La muerte es considerada un tema tabú en la Educación, los adultos nos empeñamos en alejar a los niños de este proceso, sin embargo no son ajenos a lo que ocurre, como solemos pensar, también necesitan desarrollar el proceso de duelo, por ello el siguiente artículo da las claves principales, que todo profesor debe conocer a la hora de enfrentarse a una posible pérdida dentro del aula, ya que durante toda nuestra carrera casi seguro vamos a topar con algún alumno en estas circunstancias. Como es el duelo infantil, sus manifestaciones, las señales de alarma y la intervención son algunos de los apartados encontrados en este trabajo y que nos servirán de ayuda tanto dentro del aula como para orientar a las familias.
Palabras clave:
Educación para la muerte, Educación Infantil, muerte, duelo, emoción...
The death is considered a taboo subject in the education, the adults keep children away of this process, however they are present also they need to develop the process of grief. So the following work will collect the main keys that every teacher must know to face a possible loss in the classroom, because in our career, we ́ll meet to some student with these circumstances. How is childhood grief, its manifestations, the warning signs and intervention are some the sections found in this work and that will help us in the classroom and to guide families.
Keywords:
Death education, pre-school education, death, grief, emotion…
La muerte, seis letras llenas de miedo.
Miedo por la ausencia de propuestas dedicadas a los alumnos de Educación Infantil en relación a la muerte. Los más pequeños también tienen derecho a conocer qué es la muerte, a expresar sus sentimientos, a entender el comportamiento de su entorno, a recordar a la persona perdida… Al fin y al cabo a atravesar la etapa de duelo.
La muerte es un tema constantemente vetado, es considerado algo negativo, pero es una realidad a la que tarde o temprano todos nos debemos enfrentar, también los niños.
Por ello, en este trabajo propongo incluir la “experiencia” de la muerte en las aulas, como un área necesaria, la cual debería comenzar en la etapa de Educación Infantil y desde ahí proyectarse en las demás.
La escuela no puede ya esconder la cabeza o mirar para otro lado más tiempo. La conciencia de la muerte es clave para una orientación de la vida. Si no se incluye la muerte en la enseñanza –desde las Políticas Educativas hasta la propuesta de un maestro- no se estará educando para la vida. Es hora ya, de que se normalice el estudio de esta asignatura tan pendiente.
Para que la muerte o un acontecimiento doloroso no resulte deshumanizante deben hallar forma de ser comprendida y afrontada. De ahí surge la necesidad de generar espacios de intercambio, reflexión y acompañamiento con los docentes a fin de empezar a trabajar corresponsablemente las ideas, los sentimientos en torno a la muerte, y los aspectos facilitadores de los procesos de duelo, de resignificación de la vida. Desde la intervención comprensiva y motivada del docente que, a su vez permitan a los niños contar con la ayuda oportuna para tramitar los temores, los dolores y las angustias relacionadas con esta situación, tanto lo que puedan experimentar ellos mismos como lo que observen que siente su entorno.
En este apartado trataremos aquellos comportamientos que inciden directamente en el ámbito académico cuando un alumno ha perdido a algún familiar o similar y frente a los cuales los profesores deben ser más sensibles, o bien estar atentos para informar a los padres o ayudar en la intervención.
Después de perder a un ser querido, es habitual estar enfadado. En los niños sucede lo mismo, muchos no son ajenos a las circunstancias que rodean la muerte y eso les lleva a hacerse cuestionamientos similares a los de los adultos sobre el momento, las circunstancias e incluso lo justo o no de esa muerte. Esto les lleva a estar más enfadados con las personas, médicos, familiares… y el mundo en general.
Los más pequeños, por el contrario sufren ese enfado y esa agresividad derivada de los cambios que hay en el ambiente. Ellos han perdido bienestar; rutinas, compañías, apoyos… y eso puede reflejarse en que se muestren más irascibles, excitados, ansiosos y agresivos, llegando incluso a pegar a sus compañeros. Muchos niños que se sienten diferentes a los demás tratan de defenderse agrediendo, así que es una situación que nos encontramos con frecuencia.
En el colegio nos encontraremos ante un niño que se muestra irascible, refunfuña, protesta por cosas que antes no le hubieran molestado, con una actitud de enfado: pega a los compañeros, tiende a destrozar sus trabajos o el material ante la mínima incomodidad… Aunque comprendamos la reacción del niño, es conveniente que le expliquemos que, si bien entendemos que lo está pasando mal, ni los compañeros ni el material tienen que verse dañados. Le ayudaremos a disculparse, a tranquilizarse, a reparar aquellas cosas que haya roto e intentaremos que entienda que hay reacciones que no se pueden permitir y que debe buscar otras alternativas.
Cuando los niños pierden un familiar o están atravesando un duelo, puede que se vean diferentes a los demás o sientan que han perdido la conexión que les unía al resto del grupo. Esto puede provocar que prefieran buscar la soledad frente a la compañía o que eviten juegos excitantes por la tristeza que muestran. Con frecuencia evitan a los compañeros para ahorrarse conversaciones sobre la muerte o explicaciones que no quieren dar.
Al evitar el contacto con el grupo de iguales, las habilidades sociales del menor van disminuyendo por no practicarlas. Es muy importante que estemos atentos para normalizar esta situación lo antes posible.
Tras la muerte, el niño puede sentirse desprotegido ante la posibilidad de que la muerte pueda volver a repetirse y sentir que sus figuras de referencia o cuidado no están a salvo, de ahí que se muestre reticente a separarse de sus figuras de apego o que busque la seguridad de su bienestar en la medida de lo posible.
Las conductas que nos indican que esto está pasando y que más frecuentemente nos podemos encontrar en el aula son:
Tras un duelo, todos somos sensibles a que nuestra concentración se vea alterada, así como nuestro nivel de atención. Resolver un duelo requiere mucha energía y normalmente la atención está puesta en procesos internos.
El niño se muestra ensimismado, distraído, le cuesta centrarse en las tareas académicas que antes no le requerían tanto esfuerzo y, por consiguiente, hay una bajada del rendimiento escolar.
El menor puede mostrarse absorto en sus pensamientos o sentimientos y esposible que mentalmente se cuestione muchas cosas del futuro o de cómo va a resolver la rutina. Todas estas dudas hacen que el niño parezca ensimismado, despistado en su mundo, pero lo que ocurre es que está elaborando su duelo internamente, está trabajando la idea de que no va a volver a ver al fallecido y todas las cuestiones asociadas a esto.
Los profesores pueden ayudar al alumno dividiendo su tarea en objetivos más cortos, vigilando sus ejecuciones para que la distracción no baje su rendimiento, llamándole discretamente la atención o, de forma excepcional, dándole un plazo mayor para terminar las tareas propuestas en el aula. También es positivo revisar con ellos el error y darles la oportunidad de ser ellos quienes encuentren lo correcto, en lugar de corregir y darles la oportunidad de ser ellos quienes encuentren lo correcto, en lugar de corregir los errores sin ningún tipo de feedback.
El niño puede llegar al aula con quejas repetidas. Podemos encontrarnos ante niños que presentan:
…Y otros síntomas que nos llevan a pensar que se encuentra mal o que está enfermo. Estas quejas no son algo que el niño finja, no podemos considerarlo así. En realidad el niño siente ese malestar, lo que ocurre es que no hay una causa médica que lo justifique. Algunos de estos síntomas se relacionan con la sintomatología que desarrolló el fallecido antes de su muerte. El niño desde su temor a que le ocurra algo similar, puede tener esos síntomas al tratar de revisarse medicamente.
En un principio podemos dar un espacio en el aula al niño para que se tranquilice, se tome alguna pastilla que le hayan mandado y veamos si mejora. Poco a poco iremos espaciando la atención y tratando de que su malestar disminuya, razonaremos con él sobre si hay algún motivo objetivo para sentirse mal e intentaremos que continúe con sus tareas. Lo importante es que, si hay pequeños síntomas físicos, estos no incapaciten al niño.
Si el niño emplea una gran cantidad de recursos en resolver su duelo o en gestionar el malestar que le produce la pérdida, es lógico que tenga despistes u olvidos tras la muerte de un ser querido.
Puede suceder que se olvide de los plazos de entrega de determinados trabajos, de traer cierto material a clase. Esto también puede estar ligado al hecho de que haya fallecido la persona que estaba pendiente de que el niño se responsabilizada de esas cosas.
Encontramos con más frecuencia estos problemas cuando quien fallece es la persona que revisaba las tareas, que ayudaba al menor a preparar su mochila o las fechas de entrega.
Los profesores pueden ayudar al alumno revisando que se lleva todo, que ha apuntado bien las cosas, o creando un calendario de fechas importantes en el aula y en su casa. Así, poco a poco, vamos espaciando la revisión y el niño puede suplir sin problemas esos fallos en la memoria.
También podemos consultar a ver qué otro adulto puede ayudarle a revisar sus cosas para que estos olvidos se produzcan con menos frecuencia, para eso será necesario al principio darle más oportunidades o hacer un poco “la vista gorda” mientras se adapta.
Los problemas de atención, concentración y memoria comunes tras el fallecimiento pueden verse reflejados en una disminución del rendimiento académico. Es normal que en esta épica el niño obtenga peores resultados. El objetivo es que vuelva al rendimiento tuviera anteriormente y, para ello, habrá que hacer ajustes en la manera en que afronta sus tareas.
Estaremos más pendientes de su rendimiento en el aula y vigilar más de cerca su ejecución, tratando de apoyarle en la realización de las tareas y en las dudas que pueda tener.
Igualmente buscaremos dirigir al niño hacia la autonomía; si está muy despistado podemos escribirle una cartulina con los pasos que debe dar para hacer ciertas actividades.
Es importante que el profesor transmita al niño que su estado es normal y transitorio porque, si al hecho de la muerte se suma que no logra alcanzar los objetivos académicos cuando antes lo conseguía con facilidad, es posible que aparezca mucha angustia y frustración, lo que puede llevarle a abandonar actividades académicas en las que antes no tenía problemas.
Tras la pérdida de un ser querido, es normal que el niño se sienta más nervioso, o que la muerte le despierte miedos. Uno de los temores más comunes es el miedo a que otro pariente fallezca y se quede desprotegido. Esto le hace estar alerta en el colegio y muy pendiente del bienestar de sus familiares, generándoles mucha angustia y conductas de comprobación continuas.
Puede suceder que el niño desarrolle problemas para quedarse en el colegio e intente que se quede con él el adulto que lo acompaña, o tal vez puede tratar de irse con él para no separarse y así poder comprobar que está a salvo. Ante esta situación, los profesores pueden bajar al patio y recibir al niño, quedarse ahí un ratito y esperar a que disminuya la ansiedad del menor para subir a clase, mientras el adulto se va marchando.
También los profesores podrán permitir que el alumno haga una llamada al día para asegurarse del bienestar de sus parientes, y poco a poco, ir espaciándosela; puede llamar dos veces por semana, luego una y cuando compruebe que no pasa nada, y se tranquilice, entonces se le retirarán las llamadas y le iremos explicando lo improbable que es que pase algo malo o que, en caso de que algo sucediera, seguro que había personas que podrían cuidarle.
Es posible que al menor le preocupe mucho qué van a pensar de él tras lo sucedido, si llora, si ha faltado a clase o si los profesores se muestran más condescendientes con él. Le inquieta que sus compañeros puedan pensar que tiene mucha cara, que es blando o que parezca que la pérdida no le importa. Eso no quiere decir que los compañeros piensen eso realmente, sino que es el menor quien anticipa o imagino que eso puede ocurrir y tiende a evitar esa situación incómoda antes de que suceda, llegando incluso a no querer ir al colegio.
Lo ideal en estos casos es que el niño consiga razonar que, ante otro compañero en esa mismo situación, el no pensaría eso y trabajar con las opiniones reales que tendría.
Si el menor desarrollase fobia escolar; lo más conveniente sería recurrir a un profesional que nos ayude a gestionarlo. Para prevenir la fobia, es importante que el colegio reciba bien al alumno, y que éste no tarde mucho en reincorporarse al aula. También, si es posible, es bueno que en los primeros momentos los compañeros estén pendientes de él y de sus necesidades.
Durante el duelo por el fallecimiento de un ser querido, las imágenes y los recuerdos pueden provocar en el niño sentimientos de añoranza, tristeza, sensación de soledad o mucho desconcierto al enfrentarse a un situación, en general, nueva que cambia su vida y sobre lo que a menudo no tiene información previa o habilidades para afrontarla.
Habrá días que el niño será más propenso a estos arranques de llanto o a sumirse en una gran tristeza, por ejemplo, cuando se acerque la Navidad, en fechas señaladas como cumpleaños, el Día del Padre o de la Madre, actuaciones escolares a las que suelen acudir familiares… Esta expresión emocional no tiene mayor importancia, es algo normal.
Si vemos que el llanto es incontenible y que el niño puede sentirse abrumado por los compañeros, podemos darle margen para que salga un rato del aula y espere a que se le pase un poco.
Otra posibilidad es que esos llantos sean producto de la frustración o del sentimiento de impotencia que tiene el menor tras hacer fallado en algo que antes no fallaba o porque el menor se siente solo tras la realización de trabajos. En este caso podemos reforzar las ejecuciones que le acerquen a los objetivos u ofrecerle la ayuda de otros adultos si la necesita.
No castigaremos el llanto, ni reaccionaremos con frases como: “Para ya”, “No es para tanto” ni distraeremos la emoción. Le diremos que es normal estar triste, que no se preocupe por llorar si echa de menos a la persona fallecida y le dejaremos un espacio algo más privado que proteja su intimidad.
Si el llanto parece ser una llamada de atención que busca el interés del adulto, lo iremos ignorando poco a poco, le dejaremos que llore pero atendiéndole cada vez menos o intentando que busque el espacio íntimo por sí solo, sin ayuda del adulto.
A continuación, se expondrán algunas iniciativas de “Hablemos de duelo” un manual práctico para abordar la muerte con los niños, que podemos llevar a cabo para facilitar este proceso a los alumnos:
Con esto nos referimos a aquellas acciones que puede llevar a cabo el colegio antes de que se produzca un fallecimiento. Es decir, ya sabemos que antes o después nos vamos a encontrar con una situación de duelo en el aula, ya sea por el fallecimiento de un abuelo, un profesor, un progenitor, hermano, alumno… Y también sabemos que, cuanto antes tratemos el tema de la muerte en el aula, el pronóstico es mejor ya que la muerte forma parte de la vida y es un proceso normal.
Las acciones de formación preventiva consisten en que, antes de que se produzca una situación así, sean los propios docentes quienes aborden el tema en clase a través de alguna actividad.
Es conveniente que los profesores hayan recibido previamente algo de formación sobre el tema, o que cuenten con alguna persona de referencia a la que acudir en caso de duda y que pueda ayudarles con este tema o en casos concretos.
Algunas de las acciones que se pueden llevar a cabo son:
Un aspecto clave para trabajar con niños es lo atractivo que les resulten los materiales; cuanto más adecuados y atrayentes resulten para el menor; mejor acogida tendrán.
Podemos trabajar con cuentos grandes, vistosos, o sacar las escenas que más nos interesen de los cuentos e ir trabajando los distintos conceptos que el niño tiene que manejar para entender la muerte.
Con las películas, escogemos las que sean más actuales. Esto en ocasiones es difícil, pero trataremos de buscar las más recientes o las que se adapten mejor a la edad de los niños. Ya sabemos que las películas antiguas no suelen gustarles, porque hay mucha distancia entre la sociedad actual y la de hace diez años.
Podemos trabajar con emoticonos, pegatinas, fichas de colorear, pictogramas, noticias… buscando siempre que el trabajo se convierta en un aprendizaje atractivo.
Cuando tiene lugar un fallecimiento en la familia, es muy importante que los padres avisen a los profesores lo antes posible para que estén al corriente del suceso.
Lo más conveniente sería que los padres mantuvieran una reunión con los docentes para informarles de aquellos aspectos del fallecimiento que consideren importantes. Independientemente del tipo de muerte y del impacto que pueda tener, los docentes necesitan saber que han vivido los niños, que saben, que se le ha dicho, para así poder actuar bien a su vez, o poder ofrecer a los padres del niño información para que aborden el duelo del menor de la manera más adecuada.
Ante el mínimo conflicto, síntoma o indicador de problemas los profesores deben mantener una comunicación fluida para evitar que los problemas se hagan resistentes, ayudar al niño y mantener la misma línea de trabajo que los padres.
Ya que antes o después, un centro educativo se va a encontrar con una situación de estas características, lo ideal es que se le pueda dar una respuesta eficaz y adecuada.
Es normal que surjan muchas dudas la primera que hay que afrontar esta situación, que no sepamos cual es el mejor modo de actuar y se tenga la tentación de fingir que no ha pasado nada. Otras veces el caso toca muy de cerca a los profesores y abordaje es difícil.
Puede ser de ayuda buscar un momento para hablar con los compañeros del alumno en duelo, organizar una pequeña tutoría y explicarles lo que ha pasado y las emociones que pueda experimentar el compañero con el lenguaje adecuado y ejemplos: que sepan que es algo normal, que es bueno preocuparse por su bienestar; que tal vez se sienta abrumado, triste, enfadado, que quizás quiera hablar o por el contrario que debemos respetar su espacio en caso de que no quiera.
Si hubiera malestar, les explicaremos que vamos a tomar alguna medida excepcional para evitar que se comparen o que puedan expresar sentimientos de injusticia por el trato hacía el niño.
En todos los centros educativos hay fechas que se celebran de forma especial y que deben tratarse con cierta delicadeza: el Día del Padre o de la Madre, días de los abuelos, Navidad, vacaciones y todas aquellas fechas que vayan a vivirse por primera vez tras la pérdida y que tengan un carácter familiar especial. En esta categoría entran también los festivales o fiestas escolares en los que acostumbrarse a participar la persona fallecida como actos de graduación reuniones escolares, cumpleaños…
Cuando vaya a tener lugar una actividad con motivo de alguna de estas fechas señaladas podemos transmitir al niños que esas fechas van a repetirse sistemáticamente cada año y que al principio pueden resultar un poco más complicadas, porque uno no sabe cómo reaccionar ni que hacer exactamente, ya que nunca ha experimentado una situación similar.
Podemos permitir que sea el niño quien decida si quiere participar en la actividad y si se va a sentir cómodo con la misma. No es conveniente dirigir la actividad: si los niños van a hacer un trabajo manual, por ejemplo, para el padre o para un abuelo, podemos sugerirle al niño que ha perdido a este ser querido que haga el trabajo como si fuera un homenaje, un recuerdo y que así puede recordar a esa persona especial.
En los festivos o celebraciones escolares daremos prioridad a que el menor se sienta parte del grupo, que esté integrado. También le explicaremos que hay otras muchas personas pendientes de él en esos momentos y que están ahí porque se preocupan por él y quieren cuidarlo.
Las festividades familiares del ámbito privado, como las Navidades y los aniversarios, pueden entristecer al niño. Tiene que saber que entendemos que son malos momentos y que tiene derecho a sentirse triste o enfadado. En esas fechas podemos ser algo más flexibles con ellos y un poco más permisivos con las exigencias en el aula y con el comportamiento que esperamos de los niños.
Las acciones concretas no son medidas fijas y dependen de lo que cada profesor necesite en función de lo que el niño doliente manifieste a su regreso al aula. Cada docente puede adoptar las medidas que crea que van a beneficiar más al menor. Algunos ejemplos serían los siguientes:
a) Permitir salidas del aula: Los primero días tras la pérdida es posible que el niño esté muy nervioso o afectado por lo que será preciso que salga cuando necesite tranquilizarse. El alumno debe saber que ésta es una medida temporal que puede utilizar cuando esté muy triste, nervioso o preocupado. Le permitiremos salir un rato hasta serenarse, buscando si es necesario la ayuda de otro compañero u otro adulto disponible para que le acompañe y le ayude a tranquilizarse.
b) Aplicar medidas excepcionales con las tareas: Como sabemos, el duelo puede afectar directamente al rendimiento escolar. El niño está más despistado, más descentrado, tiene olvido lógicos y podemos tomar algunas medidas excepcionales:
Estas medidas son excepcionales y no pueden convertirse en una costumbre. Le reconduciremos hacia la normalidad apoyándole en su autonomía.
c) Proporcionar al alumno apoyo extra ante dificultades: Al igual que en el apartado anterior, cuando veamos que el menor se bloquea o se atasca en las actividades académicas, podemos dedicarle un tiempo extra que afiance los conceptos y no se quede descolgado del grupo. Hay que tener en cuenta que con frecuencia era la persona fallecida quien se ocupada de repasar con ellos, de realizar las tareas, de revisar su rendimiento y todo eso puede generar dificultades en su aprendizaje. También hay que prestar atención a su tolerancia a la frustración y a sus bloqueos, intentando que los afronte lo mejor y más rápidamente posible.
d) Facilitar la adaptación al aula: A veces la reintegración en el aula no es fácil, ya sea por el impacto de la pérdida o porque el menor se ha ausentado muchos días.
También, como ya hemos mencionado, el menor teme la opinión de los compañeros o tiene miedo de ser diferente y que los demás le traten de modo distinto. La mentalidad con la que se reincorporan tras el periodo de ausencia o después de un cambio drástico en la familia hace que piensen que los demás van a tener forjada una opinión desfavorable al respecto.
Es bueno que les expliquemos que ya hemos hablado con el grupo, que si quieren pueden contar ellos mismos lo que ha pasado o, si no quieren, respetaremos su silencio hasta que estén preparados. Les tranquilizaremos sobre sus ideas de cómo va a ser la reincorporación y, si el niño se deja, aclararemos con él y el aula lo que sabemos y lo que pensamos de la muerte. Intentaremos acompañarle y ayudarle a que vuelva a adquirir las rutinas de aula lo antes posible, si es que las ha perdido.
e) Fomentar el respeto ante el grupo de iguales: Uno de los temores de los niños es la percepción que tienen de ellos sus compañeros, sobre todo si es distinta; temen lo que van a pensar o a opinar de ellos, ser diferente y quedar señalados, así que habrá que tener especial cuidado cuando le expliquemos a la clase lo sucedido y cómo repercute esto en el alumno.
Igualmente hay que estar más pendiente de determinados insultos o comentarios que se producen a veces y que, además suelen coger los niños dolientes en un momento en el que están irascibles y por consiguiente, sus reacciones suelen ser más violentas. Los docentes deben estar un poco más atentos de lo habitual y cortar las reacciones agresivas de los dolientes hacia sus compañeros.
f) Facilitar la incorporación a las rutinas: Al principio las rutinas van a verse interrumpidas; es razonable que el alumno salga, que le cueste coger el ritmo, que no quiera jugar con sus compañeros en el recreo… Pero poco a poco estas situaciones excepcionales se irán reduciendo hasta que recupere la normalidad.
Si el niño desea participar normalmente en las rutinas desde el principio o no muestra indicios que hagan pensar que no es capaz de reintegrarse en ellas, debemos introducirle con flexibilidad. Hay que procurar que las siga desde el inicio, si es que puede, nunca obligándole ni llamándole la atención por no poder seguirlas a la perfección o como lo hacía antes del duelo.
Lo ideal es recuperar las ruinas cuanto antes –ya sabemos que éstas ayudan a dar normalidad a la vida del niño-, pero sin dejar de ser flexibles ante posibles dificultades.
g) Trabajar los sentimientos y proporcionar seguridad emocional: El docente debe hacerle saber al niño que no está solo y que entiende que está en duelo; que aparecerán emociones y sentimientos, que no tiene que avergonzarse y que es normal que se sienta así.
Es bueno que el menor sienta que hay adultos con los que puede contar si necesita soporte o contención emocional. También es positivo que entienda que esos sentimientos de tristeza, soledad, angustia o desamparo forman parte de la existencia y que va a ser capaz de integrarlos en su vida, y seguir avanzando, que su vida no va a detenerse o interrumpirse por el hecho de que se sienta así.
Podemos hacer saber al alumno que nosotros también estamos afligidos por su situación y no ocultaremos nuestra tristeza o preocupación. No conviene fingir que no pasa nada ni disimular las emociones en caso de que no podamos reprimirlas.
h) Comunicación entre los distintos profesionales del centro: Debido a que el tema de la muerte puede ser delicado o controvertido, conviene que todos los docentes o miembros del colegio estén al corriente tanto de la situación del alumno como de las acciones que van a llevarse a cabo, para no solaparse, repetirse y provocar cierto agobio al niño.
Lo ideal es que uno de los adultos del entorno del niño, que tenga buena relación con él, se encargue de coordinar la acción y de centralizar la información.
Si hubiera alguna intervención externa –como, por ejemplo, un servicio de salud mental- es recomendable que ésta también se coordine con los servicios implicados para ir todos en la misma dirección y ayudar al menor de forma más eficaz.
i) Evitar mensajes “típicos” o frases hechas: Ojo con los mensajes que le damos al niño. Se dicen muchas frases tópicas en torno a la pérdida “No llores”, “Tienes que ser fuerte”, “Ya verás cómo no pasa nada”, “Ahora el abuelo está en el cielo y está mejor”; “Te ve desde donde esté”… Y un número infinito de tópicos que tienden a dispararse tras una muerte. Sabemos que a menudo este tipo de mensajes cortan la expresión emocional o responsabilizan al niño de situaciones familiares de las que no debería hacerse cargo. También transmiten ideas erróneas como, por ejemplo que la fortaleza no va unida a la tristeza o el llanto.
A veces no sabemos qué decir, pero en el aula es mucho mejor explicar al niño “No sé qué decirte, pero estoy aquí para lo que necesites”, que decirle una frase enlatada y carente de empatía.
Aunque los profesores hayan pasando una situación parecida, es importante que no recurran a las comparaciones porque, como ya hemos dicho, cada duelo es único y tiene características propias.
Lo más común es que le duelo en los niños se resuelva de forma natural. Por eso, si dejásemos que todo siguiera su curso, probablemente el menor acabaría resolviendo su duelo de manera exitosa y aprendería las habilidades de afrontamiento necesarias para encarar otras muertes a lo largo de su vida.
Aunque la resolución vaya a ser adecuada en la mayoría de los casos, es importante que los menores se sientan acompañados en ese proceso por varios adultos del centro escolar, pero que tengan una persona concreta de referencia a la que acudir en caso de dificultad, bloqueo, momento crítico o cualquier eventualidad que pueda surgir. Lo ideal es que esa persona sea alguien con quien tengan confianza y a quien estén unidos.
Conclusiones
Encontré la necesidad de investigar sobre este tema, cuando en mis segundas prácticas una de las alumnas acababa de perder a su abuelo, ahí fue cuando me di cuenta de lo poco preparada que me sentía yo misma y el resto del profesorado para enfrentar una situación así. Vi una carencia y la quise suplir, tanto, que se convirtió en mi trabajo de fin de grado, este artículo es solo una base que puede servir de ayuda para los maestros para descubrir que se pueden encontrar y que pueden hacer al respecto.
Esta investigación, me proporcionó las claves básicas, que un día me faltaron como profesional y después de su realización tengo claro que como maestra quiero ofrecer a los alumnos verdad, ¿y qué hay más real que la muerte? Por desgracia, las personas se mueren, se mueren los hermanos, se mueren los padres, se mueren las mascotas, y los niños no son indiferentes a ello, también sufren, también notan los cambios, también necesitan atravesar el proceso del duelo y desde la escuela debemos ayudarles tanto en el aula como en casa, debemos servir de apoyo a las familias y trabajar en equipo para conseguir superar esta etapa tan dolorosa.
En un inicio, me enfocaba principalmente en los alumnos que estuvieran atravesando la etapa de duelo, pero según iba investigando más me empecé a dar cuenta que este trabajo también debía estar destinado al resto de alumnos que nunca han sufrido ninguna pérdida, es decir enfocar este tema, de forma paliativa y preventiva. ¿Por qué también de forma preventiva? Muy fácil…
Si tuviéramos la mala suerte de toparnos con un alumno atravesando la etapa de duelo, me gustaría mostrar al resto de sus compañeros, como éste alumno se siente, con el objetivo de arroparle, entenderle y sobretodo apoyarle, tanto por parte de su familia y profesorado como también por parte de sus compañeros, ya que éstos forman parte de su día a día.
Otra de las razones se encuentra en la de ofrecer información y conocimiento a los alumnos ¿Por qué no conocer lo que es la muerte? ¿Qué tiene de malo? La respuesta es que las personas sufren y nos empeñamos en sobreproteger a los niños, cuando no nos damos cuenta de que lo que realmente necesitan es entender el mundo en el que viven, y esto forma parte de la vida.
Algunos dirán que no es necesario si el alumno no ha experimentado la pérdida de alguien, pero llegará y el día en el que llegue este niño sabrá a lo que se enfrenta, entenderá como normales sus sentimientos, entenderá por que el mundo que le rodea ha cambiado y entenderá la actitud de su familia. Este proyecto es positivo para el niño, empecemos a dejar de entender la muerte como tabú, es necesario trabajarlo con los alumnos, es vital, forma parte de la vida.
Pensamos que van a sufrir o a pasarlo mal hablando de la muerte, pero es todo lo contrario, se mostrarán interesados, ya que es algo que nadie se ha molestado en hablar con ellos, si algo caracteriza a los niños es la necesidad de saber de averiguar de conocer… Quieren y necesitan saber que hay detrás de la muerte. Proporcionémoslo.
Por el contrario, aquellos que si saben lo que es la muerte, porque lo están viviendo, también tienen esta necesidad, quieren compartirlo con el resto, les gusta hablar de ello, y sobre todo de la persona que han perdido. Entiendo que para las familias es duro tener que hablar de este tema tan complicado con sus hijos, por ello la escuela debe ofrecer este espacio al alumno, la escuela se debe convertir en su refugio, donde poder expresar como se siente, que le gustaría, al fin y al cabo, solo hablar. Permitámoslo.