al carácter cívico y humano, pero estas enseñanzas fueron sepultadas por el peso de la religiosidad, motor de la Edad Media, que centró la educación en potenciar los valores religiosos del ser humano. No sería hasta la llegada del Humanismo cuando el ser humano despertara de nuevo, volviendo la vista a la educación de la cultura Clásica donde la educación tomó el sentido de potenciar la individualidad, la personalidad total y el sentido crítico.
De gran importancia será la educación en la Contrarreforma, donde la educación pública a nivel primario y medio está supeditada a las finalidades religiosas, como ocurría en la Edad Media; de esta manera, los valores religiosos y éticos del hombre volverán a ser los puntos fuertes de esta educación.
Una vez superado este momento, la educación racionalista y naturalista toma el relevo, donde sus dictados son la visión optimista del valor instrumental de la educación y la supremacía de la razón, las leyes naturales y las normas sociales.
Importante es el periodo de la educación nacional, donde nace la pedagogía como ciencia y se propugna la educación con el objetivo de desarrollar el carácter cívico del hombre.
Más cercana a nuestra era está la corriente democrática, que defiende el desarrollo de la doble dimensión del hombre: la individual y la social, de manera que el ser humano se concibe como ser libre y se pretende la extensión de la educación al mayor número de personas, de manera que ésta adquiere una dimensión universal.
Hoy día, la finalidad de la Educación es formar a los individuos ofreciéndoles los elementos básicos de la cultura, y más concretamente los aspectos científicos, tecnológicos y humanísticos, de manera que se favorezca en ellos el aprendizaje autónomo y el autodesarrollo de sus propias capacidades, con el objetivo de que asuman su papel en la sociedad.
En cuanto a la educación en los centros expositivos, inicialmente el museo nació orientado al servicio de una minoría elitista, donde el acceso estaba reservado a un grupo concreto para su disfrute. Hoy día, este concepto ha evolucionado hasta el punto que los museos han pasado a estar al servicio de la comunidad, donde éste ha dejado de concebirse como algo inaccesible en favor de una apertura al gran público con la clara idea de su responsabilidad en la educación de los visitantes.
El concepto de educación afecta a todos y forma parte del día a día en la sociedad. Su complejidad radica en la capacidad de la persona educada para recibir información y educarse (educabilidad) y el modo de ser y las aptitudes para enseñar del educador (educatividad).
Así mismo, la educación interviene en diferentes dimensiones, que son susceptibles de educar. En la dimensión personal, la educación debe incidir en la idea de que el ser humano debe perseguir la realización como persona e individuo único, a igual tiempo que debe encontrar su lugar en la sociedad, entroncando así con la dimensión social; a nivel psicológico la educación debe contemplar también la educación en mecanismos de conducta, relaciones afectivas, etc. promoviendo la relación entre iguales; a nivel filosófico la educación debe ayudar al individuo a comprender el mundo que lo rodea y a que éste sea capaz de interpretarlo tanto al mundo como al papel del ser humano en relación con él.
Los museos, actualmente se conciben como centros pedagógicos donde el arte o el bien que alberga se usa como medio para la creación de hábitos culturales en los diferentes públicos que estos reciben. Un ejemplo muy claro lo tenemos en los museos de ciencias, donde el público es el protagonista y se promueve en todo momento que éste participe de manera activa en la visita e interactúe con los objetos expuestos. Atendiendo a esta corriente más participativa, los museos hoy día diseñan sus actividades y recorridos, de manera que la colección sea más accesible al público y éste pueda interactuar con ella en la medida de lo posible. En el desarrollo de esta corriente tuvo gran importancia la influencia de los museos americanos, seguidores de la corriente psicológica desarrollada sobre todo a partir de la década de los 80, la cual comenzó a interesarse en la educación y promovió el estudio de manera más particular de la práctica educativa como una actividad basada principalmente en la experimentación. Los educadores por tanto han ido haciendo suyas las teorías de la psicología de la educación para aplicarlas directamente en la educación artística.
El concepto de educación en el museo puede ser un tanto complejo en función de los sectores desde los cuales lo intentemos definir. De este modo, para los sectores que comparten una idea más tradicional de los museos, la educación, y por tanto, el departamento de educación, es aquel que se encargaría de realizar actividades con niños y jóvenes de edad escolar a través de las cuales se les transmite la cultura en general y más particularmente enseñanzas sobre el tema exhibido en la exposición. Según este punto de vista, los educadores no tienen otra labor más que la de transmitir la cultura que se ha ido enseñando a lo largo de las generaciones.
Afortunadamente, la corriente actual entiende la educación en los museos como un pilar básico y como un eje alrededor del cual gira el quehacer diario de un museo, por lo tanto se concibe como una actividad que debe ser prioritaria y tan importante como otras.
Este cambio de concepto se produce gracias a una nueva orientación de la política museística, la cual estaba centrada en el objeto expuesto y por tanto en su conservación e investigación; cuando esta política comienza a centrarse en el sujeto, en el espectador, la exposición se pone al servicio de éste, ordenándose en torno a unos criterios didácticos con la finalidad de favorecer la participación del visitante.
Educación artística. Recorrido histórico
El arte de educar en los museos es una disciplina que tiene sus raíces en la educación estética, sobre todo con las tendencias de finales del siglo XIX y principios del XX, las cuales han permitido a través de una natural evolución su aplicación a la infancia en un sentido más amplio y es susceptible de ser vinculado a la formación moral e intelectual.
El concepto de educación estética como tal surge a finales del siglo XVIII con Fiedrich Schiller, el cual analiza el problema de la belleza por medio de la reflexión sobre la formación del propio individuo a través de la correspondencia intercambiada con el Príncipe de Augnstenburg en torno a 1793. En estas cartas, publicadas un par de años después por la revista “Die Horen”, Schiller defiende la idea de que la única manera que tiene el hombre de alcanzar la libertad es a través de la belleza. Para él la educación estética es una vía a través de la cual el individuo puede llegar a alcanzar la madurez completa, a nivel espiritual, de la razón, del gusto y la moral, comprometiendo la vida de los individuos y por tanto de la comunidad. Según Schiller, sólo a través de la educación estética el ser humano puede desarrollarse en su plenitud.
Más tarde, ya entrado el siglo XIX y en pleno auge de la industrialización, la sociedad experimenta una ruptura entre las necesidades materiales y espirituales. Será John Ruskin quien defienda el valor del arte como medio para mantener el equilibrio ante el progreso, entendiendo el arte como elemento creado para el goce del individuo, generando placer, pero cargado de una obligación moral al manifestar el espíritu creativo del universo. La función del arte para Ruskin, y por tanto, de la educación artística, no era otra que enseñar a los individuos a apreciar la belleza de la obra de Dios, favoreciendo de esta manera el desarrollo del gusto, llevando a este a diferenciar entre los objetos nobles o innobles, hecho de gran importancia para hacer del niño un adulto civilizado.
En torno a los años 70 del siglo XX la concepción del arte variará. En esta época en Estados Unidos surge una tendencia que concibe el arte como un sistema de comunicación no verbal. Los principales defensores de esta teoría son Dondis y Arnheim, quienes pretenden dar una formación visual a los individuos a través de las imágenes, las cuales ganan cada día un mayor terreno gracias al desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.
En los años 80 el Instituto Getty dio un gran impulso en la idea de educación artística; basándose en las propuestas de los años 60 que más tarde derivaron en la creación del proyecto Discipline Based Art Education (DBAE), promueven educar en arte superando las prácticas escolares más generalizadas como son las manualidades o actividades que dejan a un lado la crítica, la estética y la propia historia del arte. El proyecto promueve integrar la formación artística en la educación general incorporan las diferentes disciplinas sobre la práctica y el conocimiento del arte, basándose en los propios artistas, los diferentes métodos de investigación, la historia estética, la crítica de arte, la historia del arte y la propia producción artística del momento.
Junto con esta teoría y muy relacionada con ella, fue de gran importancia a finales de los 80 -sobre todo en la zona de América del Sur- la denominada Propuesta Triangular en la enseñanza del Arte de Ana Mae Barbosa; con ella, Barbosa propone abordar el arte desde una triple vertiente, a través de la contextualización, donde la obra se relacionan con el mundo externo e interno, vinculándose a aspectos históricos, culturales y sociales; a través de una lectura reflexiva de la imagen, descubriendo las herramientas que han participado en la creación de la obra e introduciéndonos en el mundo de los diferentes lenguajes artísticos y a través de la propia producción, donde se tratan diferentes aspectos de toda producción artística o visual.
En la actualidad, un método que está muy en boga y que cuenta con una gran aceptación por parte de numerosos centros artísticos a nivel mundial y recientemente en numerosos centros en España, es el V.T.S. (Visual Thinking Strategies).
Dicho método surgió en Estados Unidos a principios de los 90 con la idea de ofrecer un medio a todo el público sin límite de edad que permita iniciarlos en el mundo del arte, fomentando la capacidad de ejercitar el pensamiento crítico y las aptitudes comunicativas de éste siempre a través de la percepción, la experiencia y la inteligencia con la idea de conducir al individuo hacia una alfabetización visual. El fundamento básico del V.T.S. es la discusión, el diálogo y por tanto la verbalización de las ideas al observar una obra de arte, justificado todo ello por los estudios de teóricos cognitivos que consideran que la finalidad del aprendizaje es comprender nuestras observaciones e interacciones con el entorno a través del lenguaje. Arguyendo que la educación tradicional hace poco uso del debate, defiende este método como el más adecuado para el aprendizaje del arte, pero siempre siguiendo una línea determinada. El debate comienza con la observación de una obra artística y es en ese momento cuando se formulan una serie de preguntas ya preestablecidas con el objetivo de provocar en los individuos diversas respuestas en función de lo observado. Las preguntas tienen como finalidad la reflexión e indagan en determinados aspectos de la obra que permitan desentrañar la lógica del propósito de la misma, conllevando por tanto al desarrollo del pensamiento crítico.
La importancia de esta metodología radica en una adecuada selección de imágenes, como bien defiende Philip Yenawine en Iniciación al arte: ideas acerca de la selección de imágenes, texto donde desarrolla su teoría sobre la necesidad de elegir unas obras concretas con un determinado mensaje con la idea de definir la lectura que posteriormente los visitantes van a extraer de la imagen.
La práctica reflexiva
En la actualidad, como bien hemos podido constatar a través de las diferentes metodologías sobre la educación en general, y más concretamente, en la educación artística, hay dos tendencias dominantes, como es el aprendizaje a través de las imágenes y el aprendizaje a través del diálogo. En los museos la combinación de ambos es totalmente necesaria pues los educadores trabajan continuamente con imágenes y se sirven de la palabra y más concretamente del diálogo para intervenir en la formación de los visitantes, pero siempre con un afán reflexivo donde el objetivo máximo es que sea el público quien reflexione sobre el arte y, con la ayuda del educador, extraiga sus propias conclusiones.
La práctica reflexiva o enseñanza reflexiva es una metodología que entiende la enseñanza desde un punto de vista interno, de manera que involucre tanto a los educadores como al público; el método consiste en recoger la información compartida por el público y usarla como base, guiando el discurso y las reflexiones de estos con la idea de llegar a unas conclusiones comunes. El objetivo principal de este método es que los participantes se involucren de manera activa en el proceso de aprendizaje de manera que compartan diferentes puntos de vista e incluso relacionen éstos con experiencias vividas que sirvan al resto de participantes para una reflexión crítica.
La labor del educador por tanto es crucial en este método, pues es el responsable de recolectar la mayor cantidad de información del público, promoviendo y motivando la participación, pero manteniendo un hilo conductor entre todas las opiniones, siempre en conexión, en el caso del arte, con la obra, facilitando la adquisición de competencias tanto cognitivas como meta-cognitivas, sociales y afectivas en el público, recurriendo además al uso de las nuevas tecnologías.
La figura del educador
La figura del educador en el museo es aquella dedicada específicamente a enseñar el arte en -y de- los centros expositivos a los visitantes, pero no en todos sitios esta figura se reconoce bajo dicha nomenclatura. Atendiendo a los diferentes títulos que estos reciben podemos determinar el estilo pedagógico y cómo se concibe su figura en dicha institución, mostrando la concepción que esta tiene sobre su labor.
Algunos centros expositivos se refieren a estos profesionales como guías. Así, la figura del guía se entiende como una persona responsable de transmitir una determinada información a los visitantes, los cuales sólo actúan como espectadores, atendiendo las explicaciones que el guía les ofrece y siguiendo el recorrido que éste les indica. La visita por tanto se presenta falta de diálogos, pues en ningún momento pretende generar debate, muy por el contrario, se desarrolla sin apenas participación y son limitadas las intervenciones de los visitantes en el discurso que se les comunica. Generalmente esta denominación del profesional y su metodología forma parte del sector más tradicional de arte, el cual se está abandonando hoy día en favor de una visita y un procedimiento más participativo, donde el objetivo principal de la visita es generar el debate y la reflexión entre los participantes.
Otra denominación que reciben estos profesionales y, por tanto, otro modelo pedagógico es el de Educador. Para este sector profesional lo más importante es el diálogo. A través de él promueven la participación de todos los visitantes, limitándose la labor del educador, en la mayoría de los casos, a facilitar la interpretación de las obras expuestas y guiar los comentarios de los visitantes de manera que guarden coherencia y entre todos formen un discurso que permita hacer una lectura lo más completa posible de la obra. Para ello suelen ayudarse de una serie de preguntas claves que se irán repitiendo en cada obra con la idea de que durante la reflexión y análisis que van a realizar se consiga desentrañar los máximos significados de la misma.
Estos profesionales se encuadrarían dentro de una concepción más actual del arte y de su difusión, muy en práctica en la mayoría de los museos actuales, donde el objetivo final es que sea el visitante quien descifre y descubra todos los elementos que conforman la obra junto con su significado, razón por la cual hay una cierta tendencia por parte de determinados autores por considerarlos “profesionales reflexivos”, entendidos como profesionales que no se dedican a consumir los conocimientos establecidos por otros en la sociedad, sino que son ellos mismos los que crean un nuevo conocimiento a partir de unas determinado punto de partida, siendo “productores de conocimiento” y dando lugar a un nuevo tipo de museología concebida como una “museología participativa”.
El concepto de museología participativa surgió a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en museos como el Newark Museum de Nueva Jersey, donde el objetivo principal de su museología era otorgarle la misma importancia a la labor educadora del museo que a las colecciones y exposiciones, de manera que el visitante es entendido como un sujeto de interés y las colecciones se ponen al servicio de éstos. En estos inicios, los museos, a pesar de pretender formar a los visitantes, no participaban activamente en esa formación, pues se entendía que los visitantes debían ir al museo y formarse en las salas desarrollando un juicio estético, pero sin la intervención de ningún educador. Más tarde, los museos comprendieron que debían participar activamente en la educación de sus visitantes, no solo poniendo las exposiciones y colecciones al servicio de éstos, sino creando departamentos especializados encargados de la transmisión directa de unos conocimientos específicos. La labor de estos departamentos ha ido tomando tanta importancia que hoy día recae en ello labores que en un inicio no estaban destinados a asumir, como son la labor de marketing, la proyección de la imagen del museo al exterior y una gran difusión haciendo uso de los medios de comunicación.
Como hemos podido analizar, actualmente la labor del educador es muy compleja, de manera que su participación en el diseño y planificación de las exposiciones es tarea obligada. En ellos recae la responsabilidad de que la visita al museo resulte positiva, y por tanto, la de continuar atrayendo público, actuando como verdaderos mediadores entre la obra de arte y el público, pero para ello, como defiende Cornelia Brüninghaus- knubel, el educador ideal debe ser:
Además de todas estas capacidades, es muy importante que el educador sea capaz de adaptarse a la diversidad de los grupos que visitan un museo, donde encontrará desde escolares, hasta adultos, personas con problemas sociales, físicos, mentales y un largo etc.
Conclusión
Podemos decir que la educación en los museos supone en la actualidad uno de los ejes que marca la calidad del mismo, entendido este como una figura que estimula el aprendizaje, la interacción y el desarrollo de las capacidades plenas de cada individuo.
El profesional de la educación museística constituye por tanto un pilar de este y es a la vez una figura sometida a un proceso de continua revisión, cuya formación y competencias son objeto de un amplio debate que aún está en pleno desarrollo. De hecho, su concepción como una categoría profesional se encuentra en un estado embrionario, debido a la carencia de una verdadera oferta formativa específica al respecto. Serán los próximos años los que permitan seguir desarrollando esta nueva concepción de los espacios museísticos como lugares para el aprendizaje y así mismo esto supondrá una mejora en la calidad educativa y la formación de los profesionales al mando de dichos departamentos.
REFERENCIAS
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