El presente artículo trata de dar una visión contrastada y fiable sobre la integración de los teléfonos inteligentes en el ámbito educativo. El objetivo principal es demostrar que, pese a la falta de formación docente al respecto, el uso de estos dispositivos en las aulas es una realidad cada vez más popular, tanto a nivel nacional como internacional, pues el aprendizaje móvil reúne las principales características que los discentes de este siglo necesitan, para conseguir una educación de calidad que esté a la altura de las exigencias europeas y que dé respuesta a las demandas actuales de la sociedad global.
Palabras clave
Teléfono inteligente, aprendizaje móvil, experiencias educativas, formación del profesorado, atención a la diversidad.
This article tries to give a contrasted and reliable vision about the smartphones' integration in education. The capital aim is to prove that, despite the lack of teacher training in this regard, the use of these devices in the classroom is an increasingly popular reality, both nationally and internationally. Such popularity is due to mobile learning combines the main characteristics that students of this century need, to achieve a quality education that meets European requirements and responds to the current demands of a global society.
Keywords
Smartphone, mobile learning, educational experiences, teacher training, attention to diversity.
Introducción
En la última década los teléfonos inteligentes han gozado de una gran popularidad y miles de millones de terminales se han vendido en todos los continentes (Ditrendia, 2015; Ditrendia 2016, Ditrendia, 2017; Ditrendia, 2018; Ditrendia, 2019; Ditrendia, 2020).
Desde que en 2014 el número de usuarios de teléfonos móviles en el mundo superó al de personas, el tiempo dedicado a los mismos se incrementó considerablemente, llegando a superar el número de horas promedio que las personas pasaban viendo la televisión (Ditrendia, 2015).
En España, ha sido el principal dispositivo de elección para el acceso a internet desde 2012, siendo los adolescentes entre 18 y 25 años los que más horas se han conectado, principalmente a través de las aplicaciones de mensajería y redes sociales (Ditrendia, 2015; Ditrendia 2016, Ditrendia, 2017; Ditrendia, 2018; Ditrendia, 2019; Ditrendia, 2020).
El gran impacto del teléfono inteligente ha contribuido a la globalización y a la digitalización de la sociedad mundial, las cuales han cambiado para siempre la forma en la que los discentes aprenden, se comunican, prestan atención o abordan una actividad (preámbulo IV Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa [LOMCE]). En cambio, todavía sigue existiendo muy poca capacitación, durante la formación del profesorado (Kearney y Maher, 2013 citado en Baran, 2014), acerca del uso y manejo de los teléfonos inteligentes, a pesar de las numerosas corrientes pedagógicas que avalan su aplicación en el aula (Baran, 2014).
A lo largo de este artículo, se describe el teléfono inteligente como un recurso educativo. Para ello, se comienza introduciendo como parte del aprendizaje móvil y se continúa con la exposición de sus posibles aplicaciones didácticas, junto con los proyectos nacionales e internacionales sobre aprendizaje móvil más relevantes. Después, se trata su regulación a nivel nacional, acompañada de una visión más global de la misma. Para finalizar, se recogen sus principales ventajas, así como algunas orientaciones de cara a su correcta integración en el aula.
El aprendizaje móvil es una forma de enseñanza y de aprendizaje enfocado en el uso de los “dispositivos móviles pequeños y de mano, tales como: teléfonos inteligentes, agendas electrónicas, tabletas y otros que dispongan de alguna forma de conectividad inalámbrica” (Cataldi y Lage, 2013, p. 113). Según Cochrane (2014), se ha convertido en una “plataforma viable para el aprendizaje contextual que une entornos de aprendizaje formales e informales dentro y fuera del aula” (p.66).
Asimismo, de acuerdo con Cataldi y Lage (2013), permite que el diseño de las actividades no se centre tanto en el formato, sino en el contenido que se quiere transmitir y en las estrategias que se van a emplear. En este sentido, las plataformas de aprendizaje móvil permiten: conocer el estado inicial del alumnado, mediante la creación de evaluaciones diagnóstico, animar al estudiante en el repaso de conocimientos y preparación de exámenes o tener una comunicación instantánea bien sea por audio, video o teleconferencia. Incluso se pueden emplear en consonancia con teorías constructivistas y de aprendizaje colaborativo (Cataldi y Lage, 2013).
La metodología basada en el aprendizaje móvil admite múltiples usos en el ámbito educativo, permitiendo llevar a cabo una buena atención a la diversidad, gracias a la integración de los diferentes medios que lo componen con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Dicha integración, por un lado, permite dar respuesta a las diversas necesidades de cada estudiante, aumentando su participación en el desarrollo de su proceso de aprendizaje, y por otro lado, “supone una estrategia y un recurso muy útil para promover el desarrollo integral de las personas con discapacidad, ya que permiten mejorar su capacidad de comunicación y su autonomía personal y social” (Escandell et al., 2004 citado en Bonilla del río et al., 2018, p. 73). Todo ello, lo convierte en un mecanismo de educación inclusiva y, junto con su total dependencia de los dispositivos móviles, también en un mecanismo de inclusión digital. Ambos mecanismos constituyen las dos categorías principales que fundamentan la inclusión social. (Acevedo, 2014 citado en Bonilla del río et al., 2018).
Los teléfonos inteligentes pueden ser empleados para el cambio pedagógico, pasando de un enfoque centrado en el contenido, al diseño de actividades centradas en los aprendices (Cochrane, 2014), pues aportan una rápida accesibilidad a la información, son 100% portátiles y presentan un rápido desarrollo de tecnologías asociadas como: la tecnología geoespacial o la captura de imágenes y vídeo (Martin y Ertzberger, 2013 citado en Baran, 2014).
De acuerdo con Ropero (2015), los teléfonos inteligentes tienen una altísima capacidad de transformación, ya que pueden convertirse en: una agenda escolar, utilizando Google Calendar; un compañero de estudio, a través de los canales educativos de Youtube; un diccionario, usando la aplicación de la Real Academia Española; un tablón de ideas, sugerencias y tareas pendientes empleando Evernote; un autoevaluador, mediante plataformas como Socrative; un gestor de contenidos y el mejor aliado para obtener apuntes y realizar trabajos colaborativos, gracias a Dropbox o Google Drive.
La integración de las tecnologías móviles en el aula puede aplicarse en diferentes disciplinas del ámbito educativo, como por ejemplo:
A continuación, de acuerdo con Brazuelo-Grund et al. (2017), se describen los proyectos educativos sobre aprendizaje móvil más relevantes, llevados a cabo en España:
Según Brazuelo-Grund et al. (2017), también se han realizado este tipo de experiencias educativas en el ámbito internacional.
En América Latina destacan los proyectos:
En Norteamérica destacan los proyectos:
En Europa destacan los proyectos:
En Asia y Oceanía destaca el proyecto Mobile and Immersive Learning for Literacy in Emergin Economies (MILLEE). Se trata de una organización sin ánimo de lucro, que utiliza las aplicaciones de juegos de los teléfonos móviles para promover la alfabetización lingüística en países emergentes y barrios marginales del mundo (Ashoka, 2010).
En África destacan los proyectos:
Asimismo, la Unesco ha desarrollado plataformas como YouthMobile (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [Unesco], s.f.), cuyos objetivos principales son enseñar a niñas y niños a crear aplicaciones móviles para el desarrollo sostenible, promover la construcción de sociedades digitales inclusivas y fomentar la igualdad de género, liberando el potencial de las mujeres con las TIC. YouthMobile es una plataforma muy extendida en el continente africano, en donde la tecnología móvil se ha convertido en una “herramienta para el empoderamiento, el activismo y el progreso socioeconómico de los jóvenes, ya que los teléfonos inteligentes son la única computadora disponible” (Unesco, s.f.).
En el estado español no hay ninguna normativa legal que regule el uso o la presencia de teléfonos móviles en los colegios e institutos a nivel nacional, sino que dicha competencia educativa recae en las distintas Comunidades Autónomas (CCAA). Así, “cada gobierno local cuenta con su propia normativa a la que deben atenerse los centros, aunque cada uno de ellos la adapte luego en su reglamento de régimen interno” (Vázquez, 2017).
No obstante, lo que sí está regulado son los deberes y derechos de los alumnos y las normas de convivencia en los centros conforme el Real Decreto 732/1995, de 5 de mayo, que en su art. 52, considera una conducta gravemente perjudicial para la convivencia, todo aquel “acto injustificado que perturbe gravemente el normal desarrollo de las actividades del centro”. Esto es utilizado para justificar que “los móviles no pueden usarse en las aulas por perturbar su ritmo normal” (Delgado, 2017) y en consecuencia, algunas de las CC. AA. han establecido su prohibición en los centros educativos no universitarios sostenidos con fondos públicos de su región.
Castilla-La Mancha fue la primera comunidad autónoma en no permitir el uso de los teléfonos móviles “salvo en situaciones excepcionales debidamente acreditadas o en los casos previstos expresamente en el Proyecto Educativo del Centro” (Ley 5/2014, de 9 de octubre, de protección social y jurídica de la infancia y la adolescencia de Castilla-La Mancha, p. 31827), siendo este último punto compartido por la comunidad Gallega (Decreto 8/2015, de 8 de enero, por el que se desarrolla la Ley 4/2011, de 30 de junio, de convivencia y participación de la comunidad educativa en materia de convivencia escolar).
Sin embargo, otras CC. AA. como Madrid en su Decreto 15/2007, de 19 de abril, por el que se establece el marco regulador de la convivencia en los centros docentes, Murcia en su Decreto 16/2016, de 9 de marzo, por el que se establecen las normas de convivencia en los centros docentes no universitarios sostenidos con fondos públicos, o la Comunidad Valenciana en el Decreto 39/2008, de 4 de abril, del Consell, sobre la convivencia en los centros docentes no universitarios sostenidos con fondos públicos y sobre los derechos y deberes del alumnado, padres, madres, tutores o tutoras, profesorado y personal de administración y servicios; aunque permiten llevar el teléfono móvil al colegio, prohíben terminantemente su uso en las aulas.
Los motivos de tal prohibición son diversos: “fotos robadas o vídeos que luego se comparten en las redes sociales para ridiculizar a compañeros o profesores” que acaban en ciberacoso y bullying, “interrupciones de la clase por llamadas y mensajes, copia en los exámenes...” (Gutiérrez, 2014). Incluso existen investigaciones como la realizada por Oliva (2014) en la que concluye que la telefonía móvil afecta al aprendizaje, ya que los alumnos “muestran dispersión, falta de concentración, una actitud poco reflexiva y critica… y en consecuencia, un bajo rendimiento escolar” (p. 75).
Con todo, cada vez son más expertos los que piensan que se debe educar en su uso y no en su prohibición (Torres, 2018), pues ven en los teléfonos móviles el potencial de una herramienta educativa atractiva y revolucionaria. Cataluña es una de las CCAA que apuestan por este enfoque, haciendo hincapié en que la preocupación no debe estar en prohibirlos, sino en saber cómo utilizarlos (Nadeu, 2018).
En el ámbito internacional, la referencia más cercana es Francia, en donde a partir del curso académico 2018-2019 entró en vigor una nueva ley que prohíbe taxativamente utilizar los teléfonos móviles en cualquier parte del recinto escolar a los alumnos menores de 15 años (Vázquez, 2017). En cambio, existen países como Canadá en donde se anima a los jóvenes a traer su propio teléfono móvil al colegio, mediante la plataforma conocida como bring your own device . De esta manera, “los centros se hacen responsables de educar sobre el uso de las tecnologías y no dejan ese peso sobre las familias” (Torres, 2018), lo cual sería una decisión acertada, según Lopes-Fernandes (2018). Éste afirma que los dispositivos móviles forman parte de la vida cotidiana de la mayoría de los adolescentes, por lo que prohibir su uso en el aula acabaría por desmotivarlos.
Por su parte, la Unesco se manifiesta a favor de que en las aulas se enseñe en el uso adecuado de los teléfonos móviles, en lugar de prohibirlos, ya que considera que se debería aprovechar al máximo todo su potencial en conjunto con las TIC (Ropero, 2015).
Numerosos investigadores han manifestado las ventajas del uso de los teléfonos inteligentes como un recurso educativo.
De acuerdo con Miao et al., (2017), los dispositivos móviles son medios de comunicación fáciles de usar, en constante evolución y que disponen de redes viables casi en cualquier punto del globo, por lo que permiten “el aprendizaje en cualquier momento y en cualquier lugar” (p. 9). Además, es frecuente que los docentes en países en vías de desarrollo posean o tengan acceso a uno.
Asimismo, González-Fernández y Salcines-Talledo (2015), lo consideran una valiosa herramienta educativa, la cual vuelve más fácil el proceso de comunicación entre los aprendices, las familias y los docentes. Del mismo modo, Lopes-Fernandes (2018) afirma que gracias a ellos, es posible ofrecer contenidos más interactivos y motivadores, que despierten el interés del alumnado. A pesar de ello, no recomienda su uso sin ninguna estrategia didáctica o tipo de control, por lo que recomienda su incorporación en las actividades recogidas en la programación de aula (Lopes-Fernandes, 2018).
Las ventajas parecen ser evidentes y muy superiores a los inconvenientes que puedan acarrear (González-Fernández y Salcines-Talledo, 2015). En este sentido, Anshari et al. (2017) apuntan a que el principal problema, por el que el uso de estos dispositivos no prospera en las aulas, radica en la mala gestión y diseño de las actividades que realizan los docentes y no tiene tanto que ver con sus posibles inconvenientes como distractores del proceso de enseñanza, pues está demostrado que cuando se utilizan correctamente, los aprendices acaban convirtiéndose en los protagonistas de su propio aprendizaje (Lopes-Fernandes, 2018). Por esta razón, es imperativo que el profesor consiga desarrollar actividades que los integren de forma lúdica en las clases, lo cual no se concibe sin una formación continua del profesorado, en donde se capacite al mismo sobre las potencialidades que tienen las tecnologías móviles, para abordar las necesidades de aprendizaje de los estudiantes en múltiples disciplinas (Baran, 2014).
Conclusiones
El teléfono móvil inteligente, es uno de los grandes testigos de los nuevos hábitos de los jóvenes en su relación con las nuevas tecnologías, dato que podría ser aprovechado por los docentes a la hora de integrar su asignatura en la vida del aula. Sin embargo, su mero uso no es sinónimo de aprendizaje, sino que su integración en el aula debe realizarse desde un enfoque pedagógico que envuelva todo el proceso de enseñanza-aprendizaje (Ramírez-Montoya y García-Peñalvo, 2017), formando parte de las actividades reflejadas en la programación de aula (Lopes-Fernandes, 2018). De esta manera, se convierte en un una herramienta versátil, ya que posibilita la aplicación de múltiples metodologías activas, flexibiliza el tiempo y el espacio de aprendizaje, permite la enseñanza en entornos formales e informales y propicia la educación inclusiva y digital, mejorando la calidad de vida e inclusión social de las personas con discapacidad gracias a su rápido acceso a las TIC ( Bonilla del río et al., 2018), su fácil manejo o la posibilidad de ser configurados con distintos modos de accesibilidad. Además, favorece el desarrollo de las competencias clave que marca la LOMCE (8/2013, de 9 de diciembre), las cuales, de acuerdo con la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato; son necesarias para que los discentes alcancen un pleno desarrollo personal, social y profesional que les permita hacer frente a las demandas de un mundo globalizado.
No obstante, su uso en las aulas continúa estando prácticamente olvidado en los centros educativos españoles, a pesar de la multitud de ejemplos que existen a nivel internacional, el respaldo que tienen por parte de la Unesco, o su capacidad para integrarse con modelos pedagógicos que reducen el abandono temprano escolar; uno de los principales problemas de la educación española de acuerdo con la LOMCE (8/2013, de 9 de diciembre).
Gran parte del problema se debe al desconocimiento de los alumnos o a la falta de formación del profesorado, lo que provoca rechazo. Éste podría subsanarse mediante una adecuada formación del profesorado en competencia digital (Morales-Capilla et al., 2016), donde se forme a los futuros y actuales docentes acerca de las características y posibilidades que ofrecen las tecnologías móviles en las aulas.
La otra cara de la moneda es la carencia de una normativa nacional que regule su uso en los centros educativos, lo que provoca que haya CCAA que los permitan, así como otras que los prohíban. Por ello, coincidiendo con González-Fernández y Salcines-Talledo, (2015), es necesario legislar para establecer un marco legal común que regule su uso de una forma eficiente, enfocando su aplicación desde una perspectiva práctica y capacitando al docente para que pueda elegir si utilizarlo o no en el aula como un recurso educativo más.
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