El tema tratado en el presente escrito está enfocado en el malestar ocasionado principalmente en la comunidad escolar, en concreto con los docentes, aunque también es conveniente que lo relacionemos con la sociedad, donde tiene un gran papel el estrés, el malestar y/o “burnout”. Asimismo, también es necesario destacar las variables más significativas que pueden influir negativamente en el grado de motivación del docente y la práctica de este último como propuestas para tratarlo.
Palabras clave:
Malestar, comunidad escolar, educación, motivación.
The topic addressed in this paper is focused on the discomfort caused mainly in the school community, specifically with teachers, although it is also convenient that we relate it to society, where stress, discomfort and/or "burnout" play a great role. It is also necessary to highlight the most significant variables that can negatively influence the level of motivation of the teacher and the practice of the latter as proposals to address it.
Keywords:
Physical discomfort, school community, education, motivation.
Como futuros maestros, somos conscientes de que los conflictos que en esta profesión se generan están siendo objeto de preocupación, ya que cada vez hay más docentes que sufren y como consecuencia tienen miedo de entrar en el aula. Hoy en día, constatamos que los profesores tenemos que dar respuesta a una sociedad cada vez más exigente con la educación, caracterizada por múltiples factores: sociales, educativos, laborables, que nos afectan directamente en nuestro entorno social y laboral, perjudicándonos a la hora de desempeñar nuestras labores como docentes.
Además, para enmarcar nuestro razonamiento dentro de una dinámica académica nos es necesario conocer algunas definiciones enlazadas con esta temática. Uno de los términos claves es el malestar docente, que se define como “el conjunto de consecuencias negativas que afectan a la personalidad del profesor a partir de la acción combinada de condiciones psicológicas y sociales en que se ejerce la docencia” (Esteve, 1987).
Ahora bien, respecto a las variables más destacadas, desde nuestro punto de vista, podríamos destacar las que están vinculadas con la labor del profesor dentro del aula y con su alumnado, y las que son contextuales. Si profundizamos en las primeras podemos encontrar la escasez de recursos materiales y las deficientes condiciones de trabajo, los cambios en la relación profesor-alumno, el agotamiento docente y la fragmentación de su labor, ya que el docente sufre una sobrecarga de trabajo, debiendo realizar una actividad fragmentaria en la que la lista de exigencias parece no tener final.
Sin embargo, si nos centraremos en las variables contextuales tenemos todas aquellas vinculadas al contexto en el que se lleva a cabo la docencia. Entre ellas podemos destacar la modificación del rol del profesor, dado que desde hace tiempo se vienen aumentado las exigencias y responsabilidades de los docentes y de la escuela, haciendo que se extienda la idea de que toda labor educativa debe hacerse en la escuela y exigiendo que asuman funciones que antes competían a otras instituciones sociales; la función docente, que ha sido cada vez más desvalorizada y ahora es más fácil que se rebata al profesor y no solo desde la perspectiva propia del alumno, sino también desde la perspectiva global de la sociedad.
Además, siguiendo la clasificación realizada por Ortiz (1995), habría que nombrar las variables relacionadas con la problemática relacional: relación con los compañeros y la autoridad, relación con los padres, relación con los alumnos y las variables de carácter intrapersonal. Estas últimas son fundamentales, ya que en nuestra profesión, estamos constantemente relacionándonos con personas. Si nosotros no estamos cómodos con las relaciones que nos rodean y cómo las llevamos, podemos caer en un estado de malestar, estrés y/o “burnout”, que ya no solo nos afectará en nuestro entorno laboral, sino que también lo hará en nuestro día a día y en nuestra salud mental.
Asimismo, también me gustaría mencionar que cuando estamos sometidos a situaciones de estrés y/o malestar nos afecta de múltiples maneras que influyen directamente sobre nosotros en lo personal (física o personalmente). Por ello, debemos conocer los efectos que pueden desencadenar estas situaciones. Entre ellas encontramos los de tipo cognitivo (inseguridad, temor a la pérdida del control, irritabilidad), de tipo fisiológico (tensión muscular, dolor de cabeza, temblores) y de tipo observable/motor (movimientos motores repetitivos, beber sin control). Todas estas tienen como consecuencia que no rindamos de la forma más adecuada en nuestro puesto de trabajo y que no podamos conciliar nuestra vida social y laboral como desearíamos hacerlo.
Para concluir este apartado, respecto a la relación de las variables con otras profesiones, creo que todas las de carácter personal y las de recursos pueden afectar a la mayoría de los trabajos, ya que, en cualquier trabajo, a mayor nivel de demanda laboral y menor grado de control sobre el propio trabajo y de recursos, se elevarán los niveles de malestar y disminuirán los niveles de satisfacción laboral. Además, cabe destacar que las variables vinculadas con la problemática relacional están en todos los ambientes de trabajo que promueven el contacto con la gente y la mala relación con otros puede ser uno de los causantes más importantes del estrés o malestar laboral.
Al hablar de los factores que inducen a la aparición de los síntomas del malestar docente es necesario atender a los de tipo individual, al de dinámica relacional y social.
Por un lado, si nos centramos en los factores individuales de rasgos de personalidad, debemos tener en cuenta que se trata de un contexto intrapersonal, en el que identificamos la angustia, el estrés y el malestar profesional. Esto se acentúa cuando la personalidad del sujeto es débil y cuando el entorno ejerce una presión que no permite al individuo poder aplicar su capacidad de adaptación. Además, debemos destacar que no todos los docentes tienen el mismo comportamiento o la misma conducta ante las situaciones que se les muestra en la realidad. Unos mostrarán conductas negativas a sí mismos y a lo que les rodea (tipo A), mientras que otros no lo harán (tipo B).
Partiendo del modelo de conducta tipo A, podemos observar que un conjunto de respuestas al estrés, como la competitividad, la impaciencia y la hostilidad están relacionadas con una mayor probabilidad de desarrollar estados negativos respecto a la labor docente. No obstante, también remarcar que estos rasgos simplemente son una mera protección propia del individuo
En contraposición al primer tipo de conducta, tenemos la conducta tipo B. En ella los sujetos tienden a ser más tranquilos y relajados, ya que afrontan de una forma más adecuada los problemas que le van surgiendo, aunque esto no quiere decir que no sean tan ambiciosos como los del primer tipo, sino que simplemente saben resolver los conflictos desde una perspectiva más optimista.
Por otro lado, otro factor que habría que mencionar es el de la dinámica relacional, ya que esta profesión conlleva situaciones de relación continuas con los agentes de autoridad, los demás docentes, el alumnado y los padres de estos. Si incidimos en las relaciones interpersonales y laborales con los compañeros, podemos nombrar la falta de comunicación y de cooperación, aunque también es cierto que muchas veces se niega la comunicación y la ayuda de otro maestro/a por miedo al rechazo o a las críticas negativas que puedan surgir.
En cuanto a la relación con los padres, es necesario remarcar que la unión entre docentes y padres nunca ha sido la ideal, ya que no ha habido la comunicación fluida que requiere esta profesión. Las reuniones se han simplificado a la comunicación sobre aspectos poco adecuados de la conducta y del rendimiento de los discentes.
Además, remarcar que dentro del factor social han tenido lugar determinados cambios en la sociedad, que han repercutido sobre el ideal que tenemos de profesor y de la función docente, desvalorizando su propia identidad laboral. Esto viene dado desde hace años, ya que han aumentado cada vez más las demandas planteadas al docente y el principal problema reside en que muchas veces estas demandas van relacionadas con una falta de recursos.
Por último, debemos incidir en los factores de tipo tecnológicos. En lo referente a este factor, desde las instituciones se debería ofertar a los equipos docentes más cursos y programas para aprender a manejar estas nuevas tecnologías en el aula y, de esta manera, no existiría tantos problemas para emplearlas en el contexto educativo. Con este tipo de formación nos sentiríamos más seguros a la hora de usarlas y podríamos enseñar a nuestro alumnado las múltiples funciones que tienen e incluso podrían llegar a retener mejor los conocimientos; si el mundo avanza, la comunidad docente debe, en consecuencia, hacer lo propio.
En este apartado incidiremos en las diferentes propuestas de intervención fundamentadas para la formación inicial y permanente del profesorado y, como consecuencia, la mejora de su bienestar propio tanto en el aula como fuera de ella. Con el fin de justificar y argumentar dichas propuestas, revisaremos los diferentes tipos formación de profesorado dominantes para luego defender una formación que promueva un cambio más profundo, relativo a las competencias y sentimientos del docente, es decir, un cambio que mejore su labor profesional. Una modificación de esta naturaleza requiere identificar una unidad de análisis e intervención compleja y contextualizada, que nos aporten los conocimientos y competencias exigibles para afrontar los problemas más comunes en la práctica educativa.
Antes que nada, debemos tener en cuenta que la formación de profesores sigue partiendo de una doble vía, la cual está formada por el currículo y por un conjunto de experiencias docentes más o menos supervisadas.
En el primer caso, al basarse en un documento de naturaleza conceptual, se adquieren formas de interpretar y actuar en el aula erróneas o insuficientes, ya que esa realidad educativa está basada como mucho en resolución de problemas y simulaciones que suelen carecer de las características de un aprendizaje realista, sin elementos propios de nuestra situación en el aula.
Por otro lado, respecto a la formación basada en experiencias, estas suelen ser más eficaces puesto que se ven realidades que afectan a nuestro desempeño laboral como el clima con los demás profesores, las buenas relaciones intrapersonales, la relación con los padres, la disponibilidad de los recursos necesarios para nuestras sesiones, entre otros.
Partiendo de lo anterior, entre las actividades que podríamos realizar tenemos talleres de reflexión, los cuales favorecen al trabajo grupal. De acuerdo con Pichon-Rivère (1983), “las propuestas de intervención en grupo tienen como fin que los participantes aprendan a pensar en grupo, considerando que el conocimiento y pensamiento están íntimamente vinculados con producciones sociales”. Entre algunos ejemplos de intervención tenemos:
a) Formación de equipo coordinador de la convivencia. Esta servirá de reflexión para el equipo directivo. Con ella se pretende reflexionar en torno a los roles y funciones específicas de cada directivo y los efectos esperados productos de la gestión de la convivencia y las ventajas que tiene contar con equipo coordinador de convivencia.
b) Formación de equipos de trabajo colaborativo. El objetivo de esta actividad sería reflexionar sobre la importancia de los grupos de trabajo colaborativos en el centro educativo. En esta formación podremos mejorar tanto las estrategias de desarrollo como individuo, ya que hay una parte individualizada, como las de carácter grupal.
c) Formación para aprender a resolver conflictos de forma colaborativa y autónoma. El objetivo de esta actividad sería aprender a resolver conflictos de forma colaborativa y autónoma, lo cual les ayudará a reflexionar sobre su realidad docente y la del centro educativo.
Ahora bien, con relación a la evaluación de estas formaciones, emplearemos cuestionarios (iniciales y finales), descripción escrita de situaciones difíciles y representaciones de las situaciones que se les planteen, así conseguiremos crear un clima más satisfactorio en la comunidad educativa.
Reunir a los profesores para mejorar su práctica y su bienestar docente presenta ciertas ventajas. Entre ellas destacamos las de tipo psico- profesional, vinculadas con el aislamiento de los docentes; las de ayuda técnico-profesional, que ayudan a los profesores a comunicarse, a compartir sus ideas; y las de carácter científico (Fernández, 1988).
Asimismo, debemos incidir en las formaciones, que son necesarias no solamente para mejorar y resolver los incidentes surgidos, sino que sirven de gran ayuda como estrategia de desarrollo personal y organizacional. Estas son:
a) Formación para el desarrollo, el cambio y la mejora personal.
b) Formación inicial para los profesores noveles.
c) Formación en metodologías y técnicas docentes, trabajando en equipo.
d) Formación de toda la sociedad: escuela, familia, sociedad como agentes educadores.
e) Formación para afrontar mejor los problemas personales y laborales.
f) Formación y comunicación con los directivos.
Teniendo en cuenta las diferentes propuestas nombradas anteriormente, sería de suma importancia mejorar la comunicación ya no solo de los profesores del propio centro, sino de también de otros centros escolares mediante las TIC o con la ayuda de las administraciones públicas. Si estas nos facilitan recursos para poder llevar a cabo talleres entre profesores de distintos centros, podríamos elaborar grandes propuestas de intervención, compartir conocimientos, material pedagógico, experiencias personales y la comunicación se vería notablemente mejorada. Eso sí, para conseguir todo esto, primero debemos conseguir reducir el enfoque normativo que predomina en la formación docente, en la que se incide en el ser un maestro plenamente feliz, sin problemas.
Sin embargo, la realidad es muy distinta, en esa fachada hay dudas, miedo, temores, insatisfacciones; el docente no es alguien ideal, es un sujeto que también tiene conflictos, preocupaciones, contradicciones y que necesita ciertas ayudas para poder superar estos problemas de una manera óptima, sin perjudicar a sus discentes y a su labor docente en sí.
Por otra parte, centrándonos en las propuestas de tipo personal destacaría el entrenamiento de habilidades emocionales puesto que es de suma importancia tener un autoconocimiento y el control de nuestros sentimientos en nuestras propias manos y, de esta manera tomaremos decisiones más acertadas y una vida más satisfactoria, tanto dentro como fuera del aula.
Respecto a las situadas en el ámbito laboral, recalcaría las del trabajo en equipo y las de consenso, ya que no siempre se tiene en cuenta la opinión de todos los miembros de la comunidad educativa y esto, luego, deriva en un malestar laboral y personal. Además, nos servirán para mejorar la cooperación entre todos y así conseguir una unión más fuerte entre todos los agentes educativos. Un ejemplo de actividad sería la del refugio subterráneo, que pone aprueba nuestra capacidad de trabajar en equipo y, lo más importante, nuestros propios valores.
En definitiva, hemos de decir que pensamos que la formación del profesorado basada en los aspectos nombrados en este trabajo abre nuevas e interesantes vías de desarrollo laboral. Aunque faltaría todavía lo más difícil, que las administraciones e instituciones educativas apoyen más este tipo de formación y que apuesten por programas de intervención constantes, que se asemejen, en la medida de lo posible, a la práctica real de nuestra labor docente. Nuestros problemas no se resolverán con seminarios y talleres de escasos días y horas, sino con participantes comprometidos con la mejora de la educación.
Conclusiones
Para concluir, destacaremos que experimentar este malestar docente nos afecta en nuestra labor docente, puesto que no estamos ni motivados ni cómodos con lo que hacemos y, además, nos hace estar en pleno desequilibrio con nuestro entorno social e individual, disminuyendo considerablemente nuestro bienestar.
Por otra parte, debemos menciona, además de todo lo nombrado a lo largo del escrito. el aumento de la ratio en las aulas, que disminuye notablemente la calidad de la enseñanza, lo que provoca una gran preocupación en el colectivo docente, puesto que entre más alumnado tengamos en clase, menos atención individualizada podremos tener y, como resultado, habrá una bajada respecto al nivel de conocimientos adquiridos por los discentes y una mayor carga de estrés para el docente.
Por último, hemos de decir que pensamos que la formación del profesorado basada en los aspectos nombrados en este trabajo abre nuevas e interesantes vías de desarrollo laboral. Aunque faltaría todavía lo más difícil, que las administraciones e instituciones educativas apoyen más este tipo de formación y que apuesten por programas de intervención constantes, que se asemejen, en la medida de lo posible, a la práctica real de nuestra labor docente. Nuestros problemas no se resolverán con seminarios y talleres de escasos días y horas, sino con participantes comprometidos con la mejora de la educación.
Conseguir el bienestar docente no es una utopía si nos proponemos formar entre todos y todas su viabilidad, poco a poco, teniendo una formación de conocimientos y estrategias que lo garantice.
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