05/02/2018 por Libertad Sánchez Hernández

Probemos un plan disciplinario positivo en nuestras aulas

 

Como seres sociales tenemos la necesidad de seguir ciertas reglas que facilitan nuestra convivencia, por lo que es muy importante que nuestros alumnos tengan claro desde el principio cuáles son nuestras normas y lo que esperamos de ellos. En este artículo ofrecemos un plan disciplinario basado en el estímulo positivo, la aprobación y el humor, en el que el comportamiento disruptivo se trata sin confrontaciones y en una atmósfera positiva de enseñanza-aprendizaje en la que es mucho más fácil aprender. De esta manera, evitaremos caer en los errores típicos que los profesores cometemos muchas veces. Por ejemplo, en lugar de llamar la atención al estudiante cuya conducta no está siendo la adecuada, ¿por qué no felicitar a aquel que sí que está haciendo lo correcto?


Palabras clave

Disciplina, positivo, motivación, estímulo, disruptivo


As social beings, we have the need to follow certain rules that facilitate our coexistence, for this reason, it is very important for our pupils to know from the beginning, what our rules are and what we expect from them. This article offers a disciplinary plan based on positive encouragement, approval and humour, which deals with disruptive behaviour without confrontation and in a positive teaching and learning atmosphere, where it is much easier to learn. In this way, we will avoid making the typical mistakes that teachers make very often. For example, instead of calling attention to the pupil whose behaviour is not appropriate, why do we not congratulate the student that is doing what is correct?


Keywords

Discipline, positive, motivation, encouragement, disruptive


1. Introducción

Este artículo surge tras la experiencia de desarrollar varios años de docencia en un centro de Educación Secundaria Obligatoria londinense con grandes problemas de motivación del alumnado y, como consecuencia, con un alto grado de comportamiento disruptivo. El plan disciplinario basado en un ambiente positivo de enseñanza-aprendizaje ofrecía la posibilidad de felicitar al estudiante por aquello que está realizando correctamente en vez de reprenderlo por aquello que no.

A continuación trataremos la importancia que tiene fijar una atmósfera positiva en nuestras clases a la hora de establecer nuestro plan disciplinario positivo para, posteriormente, exponerlo y detallarlo.

2. La importancia del ambiente positivo en el aula

Es fundamental que durante las primeras lecciones de cada curso académico, los docentes trabajemos con los alumnos el plan disciplinario que define los límites del comportamiento en nuestra clase, y cuáles serían las consecuencias en el caso de que las normas de este plan se incumplieran. Los profesores debemos estimular a nuestros estudiantes para tener una conducta apropiada con la finalidad de crear en el aula una atmósfera que ayude a establecer relaciones positivas con sus docentes y con el resto del alumnado.

Para poder desarrollar nuestro plan disciplinario basado en alentar y animar al estudiante, es necesario implantar este ambiente positivo de enseñanza-aprendizaje en nuestra clase, ya que los profesores necesitamos trabajar estos estímulos tanto como la disciplina.

No hay duda de que los alumnos necesitan disciplina, pero no debemos entender la disciplina como finalidad, sino la disciplina como el medio para alcanzar una finalidad.

Siguiendo este pensamiento, podemos señalar que si fomentamos la motivación extrínseca de los estudiantes, como consecuencia, la motivación intrínseca mejorará, puesto que una vez que alabamos el trabajo bien hecho por parte de nuestros alumnos, éstos continuarán en esa dirección para mejorar. Aunque también debemos tener cuidado con las recompensas extrínsecas, ya que éstas siempre han de ser empleadas con el propósito de desarrollar la motivación intrínseca y no por el simple hecho de otorgarlas.

Por otro lado, para crear un entorno positivo es muy importante usar el humor en clase (no el sarcasmo). Liberar tensiones a través del humor es esencial para suavizar una situación, al igual que lo es para construir relaciones positivas. De esta misma forma, usar un lenguaje afirmativo para dar una instrucción es mucho más efectivo para crear una  atmósfera positiva en el aula que el de dar órdenes o prohibiciones.

Los profesores tenemos un papel esencial en la motivación de nuestro alumnado, ya que ellos son los destinatarios de toda nuestra labor. Nuestros contenidos, objetivos y metodologías carecen de importancia sin nuestros alumnos. Por esta razón, nuestro apoyo, entusiasmo y acercamiento positivo son los componentes principales de su motivación, y los que facilitarán la creación de este ambiente positivo de enseñanza-aprendizaje en el aula. Esta atmósfera de motivación los ayudará a ser la mejor versión de sí mismos y los hará estar más receptivos a la hora de aprender, porque no sentirán que todo lo hacen mal en nuestra asignatura y, de esta manera, incrementaremos su seguridad y su autoestima. Por si fuera poco, una vez que el profesor promueva las actitudes positivas en los estudiantes, nos encontraremos con el efecto búmeran, puesto que el docente será recompensado al encontrar a sus alumnos trabajando y esforzándose.

3. Plan disciplinario positivo

Para poder implantar un plan disciplinario positivo en nuestra aula, es fundamental reforzar el comportamiento positivo, y para ello nos emplearemos a nosotros mismos como modelos. No olvidemos que los alumnos responden de manera recíproca, por lo que es necesario que sirvamos de ejemplo a nuestros estudiantes. Debemos escuchar y mirar a nuestros alumnos interesada y atentamente cuando ellos hablan, asentir y sonreír cuando su actitud es la correcta, y animarlos cada vez que tenemos la oportunidad de hacerlo. No podemos dejar de lado el hecho de que nuestros estudiantes valoran estos estímulos positivos, ya que favorecen su seguridad al ser conscientes de que su profesor reconoce su trabajo y su esfuerzo. Es más, animar a nuestros alumnos los ayuda a construir la confianza en sí mismos, y ésta, a su vez, los ayuda con los retos que conlleva la vida y, más específicamente, a que cuando tengan que enfrentarse a tareas de mayor dificultad, su empeño no decaiga fácilmente.

Siguiendo con la labor del profesor en el desarrollo de los estímulos positivos, no sólo nos vamos a basar en diversas técnicas para comunicar a nuestros alumnos que estamos observando un comportamiento disruptivo, como veremos más adelante, sino que también emplearemos una serie de recompensas por la buena conducta. Éstas nos ayudarán a la hora de establecer el entorno positivo en el aula del que hablábamos anteriormente y, además, facilitarán la obediencia de nuestros estudiantes puesto que ellos aspirarán a disfrutar de estas recompensas.

Cada docente deberá exponer a sus alumnos cuáles son sus propias expectativas sobre el comportamiento de sus estudiantes para que puedan beneficiarse de estas recompensas. Antes de ello, debemos recordar que, como hemos mencionado anteriormente, estas recompensas no deben entregarse sin finalidad, siempre tenemos que tener en cuenta que el propósito de éstas es fomentar la motivación de nuestros alumnos a través del elogio, del halago y de la felicitación.

Dependiendo de si la recompensa la va recibir un estudiante en concreto o un equipo o grupo, éstas serán diferentes. Así, algunos de los ejemplos de recompensas por un trabajo bien hecho, una actitud ejemplar o un gran esfuerzo, podrían ser las siguientes:

Recompensas individuales:

  • Permitir que el estudiante, una vez acabada nuestra sesión, abandone el aula el primero o, incluso, un par de minutos antes de la finalización de la lección.
  • Quitar una actividad de los deberes, es decir, de todos los ejercicios que deben preparar para la próxima clase, éste alumno quedaría exento de la realización de uno de ellos.
  • Crear una notita de felicitación y dársela al estudiante para que la pegue en su cuaderno y la muestre en casa.
  • Elegir el sitio en el que sentarse durante la siguiente sesión. El alumno podría decidir dónde sentarse durante nuestra próxima lección.
  • Enviar un e-mail o hablar con el tutor o la tutora para exponer la buena actitud que el estudiante ha tenido durante nuestra clase.
  • Escribir una carta positiva o llamar a casa para felicitar a sus padres o a sus responsables legales.

Recompensas grupales:

  • Decidir una hora de palomitas y película. Podríamos elegir una hora de nuestras lecciones y dedicarla a la actividad de cine.
  • Elegir una actividad que ellos quieran hacer, siempre dentro de los límites de nuestras normas y las del colegio. Podría ser, por ejemplo, una sesión de juegos de mesa.
  • Permitirles escuchar música en clase mientras trabajan individualmente.
  • Darles tiempo libre durante una lección para que estudien para un examen, acaben los deberes o se cuenten los últimos cotilleos.
  • Organizar un día para una celebración especial, como puede ser el día del libro o una festividad inventada como el día del hermano mayor.

Por otro lado, y como avanzábamos anteriormente, en nuestro plan disciplinario también se destacará una serie de estrategias para corregir un comportamiento disruptivo leve o moderado, sin la necesidad de dirigirnos directamente al alumno, evitando, así, una confrontación.

Mientras damos clase, nuestros gestos, actitudes y expresiones, al igual que nuestra mirada y el volumen de nuestra voz, dicen más que nuestras palabras. Estas características son indispensables en nuestra labor para proporcionar calidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje pero además, frente a una conducta inadecuada, son menos polémicas. Estos mensajes no verbales, como el contacto visual, permiten a los estudiantes ver por ellos mismos lo que no están haciendo de forma adecuada. Como regla general, es mejor decir y hacer lo menos posible puesto que es mucho mejor permitir a los alumnos que deduzcan cómo pueden, ellos mimos, rectificar una situación incorrecta. Como Bill Rogers menciona en su libro You know the fair rule (1990), la mayoría de la veces, un profesor no necesita advertir al estudiante directamente. Es suficiente con ignorar, tácticamente, un comportamiento que sólo es moderadamente inapropiado, mediante el halago sobre la buena conducta o el trabajo de otro alumno que esté sentado cerca de aquél cuyo comportamiento queremos corregir.

Como comentábamos previamente, el humor es muy importante para fijar este ambiente positivo en el que se establecerá nuestro plan disciplinario, pero también lo puede ser para acabar con el comportamiento disruptivo. Por ejemplo, ante un estudiante que está girado, dándonos la espalda para hablar con su compañero, podemos hacer alusión al bonito peinado que lleva hoy. Siguiendo esta línea, también podemos hacer un comentario sutil con el que no nos refiramos a nadie en particular o incluso recordar nuestras normas de la clase pero sin dirigirnos a ningún alumno en concreto.

Otra de las tácticas que funciona muy bien para acabar con el comportamiento disruptivo leve es la de acercarnos al estudiante cuya conducta no está siendo la adecuada, pero sin decirle nada. Es decir, nosotros continuamos con nuestra sesión, pero mientras nos movemos por el aula, nos acercamos a este alumno en particular dando lugar a que nuestra presencia lo incomode. También podríamos destacar la técnica de acercarnos a este estudiante y susurrarle al oído que su comportamiento durante nuestra clase no está siendo el esperado, o también podríamos, incluso, cambiarlo de sitio.

Asimismo, anotar el nombre en la pizarra del alumno cuyo comportamiento no es el correcto es otra estrategia efectiva frente a la conducta disruptiva, dado que evita el enfrentamiento directo con el estudiante. El profesor puede, simplemente, escribir el nombre, sin mencionar nada concerniente a esto, a la vez que continúa con su clase. Una buena idea con respecto a este aviso sería la de borrar el nombre del alumno si su comportamiento mejora a lo largo de la lección.

En el desafortunado caso de que tengamos a un estudiante cuya conducta no suele ser la que esperamos de manera repetitiva, podemos trabajar su comportamiento de una forma diferente. Al principio de cada clase, podemos establecer tres objetivos que el alumno debe cumplir a lo largo de la sesión. Estos objetivos deben ajustarse al estudiante ya que si no, no servirán de nada. Por ejemplo, si tenemos un alumno que sabemos que a lo largo de la sesión no realiza ninguno de los ejercicios de clase, no podemos anotar como primer objetivo que complete todas las tareas. Podemos comenzar señalando la realización dos actividades y, según vayan pasando las semanas, podremos llegar a proponer el objetivo inicial de que realice todos los ejercicios de clase. En este sentido, y siguiendo con la idea de proponer objetivos individuales, si sabemos que un estudiante suele interrumpir la lección porque habla mucho con sus compañeros, también podemos destacar como objetivo que el nombre del alumno no estará escrito en la pizarra durante toda la clase. Ya sea de una manera o de otra, nunca debemos olvidar felicitar al alumno cada vez que cumpla con los objetivos planteados empleando alguna de las recompensas individuales anteriores.

Cuando reprendemos a un estudiante por un comportamiento inapropiado, no podemos olvidar que el objetivo de este aviso es permitir al alumno que se reenganche con el trabajo tan pronto como sea posible. Por esta razón, nuestras intervenciones han de ser muy cortas. Por otro lado, cuando un estudiante tiene un comportamiento inapropiado repetitivo y la consecuencia es un pequeño castigo, el profesor deberá hablar con el alumno sobre su actitud en la clase.  Este diálogo debe tener lugar en un entorno privado, es decir, no durante la lección ni con el resto de estudiantes presentes, puesto que de esta forma sólo paralizaremos el proceso de enseñanza-aprendizaje dando lugar a una confrontación. Esta conversación sobre el comportamiento del alumno puede realizarse después de la clase o al final del día y, en ella, debemos ofrecer al estudiante la oportunidad de reconocer su error y aceptar que, en el futuro, cumplirá las expectativas del profesor. Para poder avanzar y obtener resultados con este tipo de conversaciones, es necesario centrarse en cómo el problema puede ser resuelto, y no en el porqué ni en la culpa del alumno. Como hemos comentado, en estas situaciones, el docente siempre debe evitar las confrontaciones en favor de restablecer las relaciones con el estudiante y la reconciliación tan pronto como sea posible. Es decir, tras la conversación, la próxima vez que veamos al alumno, debemos promover un contacto positivo y ofrecer un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo, que podemos decir que es como si partiéramos desde el principio o como si la conversación no hubiera tenido lugar, es necesario dado que la acción correctiva que recibe un estudiante por su comportamiento disruptivo no debería acumularse al día siguiente. Tanto el profesor como el alumno necesitan comenzar cada día con las más altas expectativas.

Antes de concluir es necesario señalar que, a veces, estas intervenciones suaves de las que hemos estado hablando no logran el efecto deseado o, simplemente, consideramos que es necesario llevar a cabo intervenciones más directas. En estos casos, el docente debe evitar, por encima de todo, avergonzar o humillar al estudiante.

Conclusión

Un profesor debería hacer todo lo que esté en su mano para conseguir la atención de los alumnos: establecer contacto visual con los estudiantes, llevar a cabo variaciones vocálicas, reformar el lenguaje corporal y exagerar las expresiones faciales. Pero esto no es suficiente para enseñar en una atmósfera constructiva. Por esta razón, un docente debería mostrar a sus alumnos sus reglas del aula tan pronto como sea posible, ya que las normas definen las fronteras del comportamiento en una clase. Son, en efecto, las declaraciones formales de las expectativas del profesor sobre lo que los estudiantes deben y no deben hacer. En este sentido, las primeras sesiones son muy importantes en lo que se refiere a las reglas y a la disciplina porque, por un lado, los alumnos necesitan saber lo que se espera de ellos y, por otro lado, el profesor tiene que mostrar que él tiene el control del comportamiento explicando cuáles son las reglas, las expectativas, por qué los estudiantes deben obedecerlas y cuáles son las consecuencias de su incumplimiento.

Para seguir un plan disciplinario positivo con éxito, es indispensable para el docente promover un ambiente positivo en el aula, es decir, como profesores debemos crear una atmósfera en la clase que favorezca el desarrollo personal y emocional de los alumnos. En esta dirección, me gustaría mencionar unas palabras que Bill Rogers destacó en su libro "A practical Guide to Effective Teaching, Behaviour Management and Colleague Support": “No doubt, like me, you went into teaching because you believed you could make a difference to the lives of your students in their educational journey” por lo que, como profesores, hagamos esta diferencia de la mejor manera que esté en nuestra mano.

Referencias

Libros

  • BLAMIRES, M. (2006): ‘Why Teachers Have to be Social Workers: Adlerian Individual Psychology and Positive Approaches to Behaviour Management: A Lost Legacy in the UK’. Paper presented at the European Conference on Educational Research, University of Geneva, 13-15 September 2006.
  • CANTER, L. and CANTER, M. (1976): Assertive discipline. Positive behaviour management for today’s classroom. 3rd edn. Los Angeles: Canter & associates.
  • CASAMAYOR, G., coord. (2004): Cómo dar respuesta a los conflictos. La disciplina en la enseñanza secundaria. Barcelona: Graó.
  • GUBERT, I. (2005): Motivación para aprender en el aula. Madrid: Narcea Ediciones.
  • ROGERS, B. (2002): Classroom behaviour. A practical Guide to Effective Teaching, Behaviour Management and Colleague Support. London: Paul Chapman Publishing.
  • ROGERS, B. (2012): You know the fair Rule: Strategies for positive and effective behaviour management and discipline in schools. London: Pearson Education.
  • VIEIRA, H. (2007): La comunicación en el aula. Relación profesor-alumno según el análisis transaccional. Madrid: Narcea Ediciones.

 
 
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