13/02/2023 por Cristina Centelles Peláez

La necesidad de renovación del sistema educativo actual

 

En el siguiente artículo se abordarán diferentes cuestiones y planteamientos sobre la educación y la profesión docente, tales como el tradicional sistema educativo actual y su conveniente renovación, ligada a la importancia de la creatividad y necesidades del alumnado para desarrollar su potencial y motivación para, así, conseguir su aprendizaje favorable. De este modo, el objetivo de esta investigación reside en demostrar la necesidad de cambio de nuestro sistema educativo señalando cómo realmente aprende el alumnado y cuáles son sus necesidades básicas, así como la manera en que el profesorado debe contribuir a cubrirlas, basándonos en los conceptos de creatividad y resiliencia, entre otros.

Palabras clave:

Educación, creatividad, motivación, aprendizaje, resiliencia.


In this article we will adress different issues and aproaches to education and to the teaching profession like the current traditional educational system and its convenient renewal which is linked to the importance of creativity and the needs of students to develop their potential and motivation in order to achieve their favorable learning. In this way, the objective of this research lies in demonstrating the need for change in our educational system by pointing out how students really learn and what their basic needs are, as well as the way in which teachers should contribute to covering those needs based on the concepts of creativity and resilience, among others.

Keywords:

Education, creativity, motivation, learning, resilience.


1. El sistema educativo actual y la creatividad

Para comenzar, es útil señalar el estado actual del sistema educativo español y la repercusión de este en el aprendizaje y sentimientos de los alumnos. Según Ken Robinson (2011), refiriéndose al sistema educativo actual: “La educación está reprimiendo los talentos y habilidades de muchos estudiantes; y está matando la motivación para aprender”.

Como sigue apuntando este estudioso, se cree que la sociedad actual necesita jóvenes creativos y motivados pero la mayoría llegan a la etapa adulta sin conocer sus capacidades y habilidades debido a que la educación actual no se ajusta al tiempo que ellos viven. Antiguamente, las escuelas preparaban para el mundo industrial pero no para saber innovar y ser creativo, lo que se necesita hoy en día. Antes de transmitir a los niños numerosos conceptos imposibles de entender o memorizar, deberíamos ayudarles a descubrir cuáles son sus pasiones, lo que les gusta y a lo que desearían dedicarse en un futuro.

En esencia, el deber de las escuelas es motivar a los alumnos, su objetivo es abrirles los ojos o darles luz para que no pierdan y desarrollen aún más su creatividad, y la mejor forma para conseguir esto es usar aquello que les apasiona. Todos los niños poseen un potencial increíble y diferente, esto es lo que debemos descubrir junto a ellos como docentes.

Siguiendo con las ideas de Robinson, este defiende que la escuela actual es anacrónica, los objetivos económicos, culturales y personales de la educación se siguen centrando en lo industrial cuando nuestra sociedad ha evolucionado y ahora lo que se precisa y requiere es creatividad y no talentos y destrezas manuales. Podemos comprobar este hecho observando cómo aprenden los niños en la actualidad, hoy en día estos aprenden más entre ellos y con las redes sociales que en la escuela. Esto se debe a que el sistema está desfasado, los retos actuales no son los mismos que los de hace cincuenta o sesenta años. Por ello, no deberíamos elevar solamente los estándares de las asignaturas troncales, sino que tendríamos que darle más importancia a las asignaturas más artísticas para luchar contra esa carencia de creatividad. 

Esto se vincula a otra de las ideas fundamentales que defiende Ken Robinson, se trata de la jerarquía de asignaturas, siendo consideradas las asignaturas relativas a la ciencia más importantes y prestigiosas que aquellas relativas a las artes o letras. El principal motivo de esta clasificación es el económico, se cree que las asignaturas que dominan la jerarquía son más útiles para la vida laboral. De hecho, en nuestra cultura intelectual existe una relación entre las ciencias y el conocimiento objetivo, es decir, se piensa que se es más exitoso en el trabajo con lo real mientras que las asignaturas artísticas se usan únicamente para entretenerse o expresar sentimientos y no para lucrarse económicamente. Esta cuestión resulta en un gran problema porque ha separado el intelecto de la emoción, la creatividad ha pasado a asociarse con lo artístico y no con lo científico. Para solucionar este conflicto, estudiosos como Robinson proponen retomar la relación natural existente entre las disciplinas científicas y artísticas.

Asimismo, se requiere una apertura de mente y entender que el valor de la educación se encuentra en el camino y no en la meta. La magia de la docencia reside en el momento, en la satisfacción de poder dar respuesta a las preguntas que nos lancen, en la experiencia y complacencia al poder ayudar a nuestros alumnos. Sin embargo, en vez de enfocarnos en esto, en el sistema actual predomina la frustración de los niños. El encanto de vivir el camino se ha perdido, en los alumnos no existe la pasión y motivación debido a esa fijación por la meta final.

Por todo esto, siguiendo a autores como Gairín (2009), se reclama la entrega de los docentes, el ser creativo, innovador y dinámico para dejar atrás la tradicional educación bulímica y memorística a la que estamos acostumbrados y poder motivar a los alumnos, en los cuales reside el futuro de nuestra sociedad. Al hilo de esto, tal y como destaca Ken Robinson (2011): “Si no estás dispuesto a equivocarte no llegarás a nada original”.

2.  Cómo aprende el alumnado

Queda claro que debemos cambiar la metodología usada tradicionalmente, caracterizada por la pasividad y la instrucción. Está demostrado que el ser humano no aprende memorizando, sino haciendo, experimentando, emocionándose. Por ello, necesitamos un cambio radical en el sistema, un cambio que potencie el desarrollo tanto intelectual como personal de cada individuo, que le ayude a encontrar sus pasiones y talentos para superar los retos de esta nueva era tecnológica, de servicios de información, y no de producción masiva de objetos. Es prácticamente imposible separar la tecnología de cualquier ámbito de nuestra vida, así que, ¿por qué deberíamos separarla de la docencia?

Sin embargo, para realizar un cambio en el sistema educativo significativo y beneficioso para los alumnos, primero debemos comprender cómo aprenden los niños y cuáles son sus verdaderas necesidades. Según Delval Merino (2006), no se requiere enseñadores, sino educadores. Para lograr esto debemos conocer al ser humano intrínseco: qué potencialidades tiene y a qué edades se desarrollan, es decir, ¿cómo aprenden los niños? Para alcanzar el cambio no deberíamos olvidar que el centro de la educación es el niño, tenemos que atender a cuáles son sus necesidades y escuchar lo que nos dicen, no enfocarnos en sus necesidades desde nuestra visión de adultos únicamente.

Como es bien sabido, no es ningún mérito del ser humano aprender, es decir, el ser humano no puede no aprender. Por tanto, no hay que inculcarles a los niños las ganas de preguntar, puesto que lo tienen en su esencia. Basta que tengan su cerebro para pensar, razonar, imaginar, crear y fantasear, pero, como expone Ken Robinson (2011), la escuela consigue callar todo esto. De esta manera, a medida que los alumnos crecen, pierden su curiosidad y ganas de aprender. Esto se debe a que están hartos de que se les diga qué deben hacer o no, por eso han perdido toda su creatividad.

De hecho, esta creatividad es intrínseca en ellos, todo el proceso de aprendizaje infantil se hace de manera inconsciente, lo aprenden de manera propia y sin darse cuenta. Desde que nacen tienen la habilidad de construirse a sí mismos a partir de lo que encuentran a su alrededor, de jugar y explorar el mundo. Esta cuestión nos lleva a pensar que todo lo que nos rodea influye enormemente en nuestro aprendizaje: el tiempo, el espacio, las acciones de nuestra familia y amigos, las creencias, las emociones… Todo es parte de un ambiente con el que nos creamos a nosotros mismos. Siguiendo este planteamiento, la pregunta es: ¿qué ambiente estamos creando para que los jóvenes se comporten de esta manera en la escuela?

Más allá de la mente, desde el mundo de la conciencia, todos somos genios. Por ello, lo que el docente debe hacer es abrir las puertas de las mentes de sus alumnos para que exploten esa genialidad que todos llevamos dentro. Tal y como indica William Rodríguez en el documental La educación prohibida (2012): “Todos los grandes genios de la humanidad tienen en común que han sido grandes soñadores, han tenido una imaginación enorme”.

Este potencial está esperando a que le permitamos exteriorizarse, en los niños lo vemos en el juego espontáneo y en los adolescentes en la rebeldía y ganas de transformar la realidad. ¿Por qué insistimos en matar su espontaneidad y castigar su rebeldía cuando son estas características las que manifiestan sus necesidades humanas internas buscando manifestarse? No hay niño que no observe y no genere experimentos. Así que, no debemos intentar que sean creativos porque ya lo son, sino que debemos ofrecerles las posibilidades y herramientas necesarias para que puedan expresar esa creatividad de diferentes maneras. E, igualmente, este proceso debe ir acompañado de la motivación, los profesores también tienen el deber y cometido de innovar y crear dinamismo, algo esencial para no caer en la rutina y desgana de los alumnos.

Como indica José Antonio Solozano (2012): “Lo que aprendes sin que sea tu decisión pasa a segundo plano, no tiene sentido, son palabras vacías”. Ya que, el ser humano puede almacenar información como si fuera un ordenador, pero la comprensión va más allá. Esta es una herramienta que debe estar en constante crecimiento con características únicas que varían dependiendo de la persona. Implica crear y establecer relaciones entre criterios, lo que da lugar a resolver problemas y construir nuevos conocimientos. Por ello, el alumnado necesita comprender la utilidad de lo que estudia y mantener la motivación, así habrá aprendizaje verdadero.

Siguiendo a Sáez López (2018), se conoce que el aprendizaje profundo está fundado en el interés, la voluntad y la curiosidad. Va más allá de la razón, es mucho más que analizar y relacionar conceptos. Aprender implica un intenso proceso donde se crean relaciones entre la persona y su entorno. Además, este es uno de los principios que maneja la neurociencia: el cerebro siempre quiere conocer, pero con placer.

Actualmente, el problema reside en que se ha dado la pérdida de criterios exteriores de la naturaleza en la educación al estar el libre acceso a la información tan presente hoy en día. Debido a esto, solo atendemos a los criterios que aparecen en los libros y con esto se desvirtúa el proceso educativo que se basa en el descubrimiento y experimentación, lo cual es un grave error ya que, como hemos visto, el ser humano siempre aprende lo que hace y, al contrario, tiene que esforzarse para aprender lo que no hace.

3. La resiliencia

Al mismo tiempo, también se deben tener bastante presentes las necesidades personales de cada alumno, las cuales afectan directamente a su proceso de aprendizaje, una cuestión que remite al concepto de resiliencia. En este recorrido que supone la enseñanza, uno de los cometidos de los docentes es acompañar a sus alumnos durante los momentos dificultosos que puedan surgir y obstáculos que amenacen su rendimiento escolar y aprendizaje significativo. Tal y como afirman Ruiz Román, Calderón Almendros y Juárez Pérez-Cea (2017): “la resiliencia se basa en una dinámica relacional entre sujeto y entorno de cara a afrontar elementos que dificultan el desarrollo de la persona” (p. 131). Es decir, se trata de un trabajo en equipo entre el alumno y su entorno más cercano (familia, profesores, educadores sociales, amigos…) con el fin de apoyarle ante el fracaso. El deber del docente en este acto de liberación del individuo es el de trampolín, se debe impulsar al estudiante, empoderarlo y confiar en él dándole afecto y cariño para que él mismo obtenga la fuerza necesaria para alcanzar todos sus sueños.

El alumnado debe tener claro la razón de lo que se le enseña, qué beneficios les aportarán estos nuevos conocimientos y habilidades y cómo los adquirirán. Se trata de la atracción educativa, de tener ilusión y estar motivado ante las actividades que se les proponen, es muy importante encontrar el sentido al esfuerzo porque cuando este no tiene motivación, el aprendizaje no tiene sentido y se convierte en un sacrificio.

Siguiendo con este planteamiento, destacamos la cuestión de los criterios que establece el profesor Esteve (1983) para que se produzca la verdadera educación y aprendizaje. Unido a esto, sobre todo destacan los criterios de contenido, forma y uso. En primer lugar, el criterio de contenido se refiere a qué se enseña. Para que consideremos algo educativo, el contenido de lo que estemos aprendiendo debe ser moralmente irreprochable, debe ser ético. En segundo lugar, el criterio de forma atiende a cómo se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje. Un proceso educativo debe respetar la dignidad y la libertad de la persona que aprende. Es decir, el educando debe tener un dominio interno del proceso de aprendizaje.

Por último, el criterio de uso aborda el hecho de que lo que aprendamos no solo debe tener un valor moral, no solamente debe ser enseñado de forma educada, sino que también debemos encontrarle la utilidad, el alumnado debe comprender y valorar por qué lo que le es enseñado será útil para él en un futuro e, incluso, en el presente. Esto implica la comprensión del significado de lo que se enseña, se refiere al uso que puede hacer el educando de lo aprendido, el conocimiento de la razón de ser de las cosas.

Como observamos, es aquí donde destaca la diferencia entre el concepto de formación y el de educación. Tal y como señala el estudioso Esteve (1983) en cuanto a este último: “implica no sólo la idea de que se aprende algo valioso, sino también el desarrollo, en dicho aprendizaje, del conocimiento y de la inteligencia, formando algún esquema conceptual que el educando pueda considerar como propio” (p. 16).

De este modo, los docentes deben ayudar a los alumnos a encontrar sentido a lo que les enseñan para que disfruten con ello. De hecho, una experiencia será educativa cuando el alumnado reflexione sobre ella y saque en claro qué ha aprendido y por qué le será útil para su vida futura. Como es bien sabido, cada alumno es un mundo, por lo que el reto de los profesores reside en construir una escuela en la que quepa y conviva toda esta tipología de estudiantes, toda la diversidad. Para ello, debemos ofrecer a todos las mismas oportunidades, aunque atendiendo a las necesidades individuales y personales de cada uno, ya que no hay dos alumnos iguales. Es decir, se requiere que se estudien las características y necesidades de cada alumno para, así, diseñar una escuela conforme a lo estudiado.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que lo estudiado no siempre se relaciona exactamente con la realidad. Tanto la cultura de un lugar como los alumnos son más que categorías, etiquetas o estereotipos, por lo que no lograremos construir esta escuela realmente hasta que estemos en contacto con nuestros alumnos y los conozcamos a fondo. En definitiva, lo que se pretende conseguir es cambiar el modelo cerrado de escuela actual en el que los que deben adaptarse son los alumnos que no siguen el patrón establecido y sufren discriminación, ya sea por cuestiones de sexo, raza, etnia, creencias religiosas, condición económica, discapacidades, orientación sexual, etc.

En consecuencia, es responsabilidad de los docentes conocer bien a sus alumnos, a las personas con las que van a trabajar y cimentar conjuntamente la escuela, puesto que la inclusión implica crear espacio y que este sea construido entre todos para que cada alumno que entre pueda ser como realmente es o quiere llegar a ser. Citando a Ruiz Román y Calderón Almendros (2015: 66):

“He ahí el reto social y educativo: reconocer iguales a las personas sin necesidad de que se les nieguen sus diferencias. Solo al conocer las diferencias conocemos realmente a las personas. Necesitamos salir de la tiranía de la normalidad que estigmatiza, discrimina o anula las diferencias. Y, al hacerlo, al conocer a la persona en profundidad, podemos ser capaces de reconocer y apreciarla simultáneamente en su diferencia y en su humanidad”.

Esta cuestión entronca con el concepto de identidad, ya que esta es una fusión de capacidad y posibilidad. No solamente somos por lo que somos capaces de ser, sino también por lo que nos dejen ser. Es decir, nuestro contexto condiciona nuestras posibilidades, estamos condicionados por nuestra cultura, pero no determinados, no finalizados. Por ello, la identidad es ese doble juego de lo que queremos ser y lo que los demás nos permiten o facilitan que seamos. En consecuencia, la escuela se convierte en una institución crucial para el cambio de este paradigma o modelo tradicional de exclusión y quebrantamiento de la libertad para desarrollar la verdadera identidad del alumnado. Como señalan Ruiz Román, Calderón Almendros y Torres Moya (2011): “la escuela constituye un lugar en el que determinadas fuerzas sociales producen las identidades que convienen para el futuro, lo cual puede llevar implícito un cambio, aunque no sea democrático” (p. 591).

Conclusiones

Por tanto, y para finalizar, siguiendo a María Acaso (2015), podríamos resumir los ejes en los que se basa el aprendizaje en tres:

En primer lugar, la experiencia: crear espacios y contextos favorables para la enseñanza, vivencias que permitan el aprendizaje. Cuando la única experiencia es copiar y reproducir, posiblemente, este tipo de metodología no sea el que permita el aprendizaje. Todo lo que hagamos como docentes tiene que ver con posibilidades de organización: cómo generamos espacios, tiempos y escenarios para el aprendizaje y no qué enseñamos.

Por otra parte, la actividad: no se aprende sin la acción, se trata de un requisito para el aprendizaje, aprendemos a través de la actividad. Recordemos que el aprendizaje pasa por lo motriz y no solo se da en lo cognitivo.

Por último, la cooperación: el aprendizaje siempre es colectivo, es decir, siempre ocurre en un contexto social, la relación que se establece entre los sujetos es un componente esencial. Esta relación implica que el aprendizaje dependerá de cómo se generen las relaciones entre los sujetos. Acaso (2015) defiende que primero aprendemos por lo que se genera colectivamente y, a partir de esto, la experiencia nos va ofreciendo la percepción individual de lo aprendido.

Como conclusión, destacamos que solamente esto no nos conduce a un aprendizaje transformador, hay que incluir un contenido de tipo intencional. En otras palabras, no se trata únicamente de una cuestión metodológica, tenemos que pensar y actuar también desde la intencionalidad, preguntarnos hacia dónde queremos conducir nuestra propuesta educativa, es ahí donde podremos construir nuestra identidad como docentes y darle sentido a todo. Asimismo, nunca debemos perder de vista la idea de que lo importante no es la meta, sino el camino. Debemos recordar siempre, tanto profesores como alumnos, que el valor de la educación está en el viaje y experiencia, no en el destino. Olvidemos la relevancia de las notas y la cuantía de los exámenes y disfrutemos del momento y valores que nos brinda todo el periodo educativo, donde reside realmente la magia de la docencia.

REFERENCIAS

  • Acaso, M. [TEDx Talks]. (2015). ¿Cómo cambiar el paisaje de la educación? [Vídeo]. Disponible en: https://cutt.ly/sZNzSwe
  • Delval Merino, J. A. (2006). Hacia una escuela ciudadana. Madrid: Morata.
  • Doin, G. (Director). [La Educación Prohibida]. (2012). La educación prohibida [Vídeo]. Disponible en: https://cutt.ly/TZND4Fb
  • Esteve Zarazaga, J. M. (1983). El concepto de educación y su red nomológica. En: Varios. Teoría de la educación. Murcia: Editorial Límites.
  • Gairín, J. (2009). Cambio y mejora. La innovación en el aula, equipo de profesores y centro. En Paredes, J. y De la Herrán Gascón, A. (coords.), La práctica de la innovación educativa, (pp. 21-48). Madrid: Editorial Síntesis.
  • Robinson, K. [delfinespro]. (2011). El sistema educativo es anacrónico [Vídeo]. Disponible en: https://cutt.ly/vtlMIvg
  • Ruiz Román, C. y Calderón Almendros, I. (2015). Acompañar diferencias, crear lazos, reconocer lenguajes. Cuadernos de pedagogía, (461), pp. 66-82.
  • Ruiz Román, C., Calderón Almendros, I. y Juárez Pérez-Cea, J. (2017). La resiliencia
  • como forma de resistir a la exclusión social: un análisis comparativo de casos. Pedagogía Social. Revista Interuniversitaria, (29), pp. 129-141.
  • Ruiz Román, C., Calderón Almendros, I. y Torres Moya, F. J. (2011). Construir la identidad en los márgenes de la globalización: educación, participación y aprendizaje. Cultura y educación, (23), pp. 589-599.
  • Sáez López, J. M. (2018). Estilos de aprendizaje y métodos de enseñanza. Madrid: UNED.

 
 
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