El comentario de textos tiene un papel importantísimo en la enseñanza de la lengua española y la literatura, no solo por afectar directamente a sus propios contenidos sino también por cómo puede ayudar a la comprensión de contenidos propios de otras áreas y al desarrollo de la capacidad crítica del alumno y, por tanto, a la adquisición de competencias básicas tan relevantes como la lingüística y el aprender a aprender. En este trabajo reconocemos el valor metodológico del modelo establecido hace ya décadas por los profesores Lázaro y Correa, así como la propuesta de sistematización de Luis García-Camino Burgos, y hacemos hincapié en un enfoque comparatista que permitirá acercar al alumno a la materia estudiada y a los elementos que se le pedirá reconocer. Por último, aportamos un ejemplo de cómo aplicar este enfoque metodológico en el aula y su adecuación al ordenamiento jurídico educativo español.
Palabras clave
Comentario de textos, enfoque comparatista, competencias clave.
The commentary of texts plays an important role in teaching Spanish language and literature, not only because it directly affects its own contents but also because it can help the understanding of contents pertaining to different areas and also the development of the student’s critical skills and, therefore, the acquisition of basic competences as relevant as linguistics and learning to learn. In this paper we acknowledge the methodological validity of the model established decades ago by professors Lázaro and Correa, as well as the proposal of systematization by Luis García-Camino Burgos, and we emphasize a comparative approach that will allow us to get the student closer to the subject studied and to the elements that he will be asked to recognize. Finally, we provide an example of how to use this methodological approach in the classroom and its adequacy to Spain’s education laws.
Keywords
Textual commentary, comparative approach, key competences.
Trabajar de manera competencial en el aula supone un cambio metodológico importante que reconoce al alumno el grado de protagonismo que merece; no obstante, el papel del profesor como transmisor de conocimiento y agente provocador del aprendizaje debe seguir siendo central e insustituible en la tarea educativa (Rodríguez Ojaos, 2016).
Lengua española y literatura es una materia de las denominadas instrumentales, por lo que en el trabajo de aula el docente desempeña dos tareas fundamentales: la consecución de objetivos curriculares a través de los contenidos de currículo y el desarrollo de habilidades que favorezcan el aprendizaje de los alumnos en otras áreas. En este proceso es necesario el entrenamiento individual y el trabajo reflexivo de procedimientos básicos de la asignatura: la comprensión oral y lectora, la expresión oral y escrita y la argumentación que son, obviamente, extrapolables a otras áreas y contextos de aprendizajes. La asignatura de Lengua española y literatura, en particular, debe ser objeto de enseñanza desde cuatro perspectivas:
Con ello se pretende conseguir:
Estamos convencidos de la enorme relevancia del comentario de textos como herramienta educativa desde una perspectiva competencial, pues el inicio del desarrollo del espíritu crítico está íntimamente relacionado con la capacidad de analizar y sintetizar textos (Lázaro Carreter y Correa Calderón, 1988: 9). El comentario despierta y amplía la comprensión lectora del alumno, su capacidad de expresión y el grado de profundidad de su pensamiento. Lo prepara para la resolución de problemas y para el estudio de todas las áreas. Permite obtener una idea clara del mensaje y las aportaciones de lo leído; resumir su contenido en una o varias frases; reconocer la estructura del texto; averiguar los asuntos o problemas de los que trata el autor; y aproximarse a la biografía y al contexto histórico y artístico de éste, conocer su ideología y entender la finalidad del texto (Carreño, 1976: 43-44). El comentario de textos cubre las cuatro perspectivas mencionadas al inicio de este apartado; y es un poderoso estimulante de dos competencias clave: competencia lingüística y aprender a aprender.[1]
Se ha sostenido a veces que la historia de la literatura por sí sola no tiene gran interés en la enseñanza competencial del alumno. Sin embargo, no solo es una herramienta fabulosa para el desarrollo de un comentario de textos en profundidad, sino que el mismo comentario ayuda a fijar los elementos histórico-literarios en la memoria del alumno. Luis García-Camino Burgos (1987: 7-8) ha señalado que:
[no] sobra la historia de la literatura. Ella será utilísima a la hora de localizar los textos que se propongan, y será labor del profesor la explicación teórica que evidencie las relaciones entre el texto, su época, su historia y el resto de los movimientos culturales que se desarrollan cerca del autor propuesto.
Y añade:
Poco a poco iremos viendo cómo el alumno no olvida aquellos conceptos que él mismo ha descubierto y, además, nos sorprenderemos de cómo conoce también la historia de la literatura, esa que costaba tanto aprender de memoria.
Para Fernando Lázaro Carreter y Evaristo Correa Calderón (1988: 14), “el comentario de textos será tanto mejor […] cuanto mejor se conozca la historia literaria”. A estos efectos, hay manuales muy útiles que el profesor deberá manejar cara a su trabajo de aula; nos atrevemos a sugerir los de Aguiar e Silva (1972) y Amorós (1985) para una introducción a la teoría literaria; Valverde (1985) como resumen de los movimientos literarios; Pérez-Rioja (2002) como prontuario de personajes y escenarios; y Gullón (1993) como diccionario de autores y obras.
Por su parte, la fonología, la morfosintaxis y la semántica (vid. RAE, 2009) aportan al comentario de textos el fondo material sobre el que se sustenta la práctica totalidad de las estructuras métricas y los recursos teóricos que el alumno aprenderá a reconocer en el análisis textual; y, a su vez, el aprendizaje de las disciplinas lingüísticas se verá reforzado por medio de ese reconocimiento y la categorización de esos recursos. La métrica (vid. Quilis, 1984; y Navarro Tomás, 1995) aporta, evidentemente, conocimientos imprescindibles para su empleo en el comentario de texto, y no es posible olvidar su estrecha relación con la fonología y la música y, por tanto, las posibilidades de estrecha colaboración con esta última área del conocimiento, como sugiere, por ejemplo, Navarro Tomás (1995: 29-30). La retórica, olvidada antaño y hoy reivindicada (Pozuelo Yvancos, 1988: 11-17; Blesa, 1998: 217), dota al comentarista de todo un catálogo de procedimientos lingüísticos y conceptuales que, mediante la práctica activa del comentario, lo abrirán definitivamente al mundo de la figuración y al verdadero dominio del lenguaje en toda su virtualidad comunicativa, de la que los hablantes rara vez son conscientes y que solo pocos de ellos llegan a señorear en su propio beneficio (Lausberg, 1975: 14-16).
El comentario crítico tiene por objeto dar cuenta de lo que dice el texto y de cómo lo dice. A este fin, el alumno habrá de fijarse en cómo el fondo y la forma son dos caras de un mismo objeto: la creación literaria, que sin esa íntima relación entre ambos no alcanza la categoría de obra de arte. Por ello diferenciaremos el comentario de texto de la mera paráfrasis, del resumen o del texto como pretexto (Lázaro Carreter y Correa Calderón, 1988: 15-20).
Aguiar e Silva (1972: 485-486) señaló tres momentos (que no son necesariamente sucesivos) en el estudio de una obra literaria: la investigación histórico-literaria acerca de la misma, la descripción de su mundo semántico tras la comprensión de sus estructuras y la interpretación de su relación con otras esferas de valor (filosófica, histórica, social, etc.). Carreter y Correa concretaron en su manual, de gran éxito durante largas décadas y perfectamente vigente hasta el día de hoy, un método basado en seis fases de análisis de textos breves:
De todas estas fases (Lázaro Carreter y Correa Calderón, 1988: 25 y passim), probablemente la más determinante en la actividad crítica es la determinación del tema, y la que desarrolla el trabajo crítico y permite alcanzar la fase de conclusiones es el análisis formal. A efectos de ese análisis formal, García-Camino Burgos (1987) sistematizó un útil corpus de recursos para el comentario y para su enseñanza, del que entresacamos el siguiente esquema:
1. Procedimientos de orden fónico.
1.1. El ritmo.
1.2. Los sistemas de versificación.
1.3. La versificación española.
1.4. Las estrofas.
1.5. Procedimientos fónicos de repetición.
1.6. Procedimientos prosódicos.
2. Procedimientos de orden morfosintáctico.
2.1. Procedimientos que tienen por objeto la palabra.
2.2. Procedimientos que tienen por objeto la sintaxis.
3. Procedimientos de orden semántico.
3.1. Diversas figuras semánticas.
3.2. La ironía y el sarcasmo.
3.3. La paradoja.
3.4. La antítesis y sus variantes.
3.5. Las imágenes (símil, metáfora, alegoría, símbolo y metonimia)
3.6. Los procedimientos irracionales de la literatura desde las vanguardias.
4. El comentario de textos narrativos.
5. El comentario de textos dramáticos.
Muy útiles a estos fines son también, entre otros, los trabajos de Darío Villanueva (1989) y José-Carlos Mainer (2000) para comentar obras del género narrativo en particular; de Michel Le Guern (1990) para profundizar en el estudio de las imágenes; y el clásico de Carlos Bousoño (1952) para acometer lo que hemos denominado “procedimientos irracionales de la literatura desde las vanguardias”.
El comentario de un texto aislado conduce al alumno a la melancolía. Para él se trata de un ejercicio difícil y sin recompensa: no puede entender la relevancia de los recursos y de las categorías entrevistas en el transcurso del trabajo si no le es posible volver a reconocer aquellos y confirmar estas en el acercamiento a un segundo texto y a un tercero. Por ello recomendamos la utilización y comparación de textos breves que ejemplifiquen fenómenos formales o ideológicos tanto en el eje diacrónico como en el sincrónico: tal y como se han venido repitiendo a lo largo de la historia de la literatura y tal y como se reiteran si acudimos a diversos ámbitos geográficos y culturales contemporáneos.
En este último sentido, es importante que el profesor ayude a los alumnos a relacionar ciertas estructuras de un pasado literario que les resulta tan lejano con estructuras que siguen vivas y forman parte de su propia cultura. No hablamos solo, aunque también, de la tematología como “estudio del origen, de la transmisión y de la metamorfosis de los temas literarios” (Aguiar e Silva, 1972: 391), sino más bien de algo que es propio del comparatista: “la conciencia de unas tensiones entre lo local y lo universal; o, si se prefiere, entre lo particular y lo general” (Guillén, 1985: 16). Es de enorme utilidad para el aprendizaje de la literatura y para el desarrollo de todas las destrezas comunicativas que el alumno entienda y aprecie el hecho de que la literatura es un “ir y venir entre naturaleza y cultura que es también vaivén entre originalidad y tradición, individualidad e historia”, que supera la anécdota personal y profundiza en los temas mediante la inmersión en ese flujo de ideas universal (Guillén, 1985: 258). Como señaló en su día Lapesa (1976: 7), “todo estudio de literatura comparada, o de influencias de un autor sobre otro, lleva en sí la necesidad de señalar contrastes”, un ejercicio que nos parece de extrema utilidad en la forja de las habilidades críticas a que aludíamos supra.
Tampoco podemos olvidar las palabras de Fernando Savater (1997: 148) cuando afirma que:
el profesor tiene que fomentar las pasiones intelectuales […]. Y esas pasiones brotan de abajo, no caen desde el Olimpo de los que ya creen saberlo todo. Por eso no hay que desdeñar el lenguaje llano, ni las referencias a lo popular […]. No se puede pasar de la nada a lo sublime sin paradas intermedias; no debe exigirse que quien nunca ha leído empiece por Shakespeare, que Habermas sirva de introducción a la filosofía y que los que nunca han pisado un museo se entusiasmen de entrada por Mondrian o Francis Bacon.
Lo cual nos conduce al empleo en nuestra tarea de materiales procedentes de la cultura popular, junto a aquellos que provienen de la tradición culta.
Es ahora cuando resulta importante que entre en acción el profesor-agente provocador del que hablábamos en el primer párrafo. Estamos pensando en un aula de primero de ESO (12/13 años): se trata de alumnos en el inicio de su adolescencia, remarcada por el cambio de etapa educativa y el contacto en el mismo centro con el resto de alumnos de ESO y los de Bachillerato, que les sirven como modelo. Una de las unidades didácticas de la programación de aula incluye el estudio de los tópicos literarios. A fin de estudiarlos se coordinará la acción en lo posible con los profesores de inglés y de cultura clásica del mismo grupo de alumnos. Los materiales utilizados serán literarios y audiovisuales:
El profesor interrogará inicialmente a los alumnos acerca del significado del acrónimo YOLO (you only live once), una expresión frecuente en el pop que escuchan los actuales adolescentes y con toda probabilidad conocida y apreciada por la mayoría de ellos. Continuando con el cuestionario oral y mediante un uso predeterminado de vídeos y textos y la técnica del debate en grupo, entre todos intentarán alcanzar los siguientes objetivos de aula:
La actividad debería ocupar una hora lectiva y su evaluación se basará en la participación en clase y en la solución individual por escrito de un comentario dirigido del soneto “Mientras por competir con tu cabello”, de Luis de Góngora, en el que se proceda a la identificación del tópico, al análisis de su estructura y a su localización en el barroco español conforme a lo estudiado para las distintas fases estudiadas para el tópico.
De acuerdo con la legislación educativa, el profesor intentará “favorecer la motivación por aprender en los alumnos” y “generar en ellos la curiosidad y la necesidad por adquirir los conocimientos, las destrezas y las actitudes y valores presentes en las competencias” aludidas. Así mismo, con el propósito de mantener la motivación por aprender “es necesario que los profesores procuren todo tipo de ayudas para que los estudiantes comprendan lo que aprenden, sepan para qué lo aprenden y sean capaces de usar lo aprendido en distintos contextos dentro y fuera del aula”. Por último, “para potenciar la motivación por el aprendizaje de competencias se requieren, además, metodologías activas y contextualizadas. Aquellas que faciliten la participación e implicación del alumnado y la adquisición y uso de conocimientos en situaciones reales, serán las que generen aprendizajes más transferibles y duraderos”. La presente propuesta está diseñada para aprovechar estas orientaciones metodológicas.[2]
El desarrollo de la actividad persigue de manera general uno de los objetivos establecidos por la legislación para la etapa de Educación Secundaria, el formulado así: “comprender y expresar con corrección, oralmente y por escrito, en la lengua castellana y, si la hubiere, en la lengua cooficial de la Comunidad Autónoma, textos y mensajes complejos, e iniciarse en el conocimiento, la lectura y el estudio de la literatura”,[3] a través de algunos de los contenidos que la misma norma atribuye explícitamente a nuestra materia en el primer ciclo de ESO: la “introducción a la literatura a través de los textos” y la “aproximación a los géneros literarios y a las obras más representativas de la literatura española de la Edad Media al Siglo de Oro, a través de la lectura y explicación de fragmentos significativos y, en su caso, textos completos”.[4]
De esta manera progresaremos hacia el cumplimiento de los criterios de evaluación correspondientes a nuestra materia, etapa y ciclo, y en particular de los cinco primeros que enumera la norma:
Libros:
Artículos:
Normativa:
[1] La Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, por la que se describen las relaciones entre las competencias, los contenidos y los criterios de evaluación de la educación primaria, la educación secundaria obligatoria y el bachillerato, define las competencias clave y, en particular, la competencia en comunicación lingüística en sus componentes lingüístico, pragmático-discursivo, socio-cultural, estratégico y personal (anexo I, punto 1). Anteriormente, el Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, describía en el contexto LOE las competencias básicas de la ESO y la contribución de nuestra materia a la adquisición de esas competencias básicas.
[2] Orden ECD/65/2015, anexo II.
[3] Real Decreto 1105/2014, art. 11, apartado h.
[4] Ibidem, anexo I, punto 24.
[5] Ibidem.