El interés por el estudio del desarrollo personal y social se inicia en la década de los 60. Es entonces cuando a través de los cambios sociales y psicopedagógicos ocurridos en algunos centros educativos se plantea ofrecer una formación que tenga en cuenta no solo la adquisición de conocimientos, sino que también se preocupe por el desarrollo humano.
Diversos estudios realizados sobre el acoso escolar revelan que un alto porcentaje de menores afirman haber sufrido algún tipo de agresión en el ámbito educativo. Los fenómenos de violencia en la adolescencia son cada vez más frecuentes, y la gran mayoría de los educadores consideran que el principal problema en las aulas son los problemas de la disciplina.
Esta información revela la importancia de trabajar la promoción del desarrollo personal y social desde infantil y, concretamente, la autoestima.
Palabras clave
Autoestima; socialización; desarrollo personal; desarrollo social.
The interest in the study of personal and social development began in the 1960s. It is then that through the social and psychopedagogical changes that occurred in some educational centers, it is proposed to offer training that takes into account not only the acquisition of knowledge , but also care about human development.
Various studies carried out on bullying reveal that a high percentage of minors claim to have suffered some type of aggression in the educational environment. The phenomena of violence in adolescence are increasingly frequent, and the vast majority of educators consider that the main problem in the classroom is discipline problems.
This information reveals the importance of working to promote personal and social development from childhood and, specifically, self-esteem.
Keywords
Self, estreem, socializatión, personal development, social development.
La autoestima es la valoración que cada persona realiza de sí misma. Es el grado en que una persona se acepta, se quiere y se valora en todas y cada una de sus dimensiones.
Alcántara (2001), afirma que la autoestima no es innata, sino que es adquirida y se genera como resultado de la historia de cada persona. Es el fruto de una larga y permanente secuencia de acciones y pasiones que van configurando a la persona en el transcurso de sus días de vida.
Es el fruto de la unión de muchos hábitos y aptitudes adquiridos. Esta es la meta más alta del proceso educativo, y constituye el centro de nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Si profundizamos en el análisis de la estructura compleja de la autoestima podemos comprobar que se basa en tres componentes: cognitivo, afectivo y conductual. Los tres operan correlacionados, de manera que una modificación en uno de ellos comporta una alteración en los otros dos.
El componente cognitivo se refiere a la idea, opinión, creencias, percepción y procesamiento de la información.
El afectivo es la valoración de lo positivo y negativo que hay en nosotros. Significa sentirse a gusto o a disgusto consigo mismo y admira la propia capacidad. Se trata de un juicio de valor sobre nuestras cualidades personales, es decir, la respuesta de nuestra sensibilidad y emotividad ante los valores y contravalores que advertimos en nosotros mismos.
Y el componente conductual significa intención y decisión de actuar o de llevar a la práctica un comportamiento consecuente y coherente. Se trata del esfuerzo por alcanzar fama, honor y respeto ante nosotros mismos y los demás.
El ser humano es un ser sociable por naturaleza, por lo que necesita relacionarse e interactuar con los demás. En este tema tiene especial relevancia la familia, sus iguales y el profesorado, puesto que, son los principales agentes de socialización del infante, a través de los cuales establecerá relaciones sociales que contribuirán a su aprendizaje social y a su desarrollo interpersonal.
La socialización es particularmente intensa durante los primeros años de vida. El individuo adulto que surgirá más tarde dependerá en gran medida del tipo de socialización que reciba y del tipo de ambiente emocional en el que haya vivido.
La forma en que nos traten nuestros padres y madres no determina nuestra autoestima; sin embargo, es evidente que el medio familiar tiene un fuerte impacto para bien o para mal. Los padres pueden alimentar la confianza y el amor propio o colocar enormes obstáculos en el camino del aprendizaje de tales actitudes, el surgimiento de una buena autoestima o hacer todo lo concebible para alterarla.
En cuanto al profesorado, ejerce una influencia determinante en el alumnado para bien o para mal. Es visible la influencia que puede llegar a ejercer un solo tutor sobre sus alumnos. Sin embargo, es mucho mayor cuando actúa todo el profesorado al unísono. Por ello es necesario llevar a cabo un trabajo en equipo y en la misma dirección si se desea lograr un nivel de eficacia significativo. Cuando en el centro educativo existe esa cooperación, todo el profesorado que trata a un mismo alumnado, los resultados favorables se multiplican de forma admirable.
Un menor con características personales positivas cree firmemente en ciertos valores y principios, y está dispuesto a defenderlos. No pierde el tiempo preocupándose en exceso por lo que le haya ocurrido. Tiene una confianza básica en su capacidad para resolver sus propios problemas. Se considera y se siente igual que cualquier otra persona. No se deja manipular por los demás y reconoce y acepta en sí mismo una variedad de sentimientos.
Por el contrario, un niño que presenta características negativas en su personalidad, es una persona autocrítica, crea un estado habitual de insatisfacción consigo misma. Presenta hipersensibilidad a la crítica, es decir, se siente fácilmente atacada. Tiene un miedo exagerado a equivocarse. Es perfeccionista, se siente mal si las cosas no salen como él quiere y exagera la magnitud de sus errores, no llega a perdonarse por completo. Además, se irrita con facilidad, casi todo le sienta mal, le disgusta o decepciona y tiende a verlo todo negro, su vida, su futuro y así mismo.
Según Branden (1987) el modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta de forma decisiva en todos los aspectos de nuestra experiencia, desde la manera en que funcionamos en el trabajo, el amor, hasta nuestro proceder como padres y las posibilidades que tenemos de progresar en la vida. Por lo tanto, la autoestima es la clave del éxito o del fracaso. También es la clave para comprendernos y comprender a los demás.
Una persona con una alta autoestima se siente confiadamente apta para la vida, es decir, capaz y valiosa. Estará mejor preparada para afrontar las adversidades; cuanto más flexibles seamos, más resistiremos las presiones que nos hacen sucumbir a la desesperación o a la derrota. Tiende a ser creativa en el trabajo, lo que significa que también tendrá más posibilidades de lograr el éxito.
Tenderá más a entablar relaciones enriquecedoras y no destructivas, ya que lo semejante se atrae entre sí, y la vitalidad y la generosidad de ánimo son más apetecibles que el vacío afectivo y la tendencia a aprovecharse de los demás.
Estará más inclinada a tratar a los demás con respeto, generosidad y buena voluntad, ya que no lo percibirá como una amenaza, y porque el respeto por uno mismo es la base del respeto por los demás. Y experimentará más alegría por el solo hecho de ser, de despertar por la mañana, de vivir.
Por el contrario, tener una autoestima baja es sentirse incompetente para la vida.
Según McKay y Fanning (1991), cuando una persona se juzga duramente a sí mismo, se vuelven más difíciles casi todos los aspectos de su vida, ya que, por ejemplo, espera que los demás vean sus puntos débiles y se sientan tan disgustados por ellos como lo están ellos, y están constantemente preparados de antemano para el rechazo a su “yo real”.
También se deprime cuando es criticado y evita las situaciones sociales en las que existe una probabilidad de crítica o rechazo. No asume riesgos, no conoce a nuevas personas, y se siente solo. Por ello, les resulta difícil ser abiertos con otras personas.
Teme los errores, y no le gusta hacer cosas nuevas. Es difícil aprender nada porque los inevitables errores que ello comportan le derrumban. Tiene que trabajar extremadamente duro para que nadie encuentre nunca un error en lo que uno hace.
Evita los desafíos porque espera fracasar siempre y disciplinar a sus hijos porque teme su enfado. Es difícil decir poner límites en las relaciones porque si la otra persona se molesta se sentiría mal.
Dan demasiado y a veces deja que abusen de ellos porque no puede imaginar que otra cosa les una. Y está tan centrado en sus errores que, a menudo, se siente deprimido o disgustado consigo mismo; gran parte de lo que hace le parece mal o fruto de incompetencia.
Todo ello llevará a una persona con baja autoestima a no conseguir satisfacer sus necesidades, a no hacer cosas que le gustan o a no estar con las personas realmente provechosas. Además, también les resultará más difícil afrontar o superar los problemas de su vida cotidiana. Y es que los ataques a sí mismo, le serán más destructivos que los daños originales.
Todo el mundo debería disfrutar de un alto nivel de autoestima, experimentando tanto una fe intelectual en sí mismo como una fuerte sensación de que merecemos ser felices.
Sin embargo, hay mucha gente a la que esto no le ocurre. Numerosas personas padecen sentimientos de inutilidad, inseguridad, dudas sobre sí mismas, culpa y miedo a participar plenamente en la vida, una vaga sensación de que “lo que soy no es suficiente”.
La autoestima es importante porque puede afectar a nuestra manera de estar y actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás, por lo tanto, es inevitable que influya en nuestra manera de pensar, sentir, decidir y actuar. Es fundamental desarrollar la autoestima de una forma positiva y realista, que nos permita descubrir nuestros recursos personales para apreciarlos y utilizarlos debidamente, así como nuestras deficiencias, para aceptarlas y superarlas en la medida de nuestras posibilidades.
Bonet (1997), expone que debemos reconocer y apreciar nuestras cualidades, a la vez que aceptar y descubrir nuestras limitaciones para poder ser personas seguras y confiadas, aunque la autoestima no consiste únicamente en esto, sino en el siguiente principio:
“Todo ser humano, sin excepción (incluido yo mismo), por el mero hecho de serlo, es digno del respeto incondicional de los demás y de sí mismo; merece que se le estime y que se estime.” (Bonet, 1997, p.20)
Por otro lado, Alcántara (2003), basa la importancia de la autoestima en los siguientes aspectos:
La autoestima condiciona el aprendizaje: la adquisición de nuevos conocimientos está sometida a nuestras actitudes básicas; de estas depende que los límenes de la percepción estén abiertos o cerrados, que una red interna dificulte o favorezca la integración de la estructura mental del alumnado o que se generen energías más intensas de atención y concentración. Aquí reside, la causa del elevado fracaso escolar.
Cada día se demuestra la impotencia y la decepción en los estudios de los niños o adolescentes con un nivel bajo de autoestima. Al igual que las nuevas experiencias negativas refuerzan el autodesprecio, cayendo en un círculo vicioso autodestructor.
Las bajas calificaciones, los comentarios negativos de los padres, los profesores y los propios compañeros determinan un autoconcepto nocivo que influye al estudiante. Por el contrario, cuando los niños poseen una autoestima positiva se demuestra que tienen un buen rendimiento académico.
La educación debe proporcionar a la persona las bases necesarias para entrar en la vida social y autorrealizarse, pero también debe capacitarlo para responder a los tropiezos, golpes y desilusiones que le esperan.
En todas las estrategias que provocan la creatividad, podemos comprobar que la confianza en sí mismo es primordial, por ello es fundamental apreciar cualquier esfuerzo creativo del alumnado. Hacerle ver que sus ideas tienen valor y escuchar con respeto las preguntas que nos plantean. Procurar un clima de seguridad psicológica donde puedan pensar, sentir y crear libremente.
Inspirar confianza en su capacidad creativa. Observar el talento del alumnado en cualquier campo y hacérselo saber. Animarlos en sus aficiones y recompensar todo el trabajo creativo.
Para ello, se necesita desarrollar una autoestima positiva. A partir de esto, la persona elige las metas que quiere conseguir, decide qué actividades y conductas son significativas para él y asume la responsabilidad de conducirse a sí mismo, sin dependencia de otros ni apoyos del medio.
Educar la autoconfianza significa revestirla de energía espiritual y convocarla a las fronteras donde se construye el mundo. Es importante porque en las Reformas Educativas se fija un proyecto de persona, una imagen de ciudadano adaptado, bien integrado y asimilado en los valores de esta sociedad.
Es importante forjar una autoestima positiva, ya que de ello va a depender la forma en que nos evaluamos a nosotros mismos. Una valoración negativa de nuestra persona conlleva a tener pensamientos negativos, como, por ejemplo, impotencia o infravaloración, lo que desencadena una baja autoestima.
Según Kaufman y Raphael (1994) cuando una persona tiene un pensamiento negativo o crítico sobre sí misma, hay que saber cambiarlo por uno positivo. Además, no te preocupes por lo que la gente piense de ti, decide lo que piensas tú de ellos.
Y lo más importante, sé tú mismo; nunca cuestiones lo que vales como ser humano; no te culpes cuando las cosas salgan mal en la vida; puedes cometer errores y no te compares con otras personas.
Todas estas pautas ayudarán a conseguir reforzar los diferentes aspectos de la personalidad.
Por otro lado, también proponen pequeñas metas a corto plazo para hacerse feliz a uno mismo como, por ejemplo: escoge algo que hacer solo por gusto, y hazlo siempre que puedas. Hazte un “regalo” y haz cuanto menos una cosa que sea buena para tu cuerpo o tu cerebro todos los días. Perdónate por algo que hiciste en el pasado y encuentra un adulto en el que puedas confiar y con el que puedas hablar.
Debido a que la autoestima está formada por tres componentes (cognitivo, afectivo y conductual), para saber cómo educarla, debemos de desarrollar cada uno de estos.
Para desarrollar el componente cognitivo, se debe de empezar por el desarrollo del autoconcepto y para ello debemos recurrir a una serie de técnicas y estrategias:
Intentando desarrollar el componente cognitivo, es inevitable incidir en el aspecto afectivo. Nunca persona puede autoestimarse y tener confianza en sí misma si no se ha sentido amada; y nadie sabrá respetarse y amarse a sí mismo si no siente que los otros lo respetan y lo aman.
Es evidente que la familia es la determinante en la salud afectiva, pero en la escuela también se puede desarrollar a través de la amistad con los compañeros. Por ello, en el centro educativo, se debe mejorar la convivencia y proyecta un modelo donde el alumnado aprenda la ciencia de la amistad, desarrollando actitudes de cooperación y solidaridad.
Podemos evitar el fracaso escolar, el rechazo a la escuela o la falta de motivación suscitando el respeto, el afecto y la simpatía entre el propio alumnado y profesorado. Podemos promover estos valores de la siguiente manera:
El tercer elemento es el conductual, que conlleva tanto la intención de actuar como el comportamiento de la persona. Debemos educar al alumnado en una doble conducta, que se basa en la responsabilidad y la creatividad, pues así se forja una sólida autoestima.
Educar personas responsables es un valor muy relevante que merece mucho esfuerzo. Debemos empezar por dar al alumnado responsabilidades menores para ejercitarlos, hasta llegar progresivamente a las importantes. Siempre se les debe asignar tareas atractivas que sean asequibles a su capacidad y que ayuden al desarrollo interno y a la maduración como persona.
Es imprescindible animarlos y premiarlos con esfuerzos merecidos. Por ejemplo, repartir tareas para el buen funcionamiento de la clase y que el alumnado elija de que se quiere responsabilizar.
En cuanto a la educación de la creatividad es también un camino para consolidar la autoestima, porque exige afirmar y apoyar las características originales e inéditas de cada alumnado. Cada uno de ellos se sentirán seguros si se valora y se juzga de forma valiosa aquello que, en ellos, es distinto de los demás.
Desde la escuela podemos proporcionar algunas orientaciones para el desarrollo de la misma, como estimular su imaginación, provocar la mayor cantidad de sus ideas, desarrollar su proceso mental de resolución de problemas y valorar su espíritu de iniciativa entre otras.
Conclusiones
La primera infancia viene determinada en buena medida por la forma en la que los padres y madres responden a las necesidades de sus hijos. Y durante los años escolares, una de las fuentes principales de autoestima es la imagen proyectada por el resto de iguales.
Es decir, la autoestima es la valoración global que hace un sujeto de sus capacidades y está determinada por la valoración que hace cada persona de sí misma y de los demás en las diferentes áreas: familiar, escolar y social.
Por ello, tanto la familia como los iguales y el profesorado son los principales agentes de socialización, puesto que, van a proporcionar experiencias que permitirán al niño interactuar con los demás, aprendiendo normas y pautas básicas de socialización. Las cuales contribuirán en el pleno desarrollo de sus habilidades sociales, en la adquisición de normas de convivencia y en el desarrollo de sus capacidades afectivas.
La autoestima se configura como un elemento determinante en el desarrollo personal y social de cada uno de nosotros, donde los éxitos y los fracasos de uno mismo, y el bienestar físico, mental y social, determinarán nuestra forma de vivir, pensar y actuar. Tener una autoestima positiva es fundamental para la vida personal y social.
Referencias
Alcántara, J.A. (2001). Educar la autoestima. Barcelona: Ceac.