Esta investigación presenta la adaptación, aplicación y evaluación de un programa articulado familia-escuela, para trabajar la virtud de la templanza en niños de dos años de edad. Durante la implementación de dicho programa, se llevarán a cabo unas acciones formativas con los niños, por parte de los dos contextos, familia-escuela y, posteriormente se extraerán unos resultados a través de un cuestionario de seguimiento. De este modo, se utilizará una metodología cuantitativa, intercalada con una metodología cualitativa. En base a los resultados obtenidos, se evidencia una evolución favorable y gradual en la conducta de los niños, muestra de la investigación, y una clara concienciación por parte de las familias sobre la importancia de trabajar la virtud de la templanza en estas edades.
Palabras clave
Programa familia-escuela, virtud, templanza, acciones formativas.
This research presents the adaptation, application and evaluation of an articulated family-school program, to work the virtue of temperance in two-year-old children. During the implementation of this program, some formative actions will be carried out with the children, by the two contexts, family and school and, later, some results will be extracted through a follow-up questionnaire. In this way, a quantitative methodology will be used, interspersed with a qualitative methodology. Based on the obtained results, a gradual evolution in the behavior of the children and a clear awareness on the part of the families on the importance of working the virtue of the temperance in these ages is shown.
Keywords
Family-school program, virtue, temperance, formative actions.
Valor y virtud, suponen dos realidades conceptuales que no se estorban en la ética, sino que se complementan mutuamente. Los valores, se integran fundamentalmente en la información intelectiva que distingue el bien, y las virtudes en la voluntad para facilitar la perfección del bien.
Las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien, mientras que los valores, son bienes que la inteligencia del hombre conoce, acepta y vive como algo bueno para él como persona.
La educación en valores está presente en el entorno más cercano del niño, tanto en el contexto educativo dentro del aula, como en el que se desarrolla en el ámbito familiar.
Los valores son propios de la condición humana y nos acompañan durante toda la vida, apareciendo ya en los primeros días de vida. Su transmisión se realiza de manera continua, y tiene una gran importancia en la etapa de 0 a 6 años, ya que el aprendizaje durante esta franja de edad se establece a través de la imitación de un modelo, que suelen ser los familiares más directos y profesores. Por este motivo, educadores y padres, deben establecer cuáles son sus valores fundamentales, y mantener un equilibrio emocional, lo que requiere un autoconocimiento personal (Altimir et al., 1999).
Continuando con los mismos autores, éstos nos indican que los valores influyen en nuestro comportamiento desde edades tempranas marcando nuestras actitudes y conductas y permitiéndonos ser personas.
Según Gijón (2012), “La educación en valores se produce por ósmosis, gracias a la inmersión de los alumnos en un medio pedagógico que promueve experiencias de participación y relación” (p.9). Esta autora, también opina que en el día a día a día de los alumnos en el entorno escolar, o lo que viene siendo una comunidad educativa, suceden innumerables acontecimientos inmersos de valor moral, que requieren de una intervención cuidadosa desde los primeros años de vida.
En la etapa de educación infantil, que es el foco de interés de esta investigación, los maestros son el punto clave de transmisión de valores. Son ejemplo y modelo constante de los discentes que tienen delante, y deben diseñar actividades de aprendizaje que fomenten la cooperación, la ayuda mutua, el compromiso y la participación entre otros. El estrecho vínculo establecido entre maestros, alumnos y familias contribuye a generar confianza mutua y, de esta manera, resultará beneficiada la transmisión de valores (Gijón 2012).
En definitiva, es necesario, tal como indican Altimir et al. (1999), que los educadores reflexionen sobre los valores que transmiten, ya que son un referente constante para los alumnos, sobre todo en los primeros años de vida siendo la etapa en la que los aprendizajes se realizan principalmente por imitación.
Otro colectivo que influye sobre la transmisión de valores es la familia, siendo ésta un dominio importante que dejará huella para toda la vida (Altimir et al., 1999).
Por otro lado, aparecen las virtudes, las cuales se adquieren con gran esfuerzo y dedicación, siendo interiorizadas y pasando a formar parte de la personalidad tras años de práctica y aprendizaje. Para que los comportamientos éticos sean efectivos en la sociedad, es necesario desarrollar las virtudes desde la etapa de educación infantil, donde se va formando la personalidad.
Como conceptualización teórica, disponemos de la definición de Pieper (1990), el cual piensa que la virtud no hace referencia a la honradez y corrección de un hacer, sino que significa que el ser humano es verdadero, en sentido natural y sobrenatural. En palabras del mismo Pieper (1990):
La virtud es la elevación del ser en la persona humana. La virtud es, como dice Santo Tomás, ultimum potentiae, lo máximo a que puede aspirar el hombre, o sea, la realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural (p.15).
Una vez vista la definición de “virtud”, vamos a entrar en detalle sobre el significado de la virtud de la templanza, ya que es el elemento fundamental de esta investigación, de la cual se partió para la elaboración del programa articulado entre familia y escuela.
“La templanza es la virtud más “personal” entres las cuatro virtudes cardinales, lo que demuestra la dependencia de su enemigo liberal individualista”. (Pieper, 1990, p. 24). Este autor, hace referencia a esta virtud especificando que se trata de una virtud característica del cristiano, aludiendo a la primera intención, es decir, al individuo como tal. El sentido de la palabra templanza haciendo referencia al significado de moderación, ha quedado ligado a la moderación de comer y beber, pero su sentido es mucho más amplio ya que se trata de una virtud cardinal.
El concepto de templanza, está vinculado al miedo ante cualquier clase de exaltación y suena exclusivamente a algo negativo, ya que dentro de éste están inmersas la limitación, contención, represión y freno. Dicho concepto, proviene del vocablo griego sophrosyne y del latino temperantia, abarcando todo lo referente a la discreción ordenadora (Pieper, 1990).
En base a lo descrito anteriormente, encontramos dos connotaciones en el significado de templanza, una positiva, ligada al respeto o tratar con miramiento; y una negativa, asemejándose al parar y poner freno (Pieper, 1990).
Siguiendo con el mismo autor, nos explica que el término templanza en sentido positivo y edificador también puede significar crianza y medida, y añade la siguiente información: “La templanza tiene un sentido y una finalidad, que es hacer orden en el interior del hombre. Templanza quiere decir, por consiguiente, realizar el orden en el propio yo”.
En diferencia a otras virtudes, la templanza opera sobre el sujeto actuante, es decir, actuar con templanza es que el hombre enfoca en sí mismo y en la situación que le envuelve. El hombre tiene dos maneras de convertirse a sí mismo, una desprendida y una egoísta y, por consiguiente, la templanza es auto conservación desprendida, y la falta de templanza equivale a la destrucción. De esta manera, la templanza se refleja en el hábito que defiende a la realización del orden interior de la persona, yendo en contra de toda perversión del dicho orden interior (Pieper, 1990).
Diversos autores afirman la importancia de trabajar la virtud de la templanza durante los primeros años de vida, a partir de los hábitos y las rutinas, desde la cotidianidad y el currículum, complementándose familia y escuela para lograr el mismo objetivo, ya que esta virtud, va estrechamente relacionada con el orden y la regulación del interior de la persona.
Los primeros años de vida, son fundamentales ya que se van construyendo las estructuras afectivas y cognoscitivas básicas, y tienen cabida los mecanismos de interacción con el entorno más próximo, al mismo tiempo que van creando su personalidad y se desarrolla la autoestima. Por ello, la intervención educativa es importante, provenga del núcleo familiar como de la escuela, ya que por un lado, la familia es un núcleo que puede ofrecer al niño experiencias de gran relevancia desde la cotidianeidad y, por otro, la escuela también ayuda a promover conocimiento sobre su entorno más inmediato (Altimir et al., 1999).
La familia, es el primer espacio de socialización del niño y una institución fundamental para el desarrollo de éste, satisfaciendo las necesidades básicas materiales como la higiene, alimentación, etc., afectivas como cariño y amor, y de seguridad (Fernández, 2007).
Montañés (2007) pone énfasis en el papel de la familia a través de la siguiente afirmación: “Los padres y madres somos los máximos responsables de la educación de nuestros hijos y tenemos el deber de velar por su formación integral” (p. 61).
López (1987) entiende la familia como una verdadera escuela donde se aprende a ser y a actuar como ciudadanos, y en la que los padres tienen la autoridad y la responsabilidad de que haya orden en ella.
Otros autores como son Pérez, Rodríguez y Fernández (2009), nos exponen la idea de que “las familias, y después los profesores, son los responsables de la educación de los hijos” (p. 45).
Cabe destacar la aportación de Domina in Pérez, Rodríguez y Fernández (2009) en referencia a la implicación de las familias en la educación de los hijos, exponiendo que dicha intervención tiende a reducir comportamientos disruptivos en sus hijos.
Existen diversos estudios que demuestran la influencia que tiene la familia sobre la construcción de la personalidad y comportamiento del niño, siendo el hábitat natural de transmisión de valores (Krevans et al. in Ortega y Mínguez, 2003).
Las relaciones entre familia y escuela han de ser de carácter constructivo, partiendo del conocimiento previo. El papel del educador es primordial, ya que debe presentarse frente las familias con una actitud de empatía, mostrando confianza para así poder crear unas buenas relaciones y, consecuentemente, mejorar las prácticas educativas de las familias y así enriquecer las escolares, sin olvidar en ningún momento que el beneficiario principal es el niño (Palau, 2001).
Actualmente, todavía existe la creencia de que la escuela debe ser la encargada de resolver los problemas surgidos en nuestra sociedad, como por ejemplo el caso de drogas, violencia, consumismo, insostenibilidad etc. Dicha premisa no es certera ya que las actitudes y creencias de los niños y futuros ciudadanos, que son las que apoyan las conductas, dependen en primera instancia del ambiente familiar y no del medio escolar. Los modelos y ejemplos que presenten los padres, son los que predispondrán a los hijos a ejercer conductas violentas o respetuosas con el resto de la comunidad y con ellos mismos. El colegio debe actuar como refuerzo de las influencias y lo establecido en su hogar, pero en ningún momento debe acatar el papel de sustituto. Ambas instituciones juegan una función relevante en el desarrollo de la personalidad del niño, y es por eso que tienen que actuar conjuntamente (Ortega y Mínguez, 2003).
Visto que familia y escuela han de ir en la misma dirección, ya que son los contextos educativos más influyentes en los niños, se hace evidente la necesidad de continuidad entre ellos, y una de las funciones principales de la Educación infantil es influir tanto en la cultura familiar como en la educativa (Palau, 2001).
Otro tema clave en este trabajo es el de los hábitos y las rutinas, que van íntimamente relaciones con la constancia y la regularidad, y su desarrollo es de vital importancia tanto en el núcleo familiar como en el escolar. Es precisamente en la etapa de educación infantil, dónde se tienen que crear unos buenos hábitos para lograr unos buenos conocimientos y poder interiorizarlos (Cabria, 2012).
Los hábitos “son costumbres, actitudes, formas de conducta o comportamientos que conllevan pautas de conducta y aprendizajes. El hábito bien adquirido y usado nos permite hacer frente a los acontecimientos cotidianos” (Fernández in Cabria, 2012, p. 15).
En cambio, Driekurs in Cabria (2012) nos define la rutina de la siguiente manera:
La rutina diaria es para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. La rutina da una sensación de seguridad. La rutina establecida da un sentido de orden del cual nace la libertad (p. 15).
La rutina hace referencia a costumbres personales que no permiten modificaciones y, el hábito, es un mecanismo que conlleva a la repetición de actos iguales o semejantes creando diferentes destrezas (Cabria, 2012).
Los niños necesitan seguir una rutina diaria que les proporciona seguridad y tranquilidad en su entorno más cercano. De esta rutina se desprenden uno horarios y la repetición de unos hábitos que le ayudarán a mantener un equilibrio emocional, que es de vital importancia para poder construir su personalidad. La repetición paulatina de los actos de la cotidianeidad, da lugar a los hábitos y, la repetición de éstos, ayuda a desarrollar virtudes (Cabria, 2012).
La pregunta de investigación planteada y núcleo instaurador de este trabajo es la siguiente:
El trabajo de la virtud de la templanza en casa y en la escuela, a través de los hábitos en niños de dos años de edad, produce efectos beneficiosos en la conducta de los niños.
Distinguiremos entre objetivo principal y objetivos específicos.
Como objetivo principal tenemos el siguiente:
Los objetivos específicos son los detallados a continuación:
Para la elaboración de esta investigación, se ha utilizado una metodología que hace referencia a un paradigma cuantitativo (positivista), la cual trata de cuantificar, medir y graduar los fenómenos, y permite examinar los datos mediante la numeración. A través de esta metodología, se recogen cuestiones de forma homogénea permitiendo su cuantificación. Se caracteriza por una concepción global, orientada a resultados, marcada por la objetividad, relacionándose con la rigurosidad y procedimientos fiables, y centrándose en aspectos observables y susceptibles de medición (Cabrero y Richard, 1996).
Dentro de este enfoque, el tipo de modelo dónde se encabria esta investigación es el método descriptivo, explorando las relaciones existentes entre los datos y el análisis de la información. Las fuentes de investigación provienen de los datos obtenidos de la comunicación con las familias.
Por otro lado, también se ha utilizado una metodología cualitativa (interpretativa) centrándose en los aspectos no susceptibles de cuantificación.
La implementación del programa tiene una duración de tres meses iniciándose el 20 de marzo de 2017 y finalizándose el 21 de junio de 2017 8final del curso escolar).
Este programa inicialmente constaba de tres objetivos y, por consiguiente, tres períodos, pero para ajustarlo al tiempo establecido se utilizó solamente el primer objetivo, descrito a continuación:
La muestra sobre la cual se van a recolectar los datos, hace referencia al número de familias que han querido participar en la implementación del programa.
La muestra invitada fueron las 21 familias del aula; la muestra aceptada fueron 17 familias. Finalmente, la muestra real la componen 11 familias (madre y padre). Se trata de familias de nivel socioeconómico medio-alto que residen en la zona del Vallés Occidental. El tipo de escuela es concertada y de educación diferenciada, y el curso donde se lleva a cabo la implementación del programa es P2, la clase de “Les Granotes”.
A través de una carta de consentimiento informado se les hizo llegar la información sobre el programa. Previamente, a través de tutorías y de la vía de la comunicación informal a la salida del colegio, ya se les había informado sobre el programa. La carta llevaba adjunta una autorización que tenían que entregar firmada.
Para recopilar la información necesaria para realizar el estudio, se ha utilizado el instrumento del cuestionario.
Se dispone de distintos cuestionarios, adaptados del programa original de la tesis doctoral de la Dra. Asunción Verdera Albiñana y validados por la misma autora:
El proceso de análisis de los datos obtenidos del cuestionario de evaluación de las acciones formativas se realiza mediante el programa Excel.
Resultados cuantitativos
Para evaluar el programa y poder ver el desarrollo de éste mediante la implementación de las acciones formativas, se extraerán los resultados a través del cuestionario NEC, que evalúa los comportamientos que adquiere el niño después de la puesta en marcha del programa.
Una vez analizados los resultados obtenidos de las familias en base a cada indicador, se procederá a relacionarlos con las acciones formativas a las cuales van asociados para el desarrollo del orden y la moderación, indicando el número de familia por valor respecto a cada indicador. Se especificarán los indicadores con su número de referencia.
Ámbito alimentación:
Ámbito descanso:
Ámbito higiene:
Ámbito actividad lúdica:
Resultados cualitativos
En base a las diferentes entrevistas mantenidas con las familias, a través de tutorías y la comunicación diaria, se extraen los siguientes resultados cualitativos:
Conclusiones
Al culminar esta investigación, se extraen diversas conclusiones en base a los resultados obtenidos.
En primer lugar, se extraerán conclusiones en base a los resultados de las acciones formativas, después de haber implementado el programa, para analizar cuáles se han alcanzado y cuáles no, para desarrollar el orden y la moderación en los niños.
- En el ámbito de la alimentación, las acciones formativas que se deben seguir trabajando son: “Después de comer recoger y dejar cada utensilio con cuidado en el lugar previsto” y “Colocarse el babero y utilizarlo adecuadamente” debido a que las familias respondieron sobre los valores 0, 1 y 2.
- En referencia al ámbito de descanso, la acción formativa que se debe seguir trabajando es la de “Vivir las rutinas previas antes y después del descanso” debido a que las respuestas de las familias se han mantenido sobre los valores 0 y 1.
- Las acciones formativas del ámbito de la higiene, son las que se tienen que seguir trabajando más detenidamente. Respecto a la acción “Procurar dejar los espacios dedicados a la higiene limpios y ordenados”, los valores obtenidos oscilan entre el 0 y el 2. Y en referencia a la acción “Ejercitarse en las mismas rutinas de higiene que queremos que adquieran los niños: lavado de manos, cara, boca, peinarse…” hay tres indicadores de los cuatro que contempla, en el que el valor es 2, por tanto, el niño empieza a mostrar el comportamiento y debe seguir trabajándose para que lo adquiera.
- Por último, en el ámbito de la actividad lúdica, y en base a las acciones formativas “Respetar los espacios y tiempos dedicados a actividades lúdicas como aquellos espacios y tiempos dedicados a otras actividades” y “En el uso y recogida de materiales adoptar siempre una actitud cuidadosa y moderada” se tienen que seguir trabajando los indicadores relacionados con el orden de materiales lúdicos y cuentos de manera cuidadosa ya que el valor que le atribuyen las familias es 2. Cabe añadir que la acción formativa “Evitar movimientos corporales bruscos y violentos, adoptando posturas y gestos contenidos” también tiene que seguir trabajándose ya que el valor que le asocian las familias es 2.
La investigación nos muestra que se ha podido dar cabida a la adaptación e implementación de un programa articulado familia-escuela existente para trabajar la virtud de la templanza desde la cotidianidad, por un lado desde el propio hogar, llevado a cabo por las familias y, por otro, desde el colegio a través del trabajo de la profesora. Se ha podido hacer una adaptación y modificación en base a las características concretas del aula, debido a las particularidades del grupo clase en concreto, y a la existencia de indicadores que todavía no se habían trabajado.
A través de los resultados obtenidos, tanto cuantitativos como cualitativos, se evidencia la importancia del trabajo de la virtud de la templanza en estas edades, concretamente en la franja de dos años de edad. Asimismo, las familias han podido conocer de cerca esta virtud y sus beneficios de una manera práctica, y han podido comprobar notables resultados en los comportamientos de sus hijos a través de la implementación del programa.
La evolución y desarrollo del comportamiento de los niños, han manifestado la concienciación de las familias en base a los beneficios que aporta el trabajo conjunto con la escuela. El hecho de haber querido colaborar en el programa, ya demuestra el interés de trabajar conjuntamente con el colegio para alcanzar una mejora en el comportamiento del niño.
El programa se ha implementado y llevado a cabo desde la cotidianidad de los dos contextos más cercanos que envuelven al niño, sujeto de estudio: la familia y la escuela. En el ámbito familiar son los padres los que han implementado las acciones formativas facilitadas por la maestra y, en el ámbito escolar, ha sido la propia maestra la que ha implementado dichas acciones.
A través del cuestionario NEC de seguimiento de las acciones formativas se han podido extraer resultados de la implementación del programa, y evaluarlos relacionándolos con las acciones formativas, poniendo de manifiesto cuáles se han desarrollado notablemente y cuáles son las que todavía requieren seguir trabajando.
Cabe destacar el papel protagonista de las familias al involucrase de lleno en este programa, queriendo colaborar con el colegio en todo momento implicándose directamente en la educación de sus hijos.
Finalmente, se ha podido constatar una evolución en el comportamiento de los niños, pasando a ser una clase más tranquila y moderada, en comparación al inicio de la implementación del programa.
Referencias